Fecha:
31/01/2017
Todos tenemos secretos. Unos más y otros menos. Algunos todavía guardan secretos de la infancia, otros proclaman secretos a voces, los menos los comparten con algún allegado y casi todos nos morimos de curiosidad por saber los de otros. Y, claro, el Sr. Burdick no podía ser menos...
Aunque Los misterios del Señor Burdick es un libro que forma parte de mi personal canon y al que he hecho referencia en ciertas ocasiones, nunca le he dedicado un espacio propio en este lugar de monstruos. Así que, a modo de disculpa para con Don Chris Van Allsburg, he aquí unas pinceladas sobre este álbum.
A nadie le llama la atención un libro negro, menos todavía si se supone que va dirigido a los niños (no sé si el autor eligió esta carta de presentación para repeler a lectores de tres al cuarto o por que el objeto libro adoptase cierto aire extraño, misterioso, atractivo...), pero el caso es que, cuando uno se atreve a cogerlo (sobre todo si es en la edición original, esa con tipografía roja), lo que esconde tiene mucha miga. En la edición en castellano de Fondo de Cultura Económica (gracias por este regalo), se reproduce en la tapa una de las imágenes que forma parte del legado del Sr. Burdick, un protagonista del que sólo conocemos un puñado de imágenes. (N.B.: Me encanta esta forma de crear un personaje a través de sus producciones, porque el lector, como todos, solemos forjarnos ideas, unas veces erróneas, otras ciertas, sobre como son los demás sin conocerlos personalmente. Es curioso como nuestros prejuicios y la propia experiencia entran a formar parte del juego, de la fantasía al fin y al cabo, esa que nos ata y nos libera al mismo tiempo).
Abrimos el libro. Guardas negras. La cosa va in crescendo. Portadilla blanca con otro dibujo a grafito. El contraste oscuridad-luz anuncia que algo va a pasar... “Introducción”. La cosa se pone seria. El autor nos cuenta la historia de este libro. En él se reproducen la serie de imágenes que (supuestamente) un desconocido llamado Harris Burdick llevó al editor de libros infantiles, Peter Wenders. Todas ellas ilustraban varios cuentos de su autoría y los llevaba a modo de muestra (portfolio que llamaríamos hoy día), acompañados de unas frases, como un pie de foto/imagen. El señor Burdick prometió que regresaría con sus historias, pero nunca más volvió. Sólo nos dejó catorce imágenes inquietantes acompañadas de un título y unas pocas palabras.
Metámonos en harina pues...
El estilo de las ilustraciones se adscribe al figurativo realista, a veces con elementos surrealistas (imagen de Extravío en Venecia), fantásticos (imagen de La casa de la Calle Maple) o descontextualizados (imagen de El arpa). Para su elaboración, Van Allsburg utiliza exclusivamente el lápiz de grafito. Si a ello añadimos la típica técnica de desdibujar las formas y el uso del claroscuro, se añade más aire a las escenas y las dota de cierta atmósfera irreal, a modo de ensueño. Como curiosidad cabe decir que la imagen Otro lugar, otro tiempo, que también se utiliza en la portada/tapa, está inspirada en una fotografía de Erich Lessing para el número de junio de 1959 de National Geographic que acompañaba un artículo sobre la posguerra en Alemania, un dato que pone en evidencia el proceso de construcción en el mundo de las artes gráficas (N.B.: No he podido encontrar tal imagen. Si alguien da con ella, agradecería que me informase de dónde).
El corpus del libro se estructura en dobles páginas en las que el texto ocupa la izquierda y la imagen la derecha, de tal manera que el ritmo en la lectura acaba focalizando la atención, primero en la imagen y posteriormente en el texto. De esta manera el autor consigue crear cierto efectismo, una sorpresa que crece con el mundo verbal. Aunque ambos lenguajes se complementan y se ayudan, no lo hacen del mismo modo. Mientras que el título remite a un contexto amplio, ese en el que la imaginación del lector desborda la doble página, las frases, por lo general, se refieren a un momento exacto, al instante en el que se congela la imagen. Esta segunda relación es más variable y en ella se pueden observar redundancias o complementariedades.
Otra cosa que diferencia a este álbum del resto es que la secuenciación no depende de la consecución de las escenas/imágenes, sino que depende del contexto. Es decir, no hay sucesión. Son parcelas de espacio y tiempo independientes. Es la ruptura en una de las características clásicas del álbum que, de no ser por la introducción, no podría definirse como tal.
Guardas negras. Tapa negra. ¿Fin? No, creo que no...
Si los misterios no fueran pocos, la cosa se complica cuando, y siempre según Van Allsburg, en 1993 aparece un anticuario que les relata a él y Wenders cómo, tras comprar la biblioteca antigua de una anciana, un espejo antiguo con retratos de algunos personajes del A través del espejo de Carroll que también estaba incluido en el lote, se cayó al suelo y, tras romperse el cristal, descubrió otra imagen similar a las restantes de Burdick que pertenecía a la historia de Perdido en Venecia.
Años más tarde Chris Van Allsburg publicó en su página web que Wenders había muerto en el año 2000 cuando contaba 91años.
Todos los que conocen la obra de Chris Van Allsburg saben que lo enigmático es una de sus constantes, como bien prueban títulos como El naufragio del Zéfiro, El expreso polar o Jumanji. Sin caer demasiado en lo efectista, es capaz de mantener cierta expectación en el lector antes, durante y después de leer sus libros, pero con este título consigue que eso trascienda más allá, lejos de la edad de los lectores y lejos de las fronteras. La universalidad de los, a mi juicio, dos juegos que propone ante el curioso lector partiendo de dos incógnitas (por un lado intenta ampliar los límites de la fantasía y por otro saber si el contexto es real o ficticio) es lo que hace a este libro diferente, más especial.
A todo lo anterior hay que añadir que este libro tiene muchas aplicaciones dentro del aula al constituir un pretexto inmejorable para trabajar la redacción, fomentar la imaginación, la construcción de historias (bien concatenadas, bien independientes), y empatizar con el género del libro-álbum, las narrativas gráficas y los autores. Prueba de ello es que hace unos años se publicó The chronicles of Harris Burdick, un libro en él catorce reconocidos escritores entre los que se cuentan Kate DiCamilo, Lois Lowry, Linda Sue Park, Jon Scieska, Tabitia King o Stephen King, realizan precisamente este ejercicio de narración en base a las imágenes de Chris Van Allsburg.
Decir también que el relato de The house on Maple Street de Stephen King (inserta en su libro Pesadillas y alucinaciones) está basado en la última de las imágenes de este libro.
Y poquito más, que ya es bastante para este libro tan redondo... Sólo me queda despedirme de ustedes confesándoles que, mientras escribo esto, todavía sigo dudando sobre si el Sr. Burdick existió.
http://romanba1.blogspot.com.es/2017/01/misterios-en-imagenes.html