Fecha:
12/07/2011
Se ha nublado Sitges, por completo. El sol era ayer radiante, feliz; las playas eran solares del sol. Fantástico. Pero hoy se ha nublado. Me voy, y no porque esté nublado. A veces no sabes por qué tienes urgencia de irte de los sitios, pero hay un momento en que eso se produce. Hay niebla y te vas, o hay sol y te vas. En realidad, tal como está estos días la vida, te da la impresión de que has de irte de todas partes, refugiarte en una mansarda abandonada en la que una vez un niño dejó perdida una pelota roja que tú encuentras para devolvérsela a otro niño que también abandonó una pelota, y así sucesivamente. Me voy, pues, pero antes tengo que dejar aquí una muestra de gratitud a un amigo lejano y muy cercano, Jorge Fernández Díaz, el autor de Mamá, del que tanto he hablado aquí porque, aparte de ser un formidable escritor (y también escritor de periódicos) es una persona buena y generosa, y he decidido últimamente sólo relacionarme en lo personal con personas buenas y generosas que dejen en mi regalos sustanciosos pero no pesados, ni caros, ni inmediatos. Y Jorge me regaló hace unas semanas un libro que estos días de Sitges me han llenado la vida de notas de una extrema melancolía periodística y moral.
El libro es una colección de los viajes del gran Manuel Mújica Laínez, a quien sus amigos llamaban Manucho. Hace algunos días Kodama Borges me habló de Mújica, de quien leí Bomarzo y poco más, y desconocía por completo su faceta periodística, que desarrolló sobre todo en La Nación de Buenos Aires, el periódico en el que ahora Jorge es el Manucho, por decirlo así. El libro se titula El arte de viajar. Antología de crónicas periodísticas (1935-1977), y ha sido publicado por el Fondo de Cultura Económica en 2007, de modo que quizá lo encuentren aún. El núcleo del libro, por donde lo empecé a leer, coincide con su viaje a Inglaterra, que narró para sus lectores en el centro mismo de lo peor de la posguerra. Estuvo meses viajando por Europa (por España también, y qué crónicas) y se detuvo Manucho en las ciudades devastadas, y entonces en difícil trance de reconstrucción. Estuvo en museos, en iglesias, habló con periodistas y con diplomáticos, estuvo con gente de la calle con las que indagó en el decrépito estado de ánimo de los ingleses que de todos modos no se rendían. En algún momento parecía estar leyendo, en estas crónicas de Manucho, un reportaje sobre la devastación que ahora mismo estamos viviendo en Europa, sin la negrura que dejó la guerra, pero con el ánimo contrito por una guerra que se desarrolla por otros medios, todos ellos igualmente devastadores e hipócritas, altamente desconsiderados para la dignidad del ser humano. Hay un oasis en esas crónicas, entre otros oasis; es cuando Manucho descubre la televisión, cuando ésta empezaba a funcionar en el Alexandra Palace de Londres. Fecha la crónica en 18 de junio de 1948 y empieza así: "La televisión cuenta ya en esta capital con un público de 45.500 abonados (la cifra corresponde al mes de marzo último), quienes gozan de las ventajas de un invento destinado a popularizarse cada vez más..." La crónica sigue, claro, y el libro sigue. Alguien me dijo esta mañana que el mundo está tan difícil, tan perdido, tan locuaz en su tiranía de malas noticias, que hace falta un libro para tomar aire. Aconsejo este, pues incluye literatura en la que la melancolía se mezcla con los despojos de una actualidad que incluye miserias pero que no ha de derruir esperanzas. Ahí están los niños, buscando pelotas rojas en tejados inalcanzables.
how do i know if my girlfriend cheated on me
sunpeaksresort.com i think my girlfriend cheated on me
i cheated on my husband
click my fiance cheated on me
kr vijaya sex stories
open free online gay sex stories
coupons for prescription drugs
open free cialis samples coupon
low dose naltrexone side effects multiple sclerosis
site alcohol antagonist