Octavio Paz calificó a Carlos Chimal como una "rara avis" de la literatura mexicana. Esta novela lo confirma. Quijotesca y rabelesiana, Creaturas de fuego es una sutil broma alrededor de quienes están imposibilitados de morir durante centurias y viven bajo el lema: actúa como si ya fueras un cadáver.
Esta novela de fino trazo poético es un elogio de aquellos que viven en el límite de su indolencia y experimentan combustión externa de manera espontánea, como una antigua alegoría de las vicisitudes del fuego en su camino por el Universo. Bonzos sin causa, androides desmemoriados, gemelos vampirezcos, supermodelos zombies, japongleses surgidos de animés y mangas desfilan ante la mirada impasible del tiempo, el que todo lo disuelve.
"Todos somos ladrones en este mundo. Algunos hurtamos cosas, otros almas y sentimientos. Pero lo único que nadie puede robar es tiempo. Tampoco podemos rogar por él. Aun así lo intenté varias veces, como aquel día de verano de 1999, cuando echaba un ojo al gato en las cercanías del cementerio parisino de Père Lachaise, es decir, cuando me ganaba la vida vigilando los pasos del paisano que se hacía llamar Dj Pierre Chantal. Entonces se apareció en mi mente un garabato antiguo, dibujado tres siglos atrás por la mano diestra de Cornelis Mahu. Era un recuerdo extraño y recurrente de una tarde de otoño en la ciudad de Amberes, una plegaria ajena, un implante ancestral de algo que nunca había vivido y que, no obstante, guardaba en mi cabeza.
-No puedo, no puedo con él... ¡mis hermosas manos! -repetía una y otra vez Cornelis, mientras arrastraba en su casaca los restos calcinados del joyero Jacob." (Fragmento de Creaturas de fuego)cheat wife
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Colección: Letras mexicanas
Formato: 13,5 x 21 cm., 355 pp.
Primera edición: 2013
Última edición: 2013