En la noche de la Luna Melancólica, resonó el aullido solitario. Angustiado, murió en la soledad de la selva, en medio de los ruidos de aquella multitud invisible que nos acechaba desde su escondrijo. Toda la selva parecía esperar que yo matara a Saguairú. Seguí aquel viento. Aquel diablo viejo y astuto ya conocía mi olor. Éramos enemigos hacía mucho tiempo. "Saguairú era un solitario. Uno de los muchos que deseaban la libertad; uno de los pocos que aún lograban mantenerla. En las noches de muchas estrellas, en los días de sol casi eterno, vagaba por la tierra que se había convertido en su hogar. Siempre solo, condenado a una vida despojada de mayores alegrías, a una convivencia torturante consigo mismo y con antiguos recuerdos. [...] Su figura esbelta y resplandeciente recortada contra las sendas de la selva, perceptible apenas en los raros momentos de distracción o de sed en las márgenes imprecisas de los arroyos o en las caídas de agua de las pocas cataratas, aún conservaba la elegancia salvaje que sólo la libertad concede a los hijos de la selva. Ni siquiera mi presencia lo incomodaba, pues él era libre para ordenar su vida, para luchar por ella".
Colección: A la orilla del viento (infantiles)
Formato: 15 x 19 cm., 79 pp.
Primera edición: 1991
Última edición: 1995