Desde sus inicios, la democracia tuvo como propósito armonizar cualidades ideales para la libertad y la autonomía de los pueblos. Instaurada para combatir toda acción autoritaria y totalizadora de las religiones y de las ideologías del Estado, la democracia conquistó desde un principio la confianza de una sociedad que creía que finalmente se aproximaría a una mayor libertad política, tolerancia cultural y felicidad personal. Sin embargo, con el tiempo fue evidente que este acercamiento no se cumpliría y que –paradójicamente–, pese a considerarse una sociedad “liberada”, aún permanecía encadenada y esclava de su propia fuerza. Así, debilitados aquellos ideales democráticos, hoy en día las sociedades han disminuido sus expectativas y se han conformado con concebir la democracia solamente como instrumento de limitación de poder.
Colección: Sociología
Formato: 16 x 23 cm., 309 pp.
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