Fecha:
26/09/2015
La poesía catalana en México, después de un periodo en que se conoció, divulgó, publicó y tradujo, e incluso se escribió en ese idioma en estas tierras, lapso que va de la llegada de un numeroso contingente de esa región a nuestro país con el exilio republicano en 1939, y concluye en el transcurso de los años sesenta y primeros setenta, cuando escritores llegados con ese exilio como Pere Calders y Agustí Bartra regresan a su patria y en Cataluña se empieza a normalizar un poco la vida literaria en ese idioma, vivió después otro en que se supo poco, muy poco de lo que en esa lengua y en esa lírica ocurría, desconocimiento agravado por las pocas ediciones de traducciones del catalán que llegaban a nuestro país.
Hace un poco más de una década, al ser Cataluña el “país” invitado a la Feria del Libro de Guadalajara empezó un lento movimiento de lectura y traducción de esa literatura, que cristalizó en varias antologías y publicaciones individuales. Entonces apareció una antología muy útil y propositiva bajo el título de Resonancias (compilación de Bernat Puigtobella y en traducción de Marta Noguer Ferrer y Carlos Guzmán Moncada, unam 2004) pero que, dado el vacío anterior de más de tres décadas, era poco dúctil como guía, pues estaba armada temáticamente y no por autores en orden cronológico. Otra, mucho más extensa, que preparaba el Fondo de Cultura Económica se frustró y no llegó a buen puerto.
En 2013 en la notable serie de antologías que publica La Otra, Veinte del XX, apareció Poetas Catalanes, seleccionada por Jordi Virallonga más adecuada en el sentido de trazar un mapa para orientar en un territorio desconocido al lector mexicano, y recientemente ha empezado a circular en librerías Medio siglo de oro (Antología de la poesía contemporánea en catalán), publicada por el FCE España, pero distribuida ya en las librerías mexicanas por esa casa editorial, con selección, traducción y prólogo de Eduardo Moga, motivo ambas de esta nota. Las antologías de Virallonga y la de Moga son complementarias y vale la pena leerlas ambas de forma paralela y compararlas. (También se publicó, por lo menos así la he visto referida, otra antología en Zacatecas, La lengua lemosina, antología de la nueva poesía catalana contemporánea de Mario Bojórquez, Ediciones de medianoche, 2010. Imposible conseguirla, es otra manera de permanecer inédita).
El título mismo de la de Moga es ya un guiño al lector. Es un lugar común decir que entre la aparición de Joan Maragall a mediados del siglo xix y los primeros años setenta del xx, la lírica Cataluña vivió un “siglo de oro”, lugar común que sin embargo sigue siendo cierto, paralelo al de la llamada edad de plata en castellano, lapso casi paralelo. Pero ese siglo de oro, que incluye escritores extraordinarios —Joan Salvat Papasseit, Josep Carner, Carles Riva, J. V. Foix, Josep Palau y Fabre, Salvador Espriu, Agustí Bartra, Joan Brossa, Joan Vinyoli, (de quien por cierto también está circulando una antología, La mano del fuego, publicada por la editorial Candaya en el centenario de su nacimiento) Vicent Andrés Estelles y Miquel Martí Pol entre bastantes más— y culmina con la temprana muerte de Gabriel Ferrater (1972), cuando la transición democrática ya se respiraba en el aire.
De manera deliberadamente contrastante a la vez que continuista Moga titula esta antología Medio siglo de oro, pero esos cincuenta años se agregan a esa centuria descrita como del mismo metal. Pero y esto es interesante aunque problemático, se refiere a un medio siglo que deja en el limbo temporal a varios poetas muy importantes, como el catalán—mexicano Ramón Xirau, Narcis Comadira, Feliu Formosa, Marta Pessarodona, Antoni Marí, Francesc Parserisas, Joan Margarit, Pere Rovira y sobre todo Pere Gimferrer (con su poesía escrita en catalán), o incluso algunos más jóvenes como Alex Susana. Si bien Moga los menciona y sitúa generacionalmente en su espléndido prólogo el riesgo es que ese limbo los confine a un desconocimiento en México (solo Gimferrer y Margarit tienen presencia y prestigio entre nosotros, aunque son todavía poco leídos). El remedio sería hacer una antología para México de ese periodo que se quedó en el limbo. Hecho este señalamiento, prosigamos.
En todo caso el gesto de Moga en el título de la antología me parece claro: los poetas del primer siglo mencionado tenían en cierta manera un doble valor: eran muy buenos poetas y eran poetas en catalán, en un momento nada fácil para esa cultura. Mientras que los antologados en Medio siglo tienen menos responsabilidad nacionalista y tal vez más con la calidad poética. No me detendré en este asunto, pues la situación de Cataluña ahora es muy compleja políticamente, se debate entre las legítimas reivindicaciones de una cultura y los nocivos dogmas nacionalistas, y el asunto rebasa el espacio del que dispongo.
La propuesta de Moga convence las reticencias que por un lado encuentran en la poesía catalana anterior una calidad extraordinaria, difícilmente igualable y casi imposible de mantener por largos periodos históricos, y por otro las de quien consideran abandonadas las beligerancias idiomáticas. Al cumplir plenamente Moga con el lapso propuesto en el subtítulo de su libro —poesía contemporánea— de verdad nos presenta una muestra de la poesía que se está haciendo hoy en Cataluña. En su documentado y sintético prólogo plantea elementos históricos, desde los más conocidos, como el pasado medieval y renacentista de la cultura catalana, hasta la llamada Renaixença a fines del siglo XIX, y el conflicto de la Guerra Civil y el exilio en el XX, para subrayar, según mi opinión, acertadamente, la alta calidad de una literatura en el seno de una comunidad lingüística muy reducida numéricamente.
Se trata en efecto de un asunto que llama la atención. Uno podría pensar que igual de sorprendente es la calidad de la poesía nicaragüense de Rubén Darío a Coronel Urtecho, pero su sí patria geográfica es chica, su ámbito lingüístico y cultural no, pues el español en su conjunto. Por otro, es claro que al menos por un lapso importante del “siglo de oro” anterior a la antología, la literatura, en especial la lírica, fue un signo de la densidad cultural que la burguesía catalana tenía, al grado de que se tiene la sensación de un universo cerrado, aunque no provinciano (se traducía mucho y bien poesía de otras lenguas al catalán).
Un buen tema de reflexión es, además, que esa cualidad tan alta sea sobre todo en la poesía. No es que en la prosa no haya también una época de oro —Manoel de Pedrolo, Merce Rododera, Josep Pla, Eugenio D’ors lo comprueban, pero no es la prosa narrativa o el ensayo lo que se considera una excepción.
Moga y Villaronga en sus antologías muestran que esa poesía está mucho menos encerrada actualmente y más abierta al proceso de globalización, la influencia de la música, del cine, de la tele y de la política. Y eso incluye también una apertura más evidente a la propia cultura española. Una señal es que ambos antólogos, plenamente insertos en la literatura en catalán, son escritores en castellano sin ningún conflicto por ello, conscientes de que la convivencia entre ambas lenguas es una ventaja.
La comparación antes propuesta sugiere un buen espejeo, la secuencia debería ir de la de Moga a la de Villaronga, pues creo que la primera está más asentada en un gusto y en una calidad, de allí el ambicioso título, mientras que la segunda es más propositiva y vinculada a la polémica interna de las tendencias de los poetas catalanes actuales. Ambas apuestan por volver legible para el no especialista el panorama actual de la poesía escrita en catalán, e incluye en su mayoría a poetas cuya obra está aún en marcha. Una de las que no está en esa situación es María Mercè Marçal, nacida en 1952 y muerta en 1988 y considerada ya en cierta manera una referencia clásica. Ojalá alguna editorial se animara a publicar su poesía completa o una amplia antología, pues es extraordinaria.
Así, más que comparar periodos y autores incluidos o excluidos lo que vale la pena es entender la diferencia que tienen estas antologías respecto al siglo XXI que aquellas, como las de José María Castellet, Mariá Manent, José Agustín Goytisolo, entre otros: una lírica de excepción lingüística y política, a la vez que cualitativamente asombrosa. Ahora la llamada normalización política contribuye a sacar a la literatura en catalán de su condición de ocultamiento y de secreto a voces, de idioma en la sombra o francamente perseguido. También, paulatinamente, conquista capas lectoras más extensas y no se aísla en una condición cifrada de la burguesía independentista o en la reafirmación de identidad, aunque algo tenga todavía de ambas, y con eso se aleja de una actitud provinciana y busca su condición compartida de comunicación.
Ocurre, por ejemplo, que en el tratamiento reivindicativo de la lengua catalana como vehículo expresivo la relación es más transparente y directa, sin el barroco casi esotérico de Foix o de Espriu. Creo, también, aunque comprobarlo con precisión requeriría conocer hábitos de lectura, que han aumentado los tirajes de los libros, sus lectores jóvenes e incluso su práctica pública ocurre también a más temprana edad.
Para México la poesía catalana, sin embargo, y a pesar de las antologías mencionadas, sigue siendo una asignatura pendiente. Se la conoce poco o nada, a pesar de la cercanía que hubo en una época. La creciente presencia entre nosotros, gracias a su asistencia a festivales del mundo latino, de Joan Margarit, poeta excepcional, puede ser el punto de inflexión para despertar el interés en ella. Hoy, que se habla tanto de Cataluña por el asunto político separatista, por las conexiones de corrupción y tramas de lavado de dinero de algunas empresas, así como del futbol de Barcelona, deberíamos aprovechar para hablar y leer más de su literatura.
http://confabulario.eluniversal.com.mx/la-poesia-catalana-hoy-ante-los-lectores-mexicanos/
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