Fecha:
17/07/2016
En 1923 César vallejo, el poeta peruano y universal, marchaba de Perú a Europa porque se encontraba “atormentado por el problema de mi porvenir” (p. 111), como confesaba a su amigo Pablo Abril de Vivero, añadiendo que “En París no haré nunca nada. Quizás en Moscú uno defienda mejor el porvenir”. En definitiva, el triángulo Moscú-París-España fue la geografía existencial de un Vallejo, espíritu solidario en estado puro, que malvivió entre privaciones y precariedades hasta que se cumplió la profecía de su trágica muerte: “Me moriré en París con aguacero” en 1938. Viene esto a cuento por la publicación de un interesantísimo libro “César Vallejo. Camino hacia una tierra socialista” (Ed. Fondo de Cultura Económica, 2014) que compila un material de prensa –crónicas, reportajes– acompañado de poemas y cartas, pero en esencia un libro de crónicas de los viajes vallejianos en años y por países ya referidos. Víctor Vich es el editor literario de este libro, responsable de un prólogo que es de lectura obligada, y de la selección de los textos, que están espigados de los dos volúmenes de “Crónicas” del escritor peruano editados en 2002 por Jorge Puccinelli.
Libro interesante, curioso y sugestivos, situado en las antípodas de cualquier libro de viajes, de cualquier guía al uso, de las simples impresiones más o menos turísticas. Tras su lectura deducimos el gran interés de Vallejo por la Rusia soviética que vive los primeros años posteriores a la Revolución de 1917; sabemos de la suma de elogios y críticas que abarca su visión del París más admirable por más moderno y cosmopolita; reconocemos su entrañable amor por España y su defensa de la causa de la II República que tanto resuena en poemarios como “Poemas humanos” (1939, póstumo) y “España, aparta de mí este cáliz” (1939, póstumo también).
Estas páginas de prensa hay que recomendarlas por sus contenidos: vida diaria, bellas artes, doctrina política, relaciones sociales e individuales, costumbres, tecnología, Historia, etc. El cornista lo es siempre en profundidad, en actitud de analista crítico, en su relación directa –mental, sentimental– con la realidad que va conociendo, en la feliz fusión de subjetividad y objetividad. Como dice Víctor Vich, “la crónica modernista es aquí punto de partida” que muy pronto deja ver un tenaz observador que discierne y valora, que elogia lo universal y cosmopolita, pero también los acontecimientos que abren nuevos caminos, cambios sustantivos en las sociedades de los países. No renuncia al elogio, pero no escatima denuncias en materias como la búsqueda de justicia social o de solidaridad. El reportero sale a la calle, dialoga con los ciudadanos, inquiera, interroga, confronta, comprueba cambios y transformaciones, novedades: divulga, compara, observa y se compromete para bien o para mal con lo que escribe. Le interesa la sociedad civil, los grandes logros técnicos, el capitalismo y el socialismo, la mujer y su situación personal, laboral y social. No es neutral o escéptico; sí, entusiasta. Por ejemplo, con las novedades del Estado soviético que constata en la vida ciudadana de Moscú, asunto que ocupa buena parte de estas páginas.En suma: estamos ante la feliz recuperación de un material de prensa que revela a un César Vallejo como observador desde posiciones de la izquierda política: como eterno preocupado por la vida del ser humano en cualquier tiempo, lugar o circunstancia. Un excelente y revelador libro.
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