Fecha:
23/08/2016
Alfredo tenía un alce.
No lo tuvo desde siempre.
El alce llegó un día y Alfredo
supo, solo SUPO, que debía
ser suyo.
El encuentro entre Alfredo y el alce fue del todo casual pero, desde el mismo instante en lo que lo vio, Alfredo decidió que tenía que ser su alce. Decidió llamarlo Marcel y le explicó cuáles eran las reglas a seguir para convertirse en “una buena mascota”.
El alce parecía no prestar mucha atención al largo listado de normas (¡más de 70!) que Alfredo, con mucha paciencia, le iba explicando. Sin embargo, el niño estaba convencido de que en realidad sí le hacía caso: respetaba a la perfección la regla 4 y no hacía nada de ruido mientras él escuchaba sus discos; y también la regla 11, ya que le daba refugio cuando llovía.
Pero a veces el alce no se portaba bien: no accedía a ir donde Alfredo quería y se alejaba demasiado de casa. Un día sucedió algo inesperado con lo que Alfredo no contaba, algo terrible: alguien más pensaba que el Alce era suyo… ¡y lo llamaba Rodrigo! Y lo peor era que el alce parecía más interesado en la manzana que la anciana le ofrecía que en hacerle caso a Alfredo.
Pero cuando el niño se perdió en el bosque y estaba oscureciendo, de repente llegó Marcel a rescatarlo (que hubiera muchas manzanas sabrosas en el suelo obviamente era pura casualidad…).
Alfredo perdonó de inmediato al alce, tuvo que admitir que “quizá nunca había sido suyo” y replantearse la aplicación de las reglas: a partir de aquel momento, Marcel tenía que seguir tooodas las reglas pero… solo cuando le apetecía.
Esta, como todas las historias de Oliver Jeffers, detrás de una apariencia sencilla, entrañan conflictos profundos, tratados por el autor de modo inteligente y dinámico. El fin de sus obras es el de entretener y al mismo tiempo hacernos reflexionar, pero carecen de cualquier pretensión moralizadora.
Refiriéndose al éxito de sus libros, el autor opina que “gustan porque los escribo para mí. No están concebidos para un determinado grupo de edad o demográfico, no están forzados. Tienen una simplicidad y una curiosidad que, afortunadamente, parecen gustar tanto a niños como a mayores”. Oliver Jeffers considera los álbumes ilustrados una plataforma fascinante para contar historias que hablan de temas universales como la amistad, el amor y la pérdida.
Una historia sobre el sentido más profundo de la amistad, que no es posesión sino lealtad y condivisión [sic]. La amistad (y el amor) no se rigen por reglas, menos aún por reglas establecidas unilateralmente, sino que se construyen en el día a día, desde el cariño y el respeto mutuo.
Alfredo descubrirá que su amigo no le pertenece a él, o a lo mejor, no pertenece a nadie.
Los paisajes de Oliver Jeffers como siempre son espectaculares y en este álbum el contraste entre ellos y los graciosos personajes que lo protagonizan, es especialmente llamativo.
A finales de 2012 “Este alce es mío” obtuvo el premio Specsavers Children’s Book of the Year en al ámbito de los Irish Book Awards, premio que Oliver Jeffers ya había recibido en 2007 por “El increíble niño comelibros”.
http://crianzaconapegoyliteratura.blogspot.com.es/2016/08/este-alce-es-mio.html
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