Fecha:
29/06/2017
La música contemporánea y la medieval se dan la mano por lo menos en un punto: buena parte de la ejecución de muchas piezas queda al albur del intérprete. Es este quien decide cómo va a sonar la partitura y en algunos casos (Cage es el más conocido) puede decidir lo que la partitura "dice" o "es". Del mismo modo, la música que nos ha llegado de los siglos XIII y XIV se ha grabado de múltiples maneras, con diversísimos instrumentos, ritmos dispares e incluso alturas distintas. Hay una asombrosa libertad para la ejecución de una música que suele ser severa y piadosa. Como dice Maricarmen Gómez Muntané, la diferencia entre muchas versiones y la realidad del momento compositivo es la que va de un libro de historia a una novela de albigenses. Y si bien todos entendemos su posición, bien es cierto también que la música siempre es un puro presente. Y que lo que suena, incluso en las versiones de pretensión cientifista, historicista o con "instrumentos originales", es tan actual como Miles Davis. Por eso dice también Muntané que prefiere la adaptación de Stella splendens por el grupo de rock alemán Adaro. A su entender, es mejor digerirlo totalmente que hacer ciencia ficción.
Lo dice en un estudio ejemplar y magnífico sobre el Llibre Vermell que acaba de publicar el FCE. Este denominado "libro rojo", en razón de su encuadernación, es una de las joyas de la música europea y se encuentra en el monasterio de Montserrat tras una larga historia de robos y restituciones. Contiene una de las antologías más interesantes de todo el repertorio europeo, pues reúne composiciones cultas y populares, muchas de ellas bailables. Culmina con la que quizás sea la primera danza de la muerte conocida, la célebre Ad mortem festinamus.
Aunque copiado en el siglo XIV, algunas piezas del Llibre son anteriores, pero en general coinciden con la ola de culto a María que se dispara sobre todo a partir del XIII, hasta dominar la liturgia eclesiástica y la piedad doméstica, por influencia de las órdenes mendicantes y en particular de los franciscanos. Esa fue una de las mutaciones mayores en unos siglos que algunos aún se obstinan en llamar "oscuros". La presencia del Cristo ensangrentado en la cruz dejó paso a una jovencita que a veces lleva una criatura en el regazo. Hay un cambio prodigioso que debe imaginarse como secuela de las catedrales y sus muros de cristal que inundan de colores la nave central. Las viejas basílicas románicas, oscuras, tenebrosas, quedaron atrás.
Seguramente por su carácter luminoso, las composiciones del Llibre tienen y tuvieron tanta aceptación. Baste decir que uno de los manuscritos con canciones del Libro mejor conservado se encuentra ... ¡en Islandia' La antología sólo es comparable, dice Muntané, a las invenciones de Guillaume de Machaut, pero con una diferencia: el francés trabajaba para la aristocracia, en tanto que el Llibre va dirigido a los peregrinos de Montserrat, un conjunto popular e interclasista, a pesar de la intervención de la Corona de Aragón en algún aspecto del Llibre.
Muchas son las grabaciones en las que pueden oírse las diez piezas de la antología, aunque confieso que mi favorita sigue siendo la de Jordi Savall (que por cierto puede verse en Youtube) a pesar de que incurre en ficciones instrumentales y rítmicas, según el juicio de la autora. Los entendidos podrán sacar sus propias conclusiones porque esta admirable edición incluye el facsímil del libro y las letras (bilingües) de todas las canciones. Una verdadera joya.