Fecha:
09/01/2019
La navidad albaceteña se parece algo a la feria. Con abrigo y sin redondeles no paras de toparte con gente (des)conocida (es lo que tiene pasarse el día formando parte del mobiliario urbano…). Los unos están totalmente acabaos, las otras han alcanzado el éxito allende los mares, y aquí sigo yo, contemplando –y soportando- la pasarela.
No sé cuántas veces me han preguntado lo del Botox® y los injertos capilares (Me reía, claro… De los aduladores líbreme el Señor que de los envidiosos ya me libro yo), que si seguía aguantando niñatos (¡Y menos mal…! Lo malo sería que tuviera que aguantarlos a ellos…) y que si todavía no me había cansado de juergas (Hay gente que de tonta, ofende). Yo les dejaba que se explayaran, a modo de buen terapeuta, y luego, sopesando su tez cetrina y la profundidad de sus ojeras, hacía la pregunta estrella: “¿Y tus chiquillos, cómo los llevas?” Empalidecían de inmediato y, con la lengua contenida, torcían el morro con un gesto a camino entre la mueca y la sonrisa (que no falte).
Y es que el aquí maestro sabe de buena tinta lo que deparan los hijos. Empezando con la teta y terminando por la graduación, los vástagos dan muchismo’ quehacer. Que si no concilian el sueño, que si tienen terrores nocturnos, que si se estriñen, que si no les gusta la fruta, se orinan sin cesar, el chichón de la guardería, y sobre todo el “¡No te comas las uñas de los pies!”. Ver a los padres saliendo de quicio es una delicia, más todavía cuando terminan cediendo ante los chantajes de los mengajos (Aviso de que nos acercamos inexorablemente a la situación de los primeros 2000, cuando la crisis aún no había hecho aparición y los nenes se malcriaban solicos y sobreprotegidos).
Menos mal que todavía hay gente como Isol (Isol Misenta para los monstruos más duchos) que saben reírse de estas pequeñeces que minan la paciencia de padres primerizos. Y es que Imposible, su último título, editado por Fondo de Cultura Económica, es una parodia inmejorable que relaciona los pormenores de la crianza con la ignorancia de los progenitores. El argumento es bastante reconocible: una pareja anda harta de lo mal que se lo hace pasar su bebé día y noche, piensan que lo mejor es echar mano del esoterismo, y acuden a la consulta de una ¿hechicera? ¿pitonisa? para solucionarlo.
Aunque el resultado es bastante desternillante, les confieso que esta historia nos invita a pensar sobre muchas cosas serias que más de un padre o madre se debería plantear después del embarazo (me encanta esta conjunción).
¿Me escuchan, me sienten? ¡Un detalle inmejorable para todo tipo de progenitores! Yo que tengo cerca a muchos, creo que voy a comprar un capazo para adjuntarlos a la subsecuente tarjeta-regalo.
Fuente:
https://romanba1.blogspot.com/2019/01/ninos-vaya-lata.html