Fecha:
22/06/2019
La profesora de la Complutense e investigadora Rosa Falcón Araña (Las Palmas de G. C. 1962) publica.
‘Robinson y la isla infinita’, un ensayo que indaga en la obra de Daniel Defoe, que cumple 300 años.
“Ya no quedan desiertos. Ya no quedan islas. Y, sin embargo, se siente su deseo”. Se trata de una cita de Albert Camus que abre su libro, y un estímulo relevante para preguntar sobre una curiosa transposición del mito de Robinson Crusoe: de náufrago solitario ha mutado a individuo que ha conseguido un estatus idílico, no sometido a los males de la sociedad moderna. ¿Es un pensamiento correcto?
Sí, es correcto, estamos ante un personaje cargado de sentido utópico que inspirará tanto a los iluministas como a los románticos a lo largo de varios siglos. Pero se trata de un mito poliédrico y al mismo tiempo podemos observar lo contrario, la distopía. La visión idílica de novela de aventuras del siglo XVIII y XIX es superada en el siglo XX. Los autores contemporáneos que escriben sobre este mito lo hacen de forma más paródica y nos muestran también la figura de un héroe en negativo. La supervivencia de un hombre solo en una isla desierta sin un contexto social que lo sostenga es un imposible. La relación con el otro es lo que da sentido a la existencia humana. Sin embargo, estamos frente a la paradoja del deseo de una isla como expresa Albert Camus. La isla se convierte en el laboratorio perfecto para experimentar con toda clase de ideas. Un mundo aparte donde siempre podemos comenzar de nuevo…
¿Cuál es la versión más exacta sobre la inspiración que recibió Daniel Defoe para su obra?
Daniel Defoe se inspiró en la historia del marinero escocés Alexander Selkirk, para crear a su propio héroe. Este marinero fue castigado por su capitán por rebeldía, y lo abandonó en una de las islas del Archipiélago de Juan Fernández, con una Biblia, un cuchillo, un hacha, un fusil y algunos enseres para que pudiera sobrevivir. Selkirk sobrevivió en estas condiciones durante cuatro años y medio, hasta que el navío el Duke, al mando del capitán Woodes Rogers, lo encontró y lo devolvió a su país.
Sin duda, Defoe debió leer este relato en las memorias del capitán Woodes Rogers y por Sir Richard Steele, uno de los creadores del famoso Spectator que publicó esta hazaña de supervivencia robinsoniana. Para distanciarse de la historia real que era muy conocida y circulaba por las tabernas del Puerto de Londres, Defoe crea su personaje de ficción Robinson y sitúa a su náufrago en una isla del Caribe, cerca de la desembocadura del río Orinoco.
¿Y en el caso suyo qué le llevó a esta novela que está a punto de cumplir 300 años?
La entrevista que hice al filósofo francés Michel Tournier, para El Europeo, que recientemente ha publicado la revista El Estado Mental, sobre su novela Viernes o los limbos del Pacífico, fue decisiva. Su obra orientó mi trabajo de investigación de tesis. También pensadores como Lévi Strauss, que fue maestro de Michel Tournier o el filósofo Gilles Deleuze. Intelectualmente también estoy en deuda con Ian Watt y con su revelador libro: Los mitos del individualismo moderno. Creo que es una de las obras mas interesantes que se han escrito acerca de las principales figuras míticas de nuestro tiempo: Robinson Crusoe, El Quijote, Fausto y Don Juan. Su brillante pensamiento holístico sigue siendo un referente clave de pensamiento. Su complejo análisis y erudición son siempre una fuente inspiradora. Es el ensayo de mitocrítica, antropología, filosofía y cultura política mas ambicioso e inteligente que conozco.
¿Qué vieron los lectores del siglo XVIII para que este libro se convirtiese en una especie de ‘best sellers’ de la época?
Robinson Crusoe refleja con enorme claridad las tendencias de la clase burguesa ascendente y comerciante nacida de la Revolución inglesa. Fue traducido al francés, al alemán y al holandés antes de que transcurriera un año desde su publicación. Porque de alguna manera retrataba el espíritu europeo de su tiempo. Coincide además con la eclosión de la novela que nace en una burguesía acomodada y que necesitaba historias que reflejaran ese espíritu. Hay toda una ética al trabajo que define este libro. Y paralelamente también defiende la vida de un hombre natural en un ámbito no urbano y será el libro de lectura ejemplar del Emilio de Rousseau. Con una lectura también metafísica que profundiza en la soledad del alma humana. Así que se trata de un prodigio de novela que atraerá a los iluministas y a los románticos de igual manera, que se inspirarán en esta narración para continuar expresando sus ideales.
En una comparativa entre el mito de Don Quijote y el de Robinson Crusoe, el primero queda situado en un plano más idealista mientras que el segundo, sin embargo, pasa a ser un ejemplo de pragmatismo, de adaptación a un medio inhóspito que logra dominar para su supervivencia. ¿Ve justo el análisis o le gustaría que el personaje de Defoe fuese realmente un soñador, por decirlo de alguna manera?
Encontramos paralelismos en el comienzo, pero la personalidad de los personajes de ambas novelas y sus historias quedan bien diferenciadas. Robinson se distingue de otros personajes míticos o de los héroes de las novelas de caballería porque su historia no está escrita como una relación de hazañas sino que solo cuenta la historia de un hombre corriente, que llega a convertirse en un héroe gracias a una experiencia excepcional en un tiempo clave de la historia.
Miguel de Unamuno comparaba la figura de Robinson con la de Don Quijote ensalzando la personalidad pragmática del héroe de Defoe. Unamuno llega a esta reflexión frente a una España empobrecida, tras la pérdida de las colonias, comparando el idealismo ensoñador de nuestro hidalgo aventurero frente al pragmatismo de Robinson, que se asienta y coloniza la isla e incluso mantiene una relación con un nativo al que impone su modo de vida y esclaviza. Son dos héroes muy diferentes y desde luego Robinson tiene mucho que decir acerca de la colonización.
Entre las muchas lecturas que aparecen en su libro me ha llamado la atención, especialmente, el vínculo entre el relato de Defoe y su novedosa aportación al periodismo como reportaje escrito en primera persona, algo que se materializaría en el XX con el Nuevo Periodismo. ¿Estamos ante un texto inagotable cuyo valor literario se complementa con su potencial estilístico?
Sí, efectivamente, Robinson Crusoe es un libro de gran interés para los periodistas, como el Diario del año de la peste o Moll Flanders porque inauguran nuevas fórmulas del género periodístico llevados a la novela, experimentando con las técnicas del reportaje directo, la observación de los hechos, la rigurosa exactitud del relato y los cálculos estadísticos que revindica el nuevo periodismo, con Tom Wolfe a la cabeza; pero estas fórmulas ya las había inventado Defoe que fue un extraordinario periodista y novelista precursor de la novela moderna.
¿Qué son las ‘robinsonadas’?
Robinson, es el único personaje mítico que ha engendrado un género narrativo específico: las robinsonadas. Podríamos definir la robinsonada como la historia de la relación de un hombre (o de varios hombres) con la isla en ausencia del otro. También Gilles Deleuze define el término robinsonada como “Un mundo sin el otro” en su libro La isla desierta y otros textos.
¿Cómo se ha infiltrado el mito en el cine, la televisión o internet?
El cine en sus comienzos se basó en el género literario para sus adaptaciones en la pantalla. Las robinsonadas fílmicas nos muestran una evolución constante del mito y su extraordinaria resonancia. Esta infiltración resulta apasionante y nos muestra como el mito de Robinson continúa estando de actualidad. Películas tan interesantes como la versión de Luis Buñuel o las últimas producciones de Hollywood como Náufrago con Tom Hanks, o Todo está perdido con Robert Redford donde es el único actor protagonista de un naufragio durante toda la película. También Marte con Matt Damon, que trata de una robinsonada de supervivencia en el espacio…
Se trata de un mito vivo porque sigue apareciendo en series de televisión tan exitosas como Lost, que es una robinsonada extrema de la isla. Continuamente vemos en programas concursos de televisión como los concursantes tienen que sobrevivir en una isla desierta comportándose como auténticos Robinsones del siglo XXI. No deja de llamarnos la atención la extraordinaria vitalidad que demuestra este mito a lo largo de cuatro siglos de andadura en todos los géneros escritos, audiovisuales, en el lenguaje publicitario y en internet.
Uno de los grandes ‘totem’ en torno a la obra es su vertiente colonial, es decir, su consideración como pieza clave para el magisterio del buen colonizador, sobre todo en lo que se refiere a la relación entre Robinson y Viernes, que forman un dúo comprometido frente a los indígenas. ¿Este sentimiento colonial marca realmente la voluntad literaria de Defoe, o no estaba entre sus prioridades?
El sentido colonial marca el origen de esta novela y estaba muy presente en las intenciones de Defoe. El personaje de Robinson está cargado de sentido colonizador y fue un claro instrumento de la burguesía ascendente europea que se sirvió de él para expandir sus valores. Max Weber expone claramente en su famosa obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, que fue la religión protestante y no la católica la que decidió el desarrollo material en los países anglosajones. Este será el modelo de proceder que caracterizaría a las empresas de colonización inglesa en el mundo. Sus dos supervivientes en la isla están bien diferenciados: un súbdito británico y el otro un siervo colonial. El personaje de Robinson y nuestro mito nos sugieren de este modo el nacimiento y ascenso del representante burgués de nuestro tiempo. Si hay pues en la historia de los mitos humanos un arquetipo de la mentalidad burguesa y de homo economicus, este es Robinson Crusoe.
¿A la hora de hacer una inmersión en Robinson Crusoe de qué sirve haber nacido en una isla?
Esta geografía y este paisaje marino me han condicionado desde mi primera memoria. Creo que los isleños somos islómanos o islomaníacos y, aunque vivamos en el continente, llevamos ese paisaje interiorizado. Mi madre contaba una anécdota de un viaje a Madrid con mis hermanos cuando éramos aún pequeños. Al salir del avión desde la escalerilla mirábamos hacia el horizonte buscando el mar. Y le preguntamos extrañados: ¿Pero dónde está el mar? Porque no podíamos concebir la tierra sin el límite marino. Siento una querencia natural por el paisaje de las islas y del Océano Atlántico que he llevado a mi escritura. Mi primer libro de poemas titulado: Azul tan blanco estaba dedicado al territorio insular y su proximidad al continente africano. También en mi pintura he explorado la búsqueda de este paisaje más imaginario que real. La portada de este ensayo, que presenté el jueves pasado en la Casa Museo de Colón, es una de mis pinturas marinas. Este libro reúne por vez primera a muchos autores hispanoamericanos sobre la temática de la insularidad y del mito de Robinson. Creo que la editorial Fondo de Cultura Económica fue sensible a esta recopilación y apostó por este trabajo, por lo que estoy agradecida y también al magnífico prólogo de Carlos García Gual. Este libro fue presentado recientemente en La Laguna por Andrés Sánchez Robayna y Juan Cruz, dos autores muy distintos desde la academia y del periodismo, pero a los que les une ese sentido de lo insular o la poética de la insularidad, con unas trayectorias profesionales que he admirado desde siempre. También estoy muy agradecida a la poeta Alicia Llarena por su presentació de la obra en Gran Canaria.
¿Qué le llevó a poner el adjetivo ‘infinita’ en el título de libro? ¿Es el mejor para referirse a la ambivalencia de la insularidad?
Jacques Derrida, se preguntaba en un seminario acerca de la lectura de Robinson y Heidegger ¿Qué es una isla? y respondía: “no hay mundo solo islas” Como si la interrogación de la isla y de su esencia nos llevaran a reconsiderar el mundo o a inventarlo. Todas las aventuras posibles pueden acontecer en este singular territorio. ¿Por qué? Porque la isla no es solo un espacio, es también una idea. Lo infinito, del latín infinitus, significa aquello que no tiene término o fin. La isla no encontrada e interminable. La búsqueda de una isla fuera del mapa. Se trata de una invención. La isla se ha convertido en su propia narración sin límite. Creo que es lo que viene a expresar este libro. La isla infinita. Como diría el poeta italiano Guido Gozzano “La más bella de todas las islas continúa siendo la no encontrada”. Le contaré una anécdota. Los poetas cubanos Fina García Marruz y Cintio Vitier, entre mitos, historia y leyenda, me comentaban que cuando Colón llegó a las costas de Cuba preguntó a los indígenas dónde se encontraba: si en un continente o en una isla. Los indígenas le contestaron: “Esta tierra es infinita”. Ningún continente ha suscitado tanta invención literaria filosófica y también política acerca de la temática de las islas como América. Por ello creo que América Latina continúa teniendo una profunda conciencia de insularidad y no sólo en sus islas también en el continente. Creo que este distanciamiento y un extraño sentimiento de orfandad que describía Octavio Paz en El Laberinto de la soledad y que han recogido otros pensadores latinoamericanos continúa estando presente.
Fuente:
https://www.laprovincia.es/suscriptor/cultura/2019/06/22/robinson-crusoe-inaugura-tecnicas-reivindica/1186641.html