Fecha:
25/11/2009
"Alterno poco y cuando alterno, parloteo". Rafael Sánchez Ferlosio estaba ayer especialmente locuaz. Agobiado por las cámaras que le esperaban en la puerta del ascensor de la sede madrileña de Destino, su editorial de toda la vida, el escritor sacó una linterna del bolsillo.
"Alterno poco y cuando alterno, parloteo". Rafael Sánchez Ferlosio estaba ayer especialmente locuaz. Agobiado por las cámaras que le esperaban en la puerta del ascensor de la sede madrileña de Destino, su editorial de toda la vida, el escritor sacó una linterna del bolsillo. Para defenderse de los flashes -anda mal de la vista- o para buscar, como Diógenes, un hombre honrado. No entendía la prisa de los periodistas. "¿Por qué no nos vemos mañana [por hoy]? Esto no es lo del barco [por el Alakrana]", había dicho a sus editores. Acababa de ganar el Premio Nacional de las Letras, que distingue el conjunto de la obra de un autor español.
Lo curioso es que el premio pequeño llegó en esta ocasión detrás del grande, o del mayor que puede recibir un autor en lengua española, el Cervantes. Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) lo obtuvo en 2004. Es la segunda vez que un autor galardonado con el Cervantes (abierto también a Hispanoamérica) recibe el Nacional de las Letras (limitado a España). El primero fue el dramaturgo Antonio Buero Vallejo que los recibió en 1986 y 1996 respectivamente. Autores como Francisco Ayala, José Hierro, Miguel Delibes, José Jiménez Lozano y Francisco Umbral también recibieron los dos, pero obtuvieron el Cervantes en segundo lugar.
Con los 40.000 euros del galardón Ferlosio piensa "hacer obras" en su casa de Coria (Cáceres). Era de su bisabuelo y después lo fue de su padre, Rafael Sánchez Mazas. Ahora la usa él. Entre Coria y Madrid, precisamente, está firmado su último libro, "Guapo" y sus isótopos , un ensayo cuyo punto clave, insiste su autor, "está en la página 98". Allí se determina cómo, frente a sinónimos como mono, lindo o bonito, la palabra guapo -cuyo origen viene de rufián- sólo se refiere a las personas. "Puñeterías de lingüista", sostiene.
El encuentro del autor de El Jarama -"una novela que aborrezco; era una gratuidad"- se convierte en una clase, improvisada, atropellada y brillante, sobre semántica. Dice Ferlosio que compuso su último ensayo a partir de notas de los años setenta. También dice que ha vuelto a entusiasmarse con la lingüística. Eso sí, duda que vuelva a sumergirse en ella con la "obsesión", química e intelectual, de entonces: "Ya no hay anfetaminas, que te pueden hacer decir disparates pero provocan una reflexión formalista que es útil para la gramática. Una vez, con Agustín García Calvo, vi un descendimiento de Cristo en las manchas de la pared".
El entusiasmo por la lingüística "no se dará con la narración", dice rotundo. ¿No querría más lectores? "Lo que uno quiere son libros, no lectores. Aunque claro que me gustaría que estas cosas interesaran a la gente". No es que se sienta más ensayista que narrador: "Son los asuntos los que tiran de mí. Y ahora tengo la cabeza en otra cosa: la guerra, los desastres políticos y militares...".
En ese momento, la charla con el autor de La hija de la guerra y la madre de la patria y God & Gun, se centra en la política. De la nacional le subleva "la incompetencia del Gobierno y de la oposición". También el hecho de que la discusión no sea sobre ideas sino sobre personas (Camps, Aguirre), ni siquiera sobre partidos: "El viejo personalismo español se ha adueñado de la política". Tampoco entiende el empeño por Afganistán de Carme Chacón, ministra de Defensa: "Si hasta Obama duda". El que duda de Obama es el propio Ferlosio: "No está haciendo nada. Tendría que haber roto con Israel por los asentamientos en Cisjordania, pero ha cedido".
Sobre su viejo proyecto de ensayo contra el deporte dice que tiene "muchos papelitos" con "cientos de argumentos", pero que le cuesta encontrar el orden. Y las fuerzas: "Estoy viejo, Me voy a morir pronto". Después de lanzar una andanada contra las pretensiones olímpicas de Madrid, el escritor toma impulso cuando se le pregunta por su opinión sobre el panorama cultural español: "No debería ser desagradecido, pero hay demasiadas funciones, museos, ceremonias, inauguraciones". Al recordar los fastos del quinto centenario del descubrimiento de América, al que él dedicó el demoledor ensayo Yndias equivocadas y malditas Ferlosio recordó la pretensión de celebrar 50.000 actos culturales: "Pavoroso. En todas partes la cultura ha sido siempre un instrumento de control social".
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