Fecha:
01/05/2010
La aparición de la versión castellana del Atlas Mnemosyne de Aby Warburg, en edición de Fernando Checa, es una noticia de primer orden para los investigadores hispanohablantes que hasta ahora habían de arreglárselas con las ediciones alemana o italiana de esta obra capital para los saberes sobre la imagen. Tras recibir el alta en la clínica psiquiátrica Bellevue en 1924 y hasta su muerte en 1929, Warburg trabajó obsesivamente en este teatro de la memoria que construyó mediante montajes fotográficos en los que incluyó reproducciones de hígados de arcilla para la instrucción de augures babilonios, de un carro festivo renacentista y de un recorte de revista sobre la campeona de golf Erika Sellschopp; de la Venus de Boticcelli y de una efigie del astrólogo árabe Abu Ma'shar. A través de los 79 paneles del atlas, que Martin Warnke trasladó a formato libresco junto a breves notas de su autor, Warburg intentó desbordar la historia del arte y erigir más allá de ella un pensamiento por imágenes que, a través del inconsciente de las formas, confrontara el malestar en la cultura occidental. No por otra razón describía este atlas, que está hoy en el ojo del remolino de la historia del arte, como una "historia de fantasmas para adultos". El febril impulso crítico que le conducía llevó a Warburg a atacar abiertamente al paradigma historicista y estilístico-formal que dominaba la historia del arte de su tiempo. Así lo hizo en la conferencia que pronunció en el Congreso Internacional de Historia del Arte de 1912 en Roma, "Arte italiano y astrología internacional en el Palazzo Schifanoia de Ferrara", en la que, con deje visionario, exhortó a sus colegas a construir "un análisis iconológico que, rompiendo el control policial que se ejerce sobre nuestras fronteras metodológicas, contemple la Antigüedad, el Medievo y la Edad Moderna como épocas interrelacionadas". Este texto está disponible en castellano en el libro, editado por Felipe Pereda, El renacimiento del paganismo (Alianza, 2005) junto a otros que Warburg publicó en vida como los indispensables "El arte del retrato y la burguesía florentina", "La última voluntad de Francesco Sasseti" o "Profecía pagana en palabras e imágenes en la época de Lutero". Reflejo tardío de la atención internacional que viene acaparando Warburg desde los años setenta, recientemente se ha puesto también al alcance del lector hispánico El ritual de la serpiente (Sexto Piso, 2008), la conferencia que dictó en Bellevue sobre la ceremonia de la lluvia de los indios pueblo, esencial para entender su concepción de la imagen como fenómeno antropológico total, así como las estremecedoras notas autobiográficas que escribió en el sanatorio suizo entre 1921 y 1924, donde fue internado por una crisis nerviosa, reunidas en La curación infinita (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2007) junto a la interesantísima correspondencia que mantuvo con su psiquiatra, Ludwig Binswanger.
Y junto a los textos de Warburg cada vez son más las contribuciones sobre su figura escritas o vertidas al castellano. Una de las primeras está en el apartado "Máquinas E. Imágenes" del libro El fantasma y el esqueleto, editado por el artista Pedro G. Romero (BNV Producciones/ Arteleku, 2001). La última es La imagen superviviente, de Georges Didi-Huberman (Abada, 2009), un deslumbrante ensayo sobre el trabajo de la imagen en la perspectiva warburguiana. Previamente, Didi-Huberman ha seguido la huella del historiador en Ante el tiempo (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2005), donde lo pone en relación con Walter Benjamin y Carl Einstein, y en Venus Rajada (Losada, 2005) prolongación de sus trabajos sobre la Venus de Boticcelli. Cerca de los libros de Didi-Huberman hay que colocar La potencia del pensamiento, de Giorgio Agamben (Anagrama, 2008), una recolección de sus escritos que incluye "Aby Warburg y la ciencia sin nombre", que abunda en el problema de la esquizofrenia de la civilización occidental diagnosticado por el historiador, y, del mismo autor, Signatura rerum (Anagrama, 2010), una reflexión sobre las figuras del paradigma, la signatura y la arqueología, en diálogo con Foucault, Benjamin, Warburg y otros pensadores. A distancia de los libros de Didi-Huberman y Agamben hay que colocar Aby Waburg, la biografía de Ernst Gombrich (Alianza, 1992), un retrato edulcorado que recibió una acerada crítica de uno de los más brillantes herederos de Warburg, Edgard Wind, titulada "Una reciente biografía de Warburg" y recogida en La elocuencia de los símbolos (Alianza, 1993).
Otro discípulo, el más allegado, del gran investigador alemán, Fritz Saxl, escribió dos semblanzas de su maestro, "La visita de Warburg a Nuevo Méjico" y "Tres florentinos: Herbert Horne, A. Warburg y Jacques Mesnil", incluidos en su libro La vida de las imágenes (Alianza, 1989). Por último, y a la espera de que se traduzcan contribuciones como las de Salvatore Settis, Werner Hoffmann, Mathew Rampley o Philippe-Alain Michaud, el lector hispanohablante puede consultar también "De A. Warburg a E. H. Gombrich. Notas sobre un problema de método", de Carlo Ginzburg, incluido en Mitos, emblemas e indicios e Historia, arte y cultura. De Aby Warburg a Carlo Ginzburg, de José Emilio Burucúa (FCE, México, 2007).
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