Fecha:
26/11/2013
¿Cómo nació el Paz ensayista? Lo cuenta Jacques Lafaye en una obra con mucho de biografía intelectual.

El historiador y antropólogo Jacques Lafaye conoció a Octavio Paz en 1954 y fue amigo suyo hasta la muerte del poeta en 1998. En el mundo parisino, se movieron en ambientes más o menos parecidos.

Los siete ensayos que componen esta obra abarcan varios de los temas principales de Paz ensayista y, a su vez, nos arrojan luz sobre su formación como escritor, sus lecturas y su peculiar configuración como intelectual. Es un libro lleno de admiración, pero no servil; todo lo contrario: de vez en cuando señala limitaciones o insuficiencias.

Algunos errores

En cierto sentido, estos ensayos tienen algo de contribución a una biografía intelectual hecha por un estudioso más joven pero que compartió algunas amistades, lugares, entresijos culturales y políticos, etc. Es un volumen de indudable valor, especialmente para conocer la presencia de la cultura francesa viva en la obra del escritor mexicano.

A veces hay algún que otro error, no central, que podría subsanarse, como situar a Gorostiza en la embajada de París cuando llegó a ella Paz (noviembre del 1945), o hablar del puesto de embajador de Carpentier, que nunca lo fue: siempre desempeñó el cargo de consejero cultural, pero Carpentier, es verdad, invitó mucho. Otras veces se trata de cosas que forman parte de lo discutible, como el peso que otorga a ciertos hechos, lecturas, posiciones. Cuando habla de las influencias de sus interlocutores franceses, olvida una central, la de un griego que escribía en francés: Kostas Papaioannou, algo que reconoció Paz en varias ocasiones.

Estos olvidos o errores no le quitan sus enormes aciertos, como las páginas que dedica al encuentro de Paz con Ortega y Gasset en Ginebra, en las Recontres Internationales. Se trata de una reconstrucción notable, sin duda a través de ciertos testimonios de asistentes.

Una fe sencilla

También es valiosa su aportación al gran estudio de Paz sobre Sor Juana Inés de la Cruz, un tema que Lafaye, autor de Quetzalcóalt y Guadalupe. La formación de la conciencia nacional en México (obra prologada por Paz), conoce bien. No menos importante es el rastreo que lleva a cabo de la influencia del Romanticismo alemán. En su investigación sobre los orígenes del Laberinto de la soledad (1950), olvida El laberinto español (1943), de Gerald Brenan. A pesar de estos descuidos, el libro no deja de ser notable.

Lafaye hace hincapié en un tema que le interesa especialmente, el de la espiritualidad; de ahí la carta de 1945, que reproduce, a Teresa Guillén, en la que le habla de su lectura apasionada de Péguy y expresa cierta nostalgia de una fe sencilla e inteligente. Es un capítulo por escribir: la fe de un hombre sin religión ni teología.

Lafaye testimonia la admiración de muchos indiólogos (como Charles Malamoud) por las obras de Paz relativas a la India; nos hace ver la deuda con Ortega (historicicidad, el hombre entre los hombres, etc.), pero pasa de puntillas por el Machado de la "esencial heterogeneidad del ser"); aborda su afinidad con Camus y sus diferencias con Sartre; la importancia de Heidegger en la ontología y de Dilthey en la filosofía de la historia. En definitiva, señala la dimensión creativa del pensamiento de Paz. Un libro discutible a veces y, por lo tanto, necesario.

Acerca del autor:
Juan Malpartida
ABC Cultural

Acerca del libro:
Octavio Paz en la deriva de la modernidad
Jacques Lafaye