Fecha:
01/06/2014
Al calor de su Premio Cervantes, alguna revista mexicana ha convertido el primer apellido de doña Elena Poniatowska en "Cervantowska". Pero tal galardón, tan merecido como poco discutido, ha tenido el efecto de reforzar y renovar su presencia editorial, que, entre nosotros, comenzó en Alianza Editorial para pasar luego a Alfaguara y Seix-Barral; en estas dos últimas obtuvo sendos premios. Recientemente, la Biblioteca de los Premios Cervantes, con los sellos editoriales de la Universidad de Alcalá y el Fondo de Cultura Económica mexicano, ha lanzado, con el título de Llorar en la sopa (2014), un volumen que agrupa veinte cuentos de la escritora. Los cuentos (o relatos) se han ordenado de largos a breves; de estos últimos, algunos no pasan del par de páginas. Pero, en la suma de unos y otros, los elementos del cosmos narrativo son: la mujer, la palabra, la vida cotidiana del país, el amor y el desamor. Sin embargo, la imaginación de doña Elena es capaz de jugar con flores, plantas, pájaros, gastronomía, muebles, perros y resolver ciertas situaciones llevándonos al terreno de lo fantástico, no sin pasar por una prosa con emanaciones claramente líricas.

Pero, sobre todo, lo que nos asombra es el alarde de dominio expresivo, la pasión verbal. La escritora despliega, enumera, acumula, exhibe un bien engarzado tejido narrativo que es fruto del conocimiento y del dominio del oficio, del magnífico oído para el registro coloquial-popular del habla callejera, de sus raíces léxicas y fraseológicas. Y con la palabra, un muestrario de mujeres que llevan el peso de esta veintena de textos y a las que hallamos en familia o en soledad, en el trabajo o en la casa, en su vejez o en desbordante vitalidad, en sus sueños o en sus padeceres. Todas, bien talladas como personajes vivos para hacer frente a la vida o desnudar el daño de su interior.
Es, por otro lado, bien perceptible el peso de algunas técnicas narrativas. La momentaneidad del tiempo, el manejo a buen ritmo del monólogo interior, la desnudez y lo escueto de los diálogos o el trenzado narrativo con una simultaneidad en contrapunto. Las historias aquí no se caracterizan por su valor únicamente narrativo. La narradora se sirve de exteriores e interiores puros: cuadros y escenas, recuerdos y situaciones, obsesiones y onirismo visionario.

Hay, en este conjunto, tres o cuatro piezas maestras. La primera (y más conocida), "Métase, mi prieta, entre el durmiente y el silbatazo", protagonizada por la máquina del tren metamorfoseada en mujer-obsesión del conductor amante. Y con esta, originalísima, "De noche vienes", con la recreación de la bondad natural encarnada en una mujer feliz que desafía normas y convenciones, asumiendo incluso su adulterio. Y amena y singular, la de la venta de muebles en "El inventario", o el perfilado del destructivo amor-obsesión que en "Cine Prado" la estrella de cine desencadena en el "voyeur" espectador. Una exhibición de virtuosismo técnico irradia de "Tlapalería". Destila, en fin, cálida y cotidiana humanidad "La casita de Sololoi", en la que la mujer se debate entre el sometimiento y la liberación, entre su presente de madre y sus sueños juveniles de escritora, a través de un sólido monólogo interior plasmado en estilo indirecto libre. El ataque, aquí, al machismo es radical. De todos modos, en estas páginas el hombre es un vacío, un desengaño, un estorbo en el mejor de los casos. El título de este libro podría ser, justificadamente el de la novela de Cesare Pavese Entre mujeres solas. A todas ellas, de cualquier condición y posición social, reivindica y alienta Elena Poniatowska, aquí como narradora; en otras páginas, como periodista.

Acerca del autor:
Luis Alonso Girgado
Nordesía. El diario de Ferrol

Acerca del libro:
Llorar en la sopa
Elena Poniatowska