Fecha:
07/12/2020
¡Aplaca, Señor, tu ira! Lo maravilloso y lo imaginario en Lima colonial, por Fernando Iwasaki, prólogo de Luis Millones Santa Gadea, epílogo de Fernando Rodríguez de la Flor, Lima: Fondo de Cultura Económica, 2018, 446 p. (ISBN 9788437508054)
¿Qué relación existe entre los muladares, el fenómeno del Niño (El Niño–Southern Oscillation [ENSO]), las clases subalternas y racializadas, un terremoto y el culto emergente al Señor de los Milagros en la Lima del siglo XVII?
Para los estudiosos de la Lima colonial, el barroco hispano global y los procesos de santidad y del Tribunal del Santo Oficio en Lima, el nuevo libro de Fernando Iwasaki resultará una lectura imprescindible tanto por sus interpretaciones creativas y polémicas como por la riqueza de documentación que ofrece para plantear su visión de Lima en siglo XVII. Con una importante labor de archivo, en diálogo con estudios subalternos y teorías de ensamblaje, y remitiéndose al concepto de «territorio devocional» (que utiliza León Carlos Alvarez Santaló para referirse a aquella zona fronteriza entre la abstracción de las creencias y las utilidades del vivir cotidiano), Iwasaki traza la producción de lo maravilloso y lo santo desde abajo. De manera innovadora y rigurosa, Iwasaki crea conexiones entre un inventario de catástrofes naturales que padecieron los pobladores de la diócesis de Lima en el XVII y la inmundicia de los espacios públicos y privados en la Ciudad de los Reyes, indagando cómo los limeños le dieron sentido a un mundo donde la presencia de dios, así como la del demonio, se hacía cada vez más inminente. La proliferación de médicos, poetas y, desde luego, santas y santos de la Lima barroca se entiende como cierta respuesta a una pulsión generalizada por encontrar el porqué detrás de estos contrastes tan sentidos en el día a día de la urbe horrible avant la lettre, siempre dentro de la orden colonial, entiéndase tanto divina como natural, pero de construcción indudablemente humana.
En el primer capítulo, «Máquina barroca», Iwasaki explica su metodología en la tradición de la escuela de los Annales—conocida por su «historia de las mentalidades»—pero arraigada también en la historiografía peruana e hispana. Es en el segundo, «Sentina barroca», donde Iwasaki desdobla las conexiones hechas por los limeños del virreinato entre las calamidades naturales—incluido el acrecentamiento del fenómeno del Niño (ENSO) en el siglo XVII, terremotos, erupciones volcánicas y cometas—y las interpretaciones que recibieron de autores como Francisco Ruiz Lozano, Juan del Valle y Caviedes, Bernabé Cobo, Francisco Solano y Felipe Guaman Poma de Ayala, por solo mencionar algunos. Esta base interdisciplinaria le sirve a nuestro autor para desplegar su riqueza hermenéutica en el tercer capítulo, «Oficina barroca». Es aquí donde Iwasaki plantea que es imposible entender el gran número de personajes que mueren con «olor a santidad» sin hacer referencia a los hedores de Lima «propios de su metabolismo urbano» (113), un argumento basado en testimonios de Joseph de Mugaburu, la poesía de Valle y Caviedes y expedientes sobre la fundación de hospitales como San Bartolomé Apóstol o de los Niños Huérfanos por solo mencionar algunas fuentes. En este contexto, treinta y ocho personalidades, encontradas por Iwasaki en los archivos, mueren con «olor a santidad» y sus entierros atraen a multitudes a las calles, cuya circulación—tal como observa nuestro autor—era estorbada en gran parte por la preponderancia de muladares y estercoleros. Tanta hediondez propiciaba a su vez el contagio de enfermedades y la ubicuidad de médicos y cirujanos muchas veces marcados por su condición subalterna y cuyo desempeño solía despertar el más encendido desprecio, como en el caso de Pedro de Utrilla, o el más apasionado asombro, como en el caso de Martín de Porres (cuya destreza para curar el dolor de muelas es una hazaña repetida una y otra vez por los testigos en su proceso de beatificación, no obstante las repetidas injerencias del Tribunal de la Inquisición de Lima contra la brujería y la hechicería cuyos límites con la medicina colonial no estaban bien definidos). Tal como sugiere Iwasaki al final del capítulo, es de aquella antítesis cotidiana de los sentidos y los significados, y en los límites entre la ortodoxia y la heterodoxia donde nace el culto al Señor de los Milagros a mediados del siglo XVII.
Es en la cuarta sección, «Fábrica barroca», donde el trabajo de archivo, la erudición y la exégesis cuidadosa de Iwasaki entran en contienda con algunas tendencias más conservadoras de los estudios del Tribunal de Lima y de la hagiografía colonial en general. En ella comprueba que la mayoría de hombres y mujeres que atestiguaron las virtudes heroicas de los santos coloniales, eventualmente confirmados como tales por la Iglesia, pertenecieron a la plebe de Lima—citados luego en las vidas impresas de Francisco Solano, Martín de Porres, Pedro Urraca y otros más—como beneficiarios anónimos de sus prodigios, apareciendo como «un indio», «un esclavo», «una viuda» (296). Pero Iwasaki no limita su estudio de la producción de la santidad únicamente a aquellos casos eventualmente confirmados por la Iglesia. De ser así, Iwasaki asevera, reviviría los juicios hechos por el Santo Oficio contra figuras aclamadas como santas en el siglo XVII. Notorio, en este sentido, es el caso de Luisa Melgarejo de Soto, a quien Iwasaki reivindica como mujer santa perseguida tanto por el Santo Oficio como también, de modo más reciente, por historiadores de la Inquisición en las Indias. Como es sabido, fue Iwasaki quien identificó a Luisa Melgarejo de Soto, la beata limeña procesada por el Santo Oficio por sus visiones, con la Luisa que dio testimonio a favor de la santidad de Rosa de Lima, futura patrona de América y de las Filipinas. A través de un imponente trabajo de archivo, Iwasaki ofrece un panorama de la producción de milagros y visiones como resultado del «roce limeño» donde personajes como Úrsula de Jesús y Martín de Porres tenían trato regular, aunque asimétrico, con sus conocidas Rosa María de Lima y Luisa Melgarejo. Sea por los datos numerosos que ofrece a partir del trabajo riguroso en numerosos archivos europeos y peruanos, sea por sus interpretaciones audaces, ¡Aplaca, Señor, tu ira! marcará un hito en los estudios coloniales del área andina y del Barroco de Indias en general.
Fuente:
https://doi.org/10.1080/10609164.2020.1831330