Fecha:
21/07/2011
Evitar caer en la tentación del dinero fácil no está al alcance de muchos. Isaac Newton es un mal ejemplo de ello. El autor de Philosophiæ naturalis principia mathematica perdió una fortuna en la burbuja de los mares del Sur (1720), uno de los primeros cracks económicos de la historia. Los directores de la South Sea Company acabaron en la Torre de Londres; muchos inversores, en la ruina. Newton dejó una frase para la historia: "Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de las gentes".
No existen en el mundo suficientes torres de Londres para poner límite a la codicia de los especuladores. Muchas menos para paliar la necedad de los inversores. Ahora llega a España la traducción al español de una obra que intenta, si no paliar, al menos compilar ocho siglos de estulticia crematística. Si esta lección histórica puede servir para no tropezar en las piedras que jalonan el río de las finanzas, bienvenida. El estudio de Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard y ex economista-jefe del FMI, y Carmen Reinhart, de la Universidad de Maryland, sin embargo, no invita al optimismo. Ocho siglos de necedad financiera son muchos siglos.
Este libro ofrece una historia cuantitativa de las crisis financieras. Reinhart y Rogoff analizan diversos indicadores económicos generados durante los últimos 800 años en 66 países repartidos por los cinco continentes. El mensaje de los autores es simple: hemos estado en recesión económica antes y cualquier crisis en la historia del capitalismo obedece a las mismas causas y trae consigo consecuencias sociales semejantes. Reconocer esas analogías y antecedentes constituye un paso decisivo para el perfeccionamiento del sistema financiero global, ya sea reduciendo el riesgo de crisis futuras o mejorando el tratamiento que se da a las catástrofes una vez que éstas se presentan.
Luis Esteban G. Manrique, jefe de redacción de Informe Semanal de Política Exterior, en una reseña del volumen para Política Exterior 136, realiza un conciso repaso del advenimiento de la última gran crisis. Manrique recuerda que en abril de 2007 el informe World Economic Outlook, que realiza cada seis meses el Fondo Monetario Internacional, señalaba que los riesgos para la economía global se habían hecho "extremadamente bajos" y que, por el momento, no había grandes preocupaciones. "Cuando el organismo internacional encargado de resguardar la economía mundial declara que los riesgos se han desvanecido -afirma Manrique-, no puede haber una indicación más clara de optimismo y confianza".
En el mundo líquido de las finanzas, el optimismo y la confianza suelen derivar en complacencia, y de ahí al desastre hay sólo unos pasos. Meses, en aquel caso.
Cada crisis es única, como expone la "crítica de Lucas", mencionada por Manrique en su reseña. Sin embargo, de acuerdo con Reinhart y Rogoff, las crisis financieras pueden asumir diversas formas, sí, pero nunca surgen de misteriosos movimientos subterráneos: casi siempre son consecuencia de procesos que pueden ser detectados a tiempo si los políticos y reguladores saben lo que están buscando.
Para más información:
Luis Esteban G. Manrique, "Nunca es diferente: riesgos económicos de la amnesia". Política Exterior, núm. 136, julio-agosto 2010.
http://www.politicaexterior.com/archives/11496
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