Fernando Benítez
Periodista y narrador nació en la c.d. de México el 16 de enero de 1912; es considerado uno de los más prolíficos escritores mexicanos contemporáneos. Inicio su carrera periodística en Revista de Revistas (1934-1936) y el Nacional, del cual llegó a ser director (1947-48). Precisamente en este último inició una fructífera experiencia que le reserva un lugar en la literatura mexicana: la edición de suplementos culturales dominicales. De particular importancia fueron: "México en la Cultura" suplemento del diario novedades el cual dirigió de 1949 a 1961; "La Cultura en México", patrocinada por la revista Siempre que estuvo bajo su rectoría de 1962 a 1970 y ""Sábado"", suplemento de Uno más Uno desde 1977. Estas ediciones especiales han desempeñado un papel destacado en la democratización de la cultura y en una incidencia mayor de los intelectuales en la vida política; su consulta es imprescindible para conocer la evolución cultural del México contemporáneo. Su actividad como promotor cultural no le restó a su labor creadora. Benítez se inició en la narrativa con Caballo y dios: relatos sobre la muerte, en 1945. Su mayor éxito en este campo es el Rey viejo 1959, novela que toma como figura central a Venustiano Carranza y sus últimos avatares como presidente en el tormentoso proceso de la Revolución Mexicana, y que ha sido merecedora de numerosas reediciones. También El agua envenenada 1961, aguda denuncia del caciquismo imperante, ha disfrutado de amplio éxito editorial. Pero donde se deja expresar con todo su vigor la fuerza artística y humanista de Benítez es en sus estudios acerca de los indígenas contemporáneos. Sus breves libros sobre la materia son una conjunción bien combinada de los testimonios de un viajero, que ensambla, sin costurones perceptibles, el reportaje con el diálogo, la reflexión filosófica con la crónica. Es una literatura orgullosa y dolosamente comprometida con los sectores sociales y étnicos más oprimidos y discriminados de México: los llamados indios. Sin ser antropólogo ni historiador de profesión, Fernando Benítez logra lúcidos acercamientos al corazón del problema indígena y no se cohibe a la hora de denunciar la complicidad de empresarios, autoridades gubernamentales y jerarquías eclesiásticas en la opresión de estos pueblos. En su obra late el temor de la poca utilidad de la crítica escrita para remediar los abusos de que siguen siendo víctimas los indígenas. No obstante, enumera todas las depredaciones observadas; destrucción de los bosques en los cuales viven, expropiación fraudulenta de sus tierras por el avance nocturno de las cercas, incautación de sus haberes, endeudamientos onerosos, salarios injustos, explotación por parte de las industrias. La denuncia de las condiciones infrahumanas de vida a que han sido sometidos los indígenas, es el hilo tenaz que envuelve las obras dedicadas a estos seres. La preocupación indigenista de Benítez fragua en una colección de volúmenes que sintetiza todas sus experiencias y que hoy en día son de consulta obligada para comprender y ofrecer soluciones a los problemas de los 30 millones de aborígenes mexicanos. El cotejo entre la obra escrita al calor del estudio documental y la que emana de experiencias compartidas en el mismo corazón del drama, arroja un saldo en beneficio de esta última vena, múltiple de formas y justiciera por su intención, en la que Benítez es un consecuente maestro.