Fecha:
14/10/2016
A mediados de la década de 1960, Octavio Paz, embajador de México en la India, leyó con sorpresa y admiración los poemas que un desconocido corrector de pruebas editoriales del Fondo de Cultura Económica le enviaba por correo desde la capital mexicana. (1) De inmediato, se propuso dar a conocer al nuevo poeta y promovió que fuera publicado en la serie Las dos orillas de la editorial Joaquín Mortiz, que dirigía Joaquín Díez-Canedo. Cuando el volumen estuvo en prensa, con el título de Adrede, Paz escribió un artículo elogioso, particularmente rico en sugerencias e interpretaciones. (2) Desde aquel libro inaugural, Gerardo Deniz fue considerado, al principio por un puñado de lectores escogidos, como uno de los autores más notables de la poesía mexicana de la segunda mitad del siglo XX.
A pesar de sus nexos con España (nació, el 14 de agosto de 1934, en el madrileño barrio de Chamberí, hijo de madrileña y valenciano), su persona y su obra son prácticamente desconocidos en este país. Eso ha sido así a pesar de que el interés de su figura es considerable antes incluso de abrir cualquiera de sus libros: Juan Almela Castell, como se llamaba en realidad, era hijo de Juan Almela Meliá, hijastro y biógrafo de Pablo Iglesias y una de las personas más cercanas al viejo fundador del socialismo español. (3)
Como es natural, el destino del futuro poeta estuvo marcado por la suerte de su padre, quien en tiempos republicanos trabajó primero al lado de Largo Caballero en el Ministerio del Trabajo y luego formó parte de la comisión que representó al gobierno español frente al Bureau International du Travail en Ginebra. En la ciudad suiza vivía la familia, compuesta por padre, madre e hijo pequeño, cuando la República perdió la guerra en 1939, lo que hizo imposible ya entonces el regreso a España. Después de tres años de carencias y dificultades en la ciudad del lago Léman, el hijastro de Pablo Iglesias y su familia consiguieron atravesar la Europa en guerra y llegar a África, de donde se embarcaron a México, país al que arribaron en mayo de 1942.
El día mismo de su llegada a la capital mexicana, Juan Almela Meliá cumplió 60 años; su hijo, que acabaría dedicándose a la poesía, tenía 7. Casi seguramente la edad del padre y el fracaso de las aspiraciones y los ideales que dejaba a sus espaldas hicieron que su relación con el resto del exilio español en México no le provocara ningún interés. De hecho, nada más llegar inscribió a su hijo en una escuela que no sólo no tenía nada que evocara al país de origen, sino que llevaba el nombre de Escuela de los Insurgentes, que es como la historia recuerda al grupo que luchó por la Independencia de España en las primeras décadas del siglo antepasado.
En México, Almela Meliá sobrevivió principalmente como restaurador de documentos y libros antiguos, oficio en el que se inició de manera algo casual en los años ginebrinos y del que fue un verdadero pionero en el país que acababa de acogerlo. Paralelamente a eso, corrigió galeras de imprenta para distintas editoriales gracias a los conocimientos que tenía de los menesteres tipográficos que había aprendido de Pablo Iglesias ya desde su primerísima juventud, y a sus labores de periodismo e imprenta como divulgador de la ideología socialista. Su hijo, una vez llegado a la edad de empezar a trabajar, y aun antes, ya que los recursos económicos familiares eran muy limitados, se hizo él mismo corrector de pruebas editoriales y va a ser precisamente desempeñando ese oficio que lo encontraremos en 1966, rebasados ya los 30 años de su edad, cuando se decida a escribirle a Octavio Paz.
Para 1970, los intereses más personales de Juan Almela Castell, que eran de orden científico, habían sido defraudados: sus experiencias en la universidad y en los centros de investigación fueron todo menos estimulantes, lo que acabó conduciéndolo, del principal de aquellos intereses, la química orgánica, a la poesía, actividad que descubrió cuando se iniciaba en la edad adulta leyendo precisamente unos poemas de Paz en una gaceta de noticias culturales. El aumento en la frecuencia de la publicación de sus libros, invariablemente firmados con el seudónimo de Gerardo Deniz, (4) es elocuente del fortalecimiento de su pasión por la literatura, que de un pasatiempo más o menos intenso fue convirtiéndose en su actividad principal –y la única durante los últimos diez años de su vida, aunque ya estuviera enfermo, lo que pudo hacer gracias a un apoyo del mexicano Fondo Nacional para la Cultura y las Artes–.
Desde Adrede (1970) hasta el último de los títulos del género que preparó él mismo, Cuatronarices (Bothrops asper) (2005), aparecieron quince libros que el Fondo de Cultura Económica publicó en un solo volumen en 2005 con el nombre de Erdera (el lector de este libro encontrará una bibliografía al final de esta presentación). (5)
La densidad característica de sus poemas, debida a su apretada intertextualidad, su libertad sintáctica y sus asperezas y disonancias, su recurrencia a neologismos y palabras en otras lenguas, su ironía y su sentido del humor y la naturaleza de sus gustos y aficiones, que van las lenguas y las culturas extrañas a la botánica y la zoología, de la geografía a la historia y la música, hacen de ellos obras complejas que exigen un lector, si no necesariamente culto, avisado y flexible, al cual, en cambio, se le reservan seguras satisfacciones intelectuales y estéticas. (6) En los siguientes párrafos he resumido una pequeñísima muestra de lo que crítica ha escrito sobre su poesía, con el propósito de facilitar la primera experiencia de los nuevos lectores.
La complejidad y la supuesta dificultad de su obra fueron atajadas desde el principio por Ulalume González de Léon, al poco de aparecer el segundo libro de Deniz, Gatuperio (1978). Advirtiendo que “en poesía funciona tan poco lo que se entiende por ‘entender’, que quedarse en entender puede equivaler a quedarse fuera de la fiesta”, explicó que “hay lenguajes claros que engañosamente creemos haber ‘entendido’ porque nos quedamos en el nivel de sus referencias más directas sin advertir otros patrones que trabajan en el interior del poema”. La crítica uruguayo-mexicana comparó a Deniz con Lezama Lima: “Hay en ambos una acumulación de dificultades, también diversas, que al principio nos confunden pero que avanzada la lectura aceptamos de pronto (y dejan [de ser] dificultades o no importa que lo sean) sin saber en qué momento pasamos de estar afuera a estar adentro”.
Sin embargo, añadió, entre ambos poetas hay una diferencia capital: mientras el cubano “aspira a una construcción”, “a que sus metáforas, instantáneas y volátiles, converjan en la permanencia de lo que llama ‘imagen’”, Deniz “no construye” sino que “se inscribe en el continuo desmoronarse y rehacerse que es para él el mundo, con una poesía que no puede concebir diferente de esa realidad”. No sólo no “aspira a la permanencia de la ‘imagen’” sino que ni siquiera “cree que la poesía tenga finalidad”. Al contrario que Lezama, el autor de Adrede “se complace, inclusive con sarcasmo, en un sabotaje de lo bello y lo sublime”.
El poeta David Huerta vio ya alrededor de 1980 que “nada había en la tradición poética mexicana que se pareciera, siquiera remotamente, a la escritura de Deniz”. Más que de dificultad habló de “exigencia”: la que supone su lectura “es parte de su magia y de su encanto pues la suprema ironía” de su autor “tiene algo de iniciático, de perverso y fascinante”. Huerta explicó que, con Deniz, “la poesía mexicana se confronta con un escritor-límite, absolutamente original en cualquier medio o ambiente literario, precisamente porque es antiliterario con una intensidad única e intransigente.” Según las palabras de David Huerta, nuestro poeta “reivindica de nuevo el derecho a la oscuridad, al ciframiento exacerbado y a humorismo, a la ironía y al desencanto”.
Al comenzar la década de 1990, el crítico Eduardo Milán se convirtió en el primer entusiasta de Deniz. De él dijo que “parece que viene de otro lado, no del lado literario de la literatura”, sino “de la calle, de la vida”, y la “vida” a la que se refiere es “lo real como materia prima fragmentaria, dispersante”. Luego escribió que “en Latinoamérica no hay una poesía que se asemeje a la de Deniz, que comporte un oscurecimiento referencial de tal grado y que, por otro lado, sugiera tan abiertamente que ese oscurecimiento es la claridad posible que el referente ofrece”. Como sea, añadió, “habla desde el lenguaje. En todo caso, desde un lugar donde nada es comunicable y nada se puede traducir: desde el mundo, sin antes ni después”. El crítico uruguayo remató uno de sus artículos diciendo que “con Deniz la poesía mexicana deja de ser solemne y empieza a caminar por callejones claros y vivos”.
Para cerrar esta brevísima ronda de apreciaciones críticas, citaré al poeta Eduardo Lizalde, quien se refirió así a su colega: “Toda la sabiduría que posee –en distintas, entrañables y extensas disciplinas y lenguas–, todo el arte, toda la experiencia preceptiva, y toda la matemática prosodia, puestos al servicio de la literatura más admirablemente resistente; la poética más magistral y voluntariamente mal manufacturada. La aptitud más refinada y suficiente, que sustenta la malhechura fascinante de una obra única”. Por último, describió así su procedimiento literario: “Cada vez que percibe que ha caído en tentación y se halla en riesgo de escribir una línea convencionalmente ‘poética’, mecha el verso con dos o tres carnosidades y consigue el efecto apetecido”. (7)
A finales de la década de los ochentas, primero, y luego sobre todo en los años inaugurales del siglo XXI, la poesía de Deniz atrajo a dos distintas generaciones de jóvenes poetas que encontraron estimulante e inspiradora no sólo su original escritura sino también su postura frente al entorno. Ilustrativa de esa postura, la relación prácticamente nula, en principio heredada de su padre, que mantuvo con el ámbito del exilio al que pertenecía, no le impidió escribir un texto tan crítico como para titularlo “Funesta influencia de los refugiados españoles sobre las editoriales de México”. (8) Ajeno a colectividades de cualquier especie, empezando por el mundillo literario, reacio a cualquier tipo de aparición pública, insensible a modas y usos en boga, la poderosa libertad de su lenguaje y de su imaginación está relacionada con la independencia y la autonomía de su pensamiento.
En 2002, un amigo lo animó a preparar una selección de sus poemas para proponérsela a una conocida editorial española especializada en el género. De ahí surgió este libro. Como había hecho en una temprana primera antología personal llamada Mansalva (1988), Deniz procedió barajando los poemas de sus diversos libros con el propósito de acomodarlos en un orden distinto a como vieron originalmente la luz; esta vez los reordenó en cuatro secciones, tres con el nombre de algunos de sus poemas largos más importantes, “Amor y Oxidente”, “Picos pardos” y “Mundonuevos”, y una última con el título de “Además” –lo que indicaba que entre ellos había algunos inéditos.
El manuscrito, que fue entregado en Madrid, no consiguió interesar al director de esa editorial y quedó sin publicarse. (9) Seis años después, en 2008, cuando le fue otorgado a Deniz el Premio Aguascalientes de poesía, uno de los más importantes de los que se conceden en México, las instituciones responsables del premio le solicitaron algún texto para publicar como parte del reconocimiento; el poeta entonces entregó esta antología, que circuló de manera restringida. (10)
Al aparecer ahora, en una coedición de la Fundación Pablo Iglesias y la filial del Fondo de Cultura Económica de España, Sobre las íes cumple por fin su objetivo original: dar a conocer su obra en su país de nacimiento.
Pero este libro no es exactamente el mismo que apareció en 2008; por parecernos de especial interés para esta edición, decidimos añadir un poema más, que hemos colocado en sus páginas finales. Escrito en los últimos años de la vida del poeta, ese poema, que tiene el título de “Patria”, fue inspirado por el único viaje que hizo Deniz fuera de las fronteras de México, precisamente a su país natal, en los más de setenta años que vivió lejos de España. (11) En 1992, Juan Almela Castell estuvo unas semanas en Madrid y algunas ciudades del norte peninsular invitado por su amigo Eduardo Mateo Gambarte con el propósito de leer una conferencia sobre exilio y literatura en diversas universidades españolas. (12) En los versos de ese poema, las evocaciones de aquel viaje se entremezclan con algunas experiencias biográficas de distintas etapas de su vida que constituyen una suerte de patria que va más allá de los avatares de la geografía y la cultura.
Gerardo Deniz murió el sábado 20 de diciembre de 2014, en el Sanatorio Español de la ciudad de México, a los ochenta años de edad, sin que la noticia tuviera mayores repercusiones fuera de las fronteras de su país adoptivo. (13) Este volumen, una muestra seleccionada por él mismo de una parte de lo mejor de su poesía, representa una oportunidad para que su obra sea por fin divulgada y apreciada por los lectores españoles (e hispanoamericanos): una aportación literaria y humana que enriquece de manera singular nuestra visión del exilio español del siglo XX.
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Bibliografía
Todos los libros de poesía que Gerardo Deniz publicó en vida están reunidos en el volumen Erdera (FCE, 2005). A continuación, la lista de los títulos individuales, acompañados del año de su aparición.
Adrede, 1970.
Gatuperio, 1978.
Enroque, 1986.
Mansalva (antología), 1987.
Picos pardos, 1987.
Grosso modo, 1988.
Amor y Oxidente, 1991.
Mundonuevos, 1991.
Op. cit., 1992.
Ton y son, 1996.
Letritus, 1996.
Y llegaron los gatos..., 2000.
Fosa escéptica, 2002.
Cubiertos de una piel, 2002.
Semifusas, 2004.
Cuatronarices (Bothrops asper), 2005.
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Notas
(1) La primera carta de Deniz a Paz está fechada en la ciudad de México el 29 de junio de 1966. El motivo, solicitarle la dirección de las principales librerías en la India. Paz contestó el 26 de julio desde Nueva Delhi, con la información del caso. Seis meses más tarde, el 8 de enero de 1967, Deniz se animó a enviar unos poemas; la carta en que Paz responde, comentándolos con elogio, está firmada el 30 de abril siguiente. Hablando de ellos, el poeta embajador se refiere entre otras cosas a “su maestría, la riqueza del lenguaje, la opulencia del conjunto (tejido de alusiones, imágenes, ironía, reflejos reflexivos o luminosos) y su sentido casi escultórico de la forma”. (Las cartas son inéditas; una copia de ellas obra en mi poder.)
(2) El artículo se llama “Adrede: composiciones y descomposiciones” y está fechado en Cambridge el 5 de agosto de 1970. Se recogió en el libro El signo y el garabato, Joaquín Mortiz, México, 1973, págs. 194-199. (Manejo la segunda edición, de 1975.)
(3) Véase la entrada dedicada a Joan Almela Melià en el Diccionario biográfico de políticos valencianos, UNED, Valencia, 2003, págs. 73-74. También, la nota correspondiente que aparece en el Diccionario biográfico español de la Real Academia de la Historia, vol. III, Madrid, 2009, firmada por Francisco de Luis. Las fichas bibliográficas de sus obras localizadas aparecen en Fuentes de la historia del PSOE y de las juventudes socialistas de España. 1879-1990, vol. 1, de Aurelio Martín Nájera, págs. 435-438.
(4) Juan Almela Castell contó en diversas ocasiones el origen de su seudónimo: Gerardo se llamaba su abuelo materno; “deniz” significa “mar” en turco. Lo usó por vez primera para firmar una carta que envió al director de la revista Siempre! (publicada en el número 765, del 21 de febrero de 1968); el tema, la famosa fotografía de Eddie Adams hecha en Vietnam, de un jefe policiaco disparando a la cabeza de un enemigo preso, que acababan de divulgar los periódicos.
(5) Mientras redacto esta presentación se imprime De marras, un volumen de 800 páginas con la prosa reunida de Deniz, publicada también por el Fondo de Cultura Económica. La selección y la presentación de ese libro son de quien esto escribe.
(6) Es significativo, por ejemplo, que uno de los investigadores literarios españoles que más se han interesado en su poesía sea el prestigioso gongorista Antonio Carreira. Sus textos sobre nuestro poeta, un artículo extenso y un obituario, están recogidos en el libro A vueltas con el exilio: de Juan José Domenchina a Gerardo Deniz, El Colegio de México, México, 2015. El primero de esos trabajos, “Visita sin guía: alusiones recónditas en la poesía de Gerardo Deniz”, apareció originalmente en “Deniz en estado puro”, número especial de La Gaceta del Fondo de Cultura Económica (núm. 416, agosto de 2005, págs. 12-15) que reunió diversos ensayos sobre la poesía deniciana para acompañar la salida de Erdera. De la primera publicación del obituario me ocupo más abajo, en la nota 11.
(7) Fuentes de los textos críticos: el largo y esclarecedor artículo de Ulalume González de León apareció en la revista Vuelta, número 21, de agosto de 1978. Los juicios de David Huerta provienen, la primera parte, de un guión radiofónico escrito para Radio UNAM en enero de 1979, inédito (la copia que tengo provine del archivo de Juan Almela Castell); la segunda parte, de su colaboración en la revista Camp de l’arpa, número 74, de abril de 1980. Los de Eduardo Milán están en tres artículos, los dos primeros publicados en El Semanario Cultural de Novedades, en la edición del 28 de diciembre de 1986, en que hace un recuento de los mejores libros de poesía aparecidos aquel año, y “Cúspide y pájaros”, del 19 de julio de 1987; el tercero es la entrega de su columna sobre temas poéticos, “Crónica de poesía”, que está en el número 129 de Vuelta, de agosto de 1987. Tomo la cita de Eduardo Lizalde de su artículo “Picos pardos de GD”, aparecido en el número 136, de marzo de 1988, de la misma revista.
(8) Está recogido en Anticuerpos (1988), el segundo de sus libros en prosa; apareció en una coedición de los sellos mexicanos Juan Pablos Editor y Ediciones sin Nombre.
(9) De las ocasiones en que se intentó dar a conocer a Deniz en España, destaco dos: acaso la primera de ellas haya sido la publicación de una selección de sus poemas, con una breve nota de quien esto escribe, en la gaditana Revista Atlántica, número 4, primavera de 1992. Más importante que eso, por los días en que el poeta armaba su antología personal pensando en los lectores españoles, apareció su libro Fosa escéptica, número 19 de la colección “Es un decir” de la editorial Ave del Paraíso, Madrid, 2002.
(10) Sobre la íes. Antología personal apareció en 2008 en una coedición entre Ediciones Sin Nombre, la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes y el Instituto Cultural de Aguascalientes. El responsable de la edición fue José María Espinasa, quien ya había editado dos libros de Deniz, uno de prosa y otro de poesía: Anticuerpos (1998) y Cuatronarices (Bothrops asper) (2005).
(11) “Patria” apareció poco más de un año antes de la muerte de su autor, en la revista Crítica. Revista cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, número 156, de octubre-noviembre de 2013, Puebla, México.
(12) Las palabras que leyó Deniz en España en las universidades de Valladolid, León, Pública de Pamplona y Lleida están recogidas, con el título de “Exilio y literatura”, en el libro Paños menores, Tusquets editores, México, 2002, págs. 19-37.
(13) Que nosotros sepamos, tres comentarios se escribieron en España a la muerte de Deniz: el 30 de diciembre de 2014, Iván Thays dedicó al asunto las líneas finales de su artículo de ese día en el periódico El País; el 2 de enero de 2015, Eduardo Mateo Gambarte dio a conocer un obituario en las páginas del diario El Mundo; Antonio Carreira publicó el suyo el 20 de febrero de 2015 en el cuaderno en la red Siglo en la brisa; luego lo recogió en el libro A vueltas con el exilio: de Juan José Domenchina a Gerardo Deniz, citado en la nota 5.
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La edición española, http://bit.ly/2dov36q
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