Fecha:
29/06/2017
Javier Vásconez (Quito, 1946) es, sin duda, uno de los escritores más interesantes de la Iiteratura cuya generaclon es inmediatamente posterior a la del llamado Boom de la narrativa hispanoamericana. Narrador relativamente tardío, su primer libro de cuentos, Ciudad Lejana, apareció en 1982. Con varios libros de relatos, algunas distinciones y la práctica unanimidad de la crítica en señalarlo como un escritor a tener en cuenta, en 1996 publica El viajero de Praga, novela que puso a Vásconez definitivamente en la primera línea de la literatura hecha en Hispanoamérica y a su personaje central, el doctor Josef Kronz, como uno de esos disruptivos seres imaginarios cuyo vigor y potencia lo convierten en una suerte de paradigma y referencia para sus lectores.
El viajero de Praga es una novela que, como señala el crítico mexicano Christopher Domínguez, se ha convertido casi de inmediato en un texto referencial para la literatura hispanoamericana: una novela de amor y también de homenajes a las lecturas del autor, una novela de impronta más centroeuropea que hispanoamericana, aunque también tributaria de la narrativa más insubordinada del continente americano, preocupada por una densidad argumental que tiene que ver con el individuo y su circunstancia en mayor medida que con los grandes cuadros sociales y el acusado tinte político o el realismo mágico que recorren gran parte de las novelas de la generación del Boom.
Novelas a la sombra (2016), editada por Fondo de Cultura Económica, reúne cuatro nouvelles de distinta temática: Jardín Capelo (2007), El secreto (1996), El retorno de las moscas (2005) y La otra muerte del doctor (2012). Como vemos, son escritas en diferentes fechas y, de hecho, entre la primera y la última hay más de diez años de distancia. En medio de ellas aparecieron La sombra del apostador (1999), La piel del miedo (2010) y previa a todas ellas y como ya se ha dicho, El viajero de Praga. Puesto que se trata de una recopilación, nos parece importante consignar estos datos para comprender mejor el contexto literario de un escritor que ha creado un universo narrativo muy personal y rápidamente identificable.
Vásconez, insistimos en ello, escapa del influjo de la generación del Boom para construir con plena libertad ese universo narrativo del que hablamos; un mundo efervescente que ya se apunta en sus primeros cuentos y que explota con El viajero de Praga. Como otros hispanoamericanos de su estirpe, el mexicano Sergio Pitol, el peruano Julio Ramón Ribeyro o el argentino Ricardo Piglia, el escritor ecuatoriano pertenece a esa casta de narradores que ha encontrado sus influencias más en Nabokov, Conrad o Kafka que en los referentes cercanos y que a simple vista podrían serle más «naturales». No hay nada pues remotamente epigonal en el quiteño, sino una constante elucubración sobre la condición humana que bebe de las fuentes de una literatura rica, compleja y de tono más bien existencial. No en vano su prosa es austera aunque cargada de profundidad, y sus personajes siempre se mueven en un territorio americano que es contemplado con cierto extrañamiento, como si fueran unos exiliados perpetuos de esa realidad que les ha tocado en suerte. Josef Kronz es el más desarrollado de todos ellos, naturalmente, pero estas cuatro novelas breves indagan también en esa soledad y extrañamiento de los personajes por el destino que les ha conducido a una encrucijada. De manera que, aunque de diversa temática, estas cuatro historias que componen Novelas a la sombra son una buena muestra de los propósitos del autor y de la coherencia que hay en una obra cada vez más nutrida: recordemos que junto con esta recopilación salía a la luz, casi de manera simultánea, Hoteles del silencio (Pre-Textos, 2016).
Jardín Capelo es una historia brumosa, tentativa, que crece en torno a su propio jardín secreto como una duda alrededor de la existencia de los personajes. Como es frecuente rastrear en Javier Vásconez, aquí también encontramos un exilio. En este caso, el de Jordi Sorella, el catalán a quien se le encarga el jardín de una casa en las afueras de Quito y que se enamora de la hija del dueño, un juez implacable y vengativo. Hay algo del Donoso más sombrío en esta historia que se nos va revelando compleja y llena de aristas, sobre todo en la atmósfera asfixiante que impregna sus páginas donde lo real parece hundir sus raíces en lo onírico.
Por su parte, El secreto nos enfrenta de manera brutal al descubrimiento de un asesino de niñas que guarda dentro de sí cierta macabra inocencia. La novela, ha explicado el autor, tiene un punto de partida real, y sirve para que este permita a su protagonista elaborar un proceso verdaderamente dostoievkiano de justificación sobre su crimen y los mecanismos que lo suscitan.
El retorno de las moscas es un claro y explícito homenaje aJohn Le Carré y se sitúa en Quito, en esa capital andina que a veces nombra y a veces oculta el narrador, a donde recala su protagonista, vagamente confuso y contrariado por haber sido destinado a aquella capital remota enclavada en los Andes. En esta breve novela de espías, Vásconez se las ha arreglado para insuflarle al género un hálito de esa perplejidad que trasciende a sus personajes y que suele contaminar todas sus historias, cargándolas de una densidad que sólo se resuelve con la limpieza de su prosa y la exactitud de sus imágenes.
Y finalmente, La otra muerte del doctor hace reaparecer a nuestro viejo conocido, Josef Kronz, corpulento y melancólico, esta vez entre Nueva York y Ecuador. Aquí su peripecia vital es, de alguna manera, la continuación de la que se nos permitió atisbar en El viajero de Praga, como si el autor, más que resistirse a abandonar a su personaje, quisiera conocerlo en toda su enorme profundidad. Una invitación para que el lector de estas novelas breves se acerque al universo de Javier Vásconez e indague con él en lo profundo del alma humana.