Fecha:
03/05/2021
Con el título de Como si nada hubiera sucedido (Fondo de Cultura Económica), se recogen los dos últimos libros de Francisco Brines, El otoño de las rosas (1986) y La última costa (1995), junto a seis poemas inéditos. Una meditación sobre la sensualidad y el amor, que se acerca con lucidez a la penúltima etapa de su vida. El camino abierto por Las brasas (1960) encuentra aquí su sentido final. Hay diversas posibilidades literarias en la toma de conciencia de que al volver la vista atrás tenemos una sensación de pérdida: todo se recuerda y se ve como si nada hubiera sido.
Con motivo del Premio Cervantes a Francisco Brines, Zenda lo vuelve a recordar con la publicación de estos poemas.
EL OTOÑO DE LAS ROSAS
Vives ya en la estación del tiempo rezagado:
lo has llamado el otoño de las rosas.
Aspíralas y enciéndete. Y escucha
cuando el cielo se apague, el silencio del mundo.
NOCTURNO
El cuarto oscuro; y la ventana abierta
en la noche desnuda del estío.
El canto seco de la tierra ciega
es de cristal, y lo dicen los grillos;
hay un enjambre azul de altas estrellas
que no vuelan, y hay unos leves hilos
que nuestros ojos unen con belleza.
Desde mi ardiente soledad yo miro
las sombras de este cuarto, tan espesas,
y el campo no visible al que yo aflijo
con ese pensamiento del que vela
sabiéndose de carne. ¿Algo es mío?
Muy lejos, se reúnen las casas; son inciertas
y agrupadas sus luces junto al mar: hay un ritmo
de olas negras y sordas. La alegría gobierna,
en esos territorios, el vivir. Yo respiro
la oscuridad tan mía, mi vida no está cerca
del agua ni del cielo,
ni tampoco de aquello que deseo.
EL TRIUNFO DE LA CARNE
Me dabas sed y eras el agua toda,
y llegué a ti acaloradamente,
y fui un ciego furor, una jauría
de blancos dientes en tu carne joven.
Intentaste apagar, y era una música,
el fuego de la antorcha con tu boca,
y la sed que me dabas aún crecía.
Todo el lugar del mundo estaba en ti,
y solo mi tormenta lo habitaba.
Luchamos hasta el alba de aquel siglo,
y al penetrar tu carne con mi fuego
el pecho se partía cada vez.
Y llegó la fatiga, y al vencerme
vencía yo también al fin un cuerpo
solo mortal, y efímero, y terrible.
Al reposar la llama de la vida
puse mis labios con dulzura lenta
en torno a tu cintura, y los ojos
alcé para mirarte: con más luz,
con más belleza aún me sonreías.
Supe así la desdicha de la carne.
EL DESTINO NO ES UN LUGAR
El camino fue largo, y hubo niebla.
Pero existió el espacio. Mas ahora
se ha adensado esa niebla hasta tal punto
que el espacio es el muro que ya rozo.
En él me detendré, y cuando vuelva
los ojos tras de mí la misma niebla
me hará tentar de nuevo el mismo muro,
y si al cielo dirijo la mirada
para salvarme allí la negra niebla
me cegará los ojos, y así será
eso que habéis llamado el sueño eterno.
DONDE MUERE LA MUERTE
Donde muere la muerte,
porque en la vida tiene tan solo su existencia.
En ese punto oscuro de la nada
que nace en el cerebro,
cuando se acaba el aire que acaricia el labio,
ahora qu la ceniza, como un cielo llagado,
penetra en las costillas con silencio y dolor,
y un pañuelo mojado por las lágrimas se agita
hacia lo negro.
Beso tu carne aún tibia.
Fuera del hospital, como si fuera yo, recogido
en tus brazos,
un niño de pañales mira caer la luz,
sonríe, grita, y ya le hechiza el mundo
que habrá de abandonarle.
Madre, devuélveme mi beso.
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Autor: Francisco Brines. Título: Como si nada hubiera sucedido. Editorial: Fondo de Cultura Económica. Venta: Todostuslibros y Amazon
Fuente:
https://www.zendalibros.com/como-si-nada-hubiera-sucedido-de-francisco-brines/