Fecha:
16/05/2021
Prólogo de Luis García Montero. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2021. 192 páginas. 20 €. Se publica una excelente antología, que se enriquece con seis poemas inéditos, del Premio Cervantes 2020, el último gran autor del grupo poético de los 50.
Aparece el siguiente libro todavía caliente la recuperación y edición conjunta de la prosa reflexiva y la poética de Francisco Brines (Oliva, 1932) en Poesía y collage (Renacimiento 2019), atendida convenientemente en este mismo suplemento, y vibrante el merecido Premio Cervantes 2020, el autor ha recibido el Premio de manos de los reyes de España este mismo miércoles 12 de mayo en su propia casa debido a su estado de salud. Pocas veces el propio galardonado de un premio mayor como es el Premio Cervantes honra todavía más si cabe al propio Premio, lo cual es indicio claro de máxima calidad y trascendencia. Para mayor celebración todavía aparece la presente antología, Como si nada hubiera sucedido, con propina de seis poemas inéditos (págs. 177-185) del poeta y académico valenciano. Por una vez, y si quiera ayudado por la longevidad del mismo Brines, ve en vida bien reconocida su obra una de nuestras figuras literarias principales.
Francisco Brines es el último gran escritor de aquel grupo poético de los 50 (abandonemos ya ese polvoriento concepto de “generación” poco fiable más allá de la didáctica) formado, entre otros, por Claudio Rodríguez, José Ángel Valente, Ángel Rodríguez o el apenas desaparecido José Manuel Caballero Bonald. Brines obtuvo el Premio Adonais en 1956, cuando el prestigio del premio alcanzaba sus mayores cotas, con su primer poemario el muy celebrado Las brasas (1960), camino con el que abría una senda de meditación sensorial y palpable que tiene en la presente antología su propia recogida y natural desembocadura, consciente de ser este “El último viaje”, como titula uno de los poemas inéditos. Se recogen aquí los dos poemarios más destacables del autor que han recibido consenso crítico y favor del público: El otoño de las rosas (1986) y La última costa (1995) a los que se añaden seis poemas inéditos que conforman de alguna forma una manera de continuar, de persistir, resumido en el deseo inquietante, lacerante de última entrega: “Mi testigo, lector, pongo en tu mano”.
Desde la guía de Juan Ramón Jiménez según el entendimiento realizado por Luis Cernuda ya en las puertas de El otoño de las rosas (1986) marca el ritmo un estoicismo amoroso como tam-tam del tiempo: “Y puesto que nunca podrás dejar de ser el/que eres, secreto y jubiloso, ama. No hay otro/don en el engaño”. Si, frente a la asunción de una tensa realidad en clave senequista, el poeta diluye con elegancia poética la vertiente metafísica dejando la interrogación filosófica ausente de retórica en desnuda naturaleza y libre para una serena y -¿pero cómo?- sensual meditación que se erige en desgarrado y seco canto final al amor: “Llega la noche a pasos, muy cansada, arrastrando las sombras/desde el origen de la luz, y así se apaga el mundo momentáneo,/se enciende mi conciencia/. Y miro el mundo, desde esta soledad,/ le ofrezco fuego, amor/ y nada me refleja./ Nutridos de ese ardor nazcan los hombres/ y ante la indiferencia extraña/de cuanto los acoge,/mientras felicidad/y afirmen su inocencia,/ pues que en su amor/ no hay culpa y no hay destino” (de “Lamento en Elca”).
Fue Carlos Bousoño, su primer crítico, quien percibió que la poesía del valenciano aun arraigada en la particularidad de su experiencia, en última instancia trasciende lo meramente personal, alejándose de alguna manera de los grandes temas caros al autor como son la fugacidad de la vida, la naturaleza transitoria de la existencia humana, el tiempo como negación del existir en un presente continuo y la aceptación de un pasado que sólo señala la imposibilidad de la repetición de lo vivido como se experimenta en la lectura, por ejemplo, de “Tiempo y espacio del amor”. Fiel ejemplo del tránsito que realiza la voz poética es sintetizado en el poema “Tríptico de la aventura” donde dispone y atiende los tres pasajes humanos: mito- realidad- destino.
Una estrecha unidad enlaza ambos libros poéticos: algo menos de diez años separa la escritura del poemario La última costa, donde, sin embargo, el otoño y la oscuridad se han precipitado y deviene la orfandad: “que hoy no alcanzo a saber/ por qué, si el amor no se ha muerto/ me quiere abandonar”. En estas páginas y libro el poema llega a representar y significar algo de radicalmente más allá de sí mismo a través de la genuina sencillez de las propias imágenes presentadas como referente y adheridas al poema, orientándose hacia una esencialidad humana por encima de toda anécdota biográfica, de tal manera, por ejemplo el uso insistente de la alegoría para representar ya sea el ascenso o su reverso, la caída, el viaje o el viaje final, aquel de la barca del Leteo, se deshace de toda presunta artificiosidad culturalista para envestirse de una sencillez humana universal.
El propio Francisco Brines se ha definido en varias ocasiones como poeta de la intimidad donde tiempo y conocimiento se viven desde un punto de vista personal, pero con un afán metafísico que le confiere un valor universal (Bousoño, 1984). Convendría remarcar el cruce e hibridación entre estética y ética que esa intimidad provoca al despojar de todo artificio y quedar desnuda en su lacerante pero genuina lucidez, transmutación de antigua luz.
Los seis poemas inéditos: “El testigo”, “Reencuentro”, “Donde muere la muerte”, “El último viaje”, “El vaso quebrado” y “Mi resumen” son un sosegado colofón y sintética herencia de un puñado de palabras sentidas, vívidas, encarnadas ya en la vida e historia del poeta: “«Como si nada hubiera sucedido»/ Es ese mi resumen/ y está en él mi epitafio. […]”.
En prólogo a la presente edición está “La conciencia del tiempo” firmada por Luis García Montero, quien aprecia de manera breve pero clara el valor de Francisco Brines además de aportar varias claves de lectura con perspectiva apropiada. En definitiva, esta edición y libro resulta la manera más conveniente de adentrarse en la poesía de uno de los mejores poetas en activo en lengua española, el gran Francisco Brines.
Fuente:
https://www.elimparcial.es/noticia/225740/los-lunes-de-el-imparcial/francisco-brines:-como-si-nada-hubiera-sucedido.html