Fecha:
27/03/2010
Muchos autores han subrayado el papel de la guerra como agente modernizador del Estado y de la sociedad, desde la invención de la espuela en los siglos IX o X hasta la bomba atómica en 1945 el ser humano se ha sentido tan fascinado como horrorizado por la guerra. Por ese motivo, sin condenar nunca de manera inapelable el conflicto sangriento, ha tratado de regularizarla ya desde la antigüedad, ante bellum, para limitar los casos en que se la considere aceptable: guerra justa; o ad bellum, para prohibir o imponer comportamientos ante la inevitabilidad del conflicto: guerra justa, a posteriori, en cuanto limitada. El australiano Alex J. Bellamy hace una recensión extraordinariamente competente, pero gélida como el palacio de hielo de Superman, de esa preocupación, que abarca desde los griegos, pasando por San Agustín, Grocio y Vitoria, Westfalia, Kant y la Revolución Francesa con la "democratización" de la guerra, hasta el último cambio de siglo. Esta parte final, en la que compiten los herederos de las tres grandes escuelas clásicas: realista, legalista y del derecho natural, cobra un acento algo más personal, todo lo que redunda en beneficio del lector, impaciente ante tanta parsimonia. Un libro, en cualquier caso, de fuerte utilidad como elemento de consulta, sobre el que habrá que añadir, sin embargo, que, pese a los copiosos esfuerzos del traductor, debemos rechazar enérgicamente la invención del palabro "pre-empción". "Pre-empcionémoslo".
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