Fecha:
28/10/2013
Con este acertado título acaba de publicar la editorial Fondo de Cultura Económica una antología, preparada por el gran poeta y estudioso Benito del Pliego, que recoge la obra de nueve poetas latinoamericanos residentes en España: Julio Espinosa, Andrés Fisher, José Viñals, Isel Rivero, Ana Becciú, Mario Merlino, Yulino Dávila, Magdalena Chocano y Mario Campaña.
La obra, incluido su excelente estudio introductorio, viene a enmarcase en los exiguos estudios sobre arte y migración de los que disponemos. Este fenómeno no es nuevo pero sí relativamente reciente el interés que ha despertado, sobre todo desde el punto de vista de la sociología literaria. El hecho es que gracias a estos estudios podemos entresacar algunos fenómenos aplicables a los artistas migrantes, a esos nómadas del fulgor. Para comenzar, se puede decir que suelen desarrollar espacios de resistencia frente a la desidia de los cánones de destino y de recepción. Estos espacios de resistencia pueden ser domicilios particulares, tertulias, centros socioartísticos. Pero también pequeñas editoriales, revistas, 'fanzines'. Estos espacios les permiten seguir creando, visibilizarse, pensar y repensar la patria que han dejado atrás. Al mismo tiempo, la existencia de núcleos excesivamente cerrados propugna cierto aislamiento aunque, como es bien sabido, cada poeta es en sí mismo es una isla.
A estos dos fenómenos hay que unirles la presión que hace sobre la lengua a (la lengua materna) la lengua be (la del propio territorio donde residen). Podría parecer que, en el caso que nos ocupa, no es pertinente esta apreciación. Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad. Las distintas variantes del castellano se enfrentan a la fuerte tendencia normativizadora de la península, lo cual hace que los artistas latinoamericanos tengan que reaprender una lengua (o al menos una lengua de uso) para ser comprendidos en sus actuaciones artísticas. Si no lo hacen, pueden ser considerados algo exótico e integrados (o exiliados) en el propio canon bajo esta etiqueta. En este punto es conveniente hablar de todo poeta como de un exiliado, pues su propia lengua artística está completamente fuera de la lengua en que se entienden sus congéneres. Esa reflexión mayor sirve para advertirnos de que los especiales fenómenos que afectan a los poetas migrantes pueden también hacerse realidad para los no migrantes. De todos modos, conviene apuntar aquí que lo que se produce explícitamente es una postergación de los autores, bien que finalmente, tras lograr cierta trascendencia en el país de acogida, al canon autóctono no le quede más remedio que aceptar y considerar al artista. Sólo en el caso del exilio por motivos políticos esto no sucederá en cuanto los motivos de ese exilio estén vigentes.
También hay que considerar el hecho de que esta migración condiciona fuertemente la creación de cada poeta. Se observa una tendencia a incluir temática y formalmente el viaje en sus composiciones, así como la fijación en los denominados no-lugares (aeropuertos, estaciones, puertos, aviones, trenes...). También la persona poética se reconoce como extraña, siendo a veces un desdoble de la persona poética principal. Todo ello hace que la lectura de estos poetas recogidos en extracomunitarios sea especialmente recomendable, sobre todo en un país como el nuestro, donde la emigración ha repuntado con fuerza en los últimos tiempos.
Fuente: lacolumnata.es
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