Fecha:
20/02/2016
Como les dije, ayer, después de leer el prólogo de Punto de ebullición la antología de poesía gallega realizada por Miriam Reyes y publicada por Fondo de Cultura Económica, terminé al artículo como pude y me puse a leer poemas.
Los hay del tipo que les dije. Son como mordiscos, algunos de ellos; quizá también como una dentellada. También los hay suaves como los besos que Josep Pla ansiaba poder posar sobre la sonrosada piel de una mujer hermosa. Todavía no encontré ninguno que desprendiese luz. Ya aparecerá. Ya se sabe que estos, los llamados luminosos, siempre son los menos.
Por eso son tan necesarios los poetas. En ellos la cantidad antecede a la calidad. Es la cantidad la que los decanta. Lo hace de forma que, en medio de un haz de ellos, no suele venir ninguno y son necesarios muchos haces para que surja uno que es como un milagro. Qué otra cosa, si no, es la poesía. Buscar esos poemas es algo parecido a la historia de buscar una aguja en un pajar. La mejor manera de hacerlo es la de tirarse sobre la paja, una y otra vez, hasta que la puñetera y tan citada aguja te pinche. Es ella quien te encuentra, mientras tú la buscas –con denuedo y ya sin esperanza– tirándote incluso de culo sobre lo que fue hierba fresca y ahora está, dorada y seca, esperando tus posaderas como si fuesen la piel tersa y sonrosada de la dama que soñaba el ampurdanés Pla, ya tan lejano.
Quizá por eso los prólogos de las antologías suenen siempre a disculpas presentadas por la ausencia de luz. En este de Miriam Reyes sucede como en todos. En él faltan nombres que pudieran ser esenciales y otros solo figuran en nutridas nóminas a pie de página con las que quedan puestas en evidencia el conocimiento y la buena fe de la antóloga, pero dejan in albis a los lectores desinformados de la realidad que se pretende comprimir cuando es inabarcable.
En su momento asistí a la presentación del libro en la librería Juan Rulfo o lo que es lo mismo en la sede del Fondo de Cultura Económica en Madrid. Llegué tarde y tuve que marcharme pronto. Había ido con la sana intención de escuchar a Antón Lopo, a quien admiro como escritor desde hace años, y nunca había leído un poema suyo, nunca lo había oído recitar, nunca contemplado en una de esas sus perfomances que la gente alaba tanto. En esta ocasión tampoco pudo ser. Ahora, por fin, acabo de leer alguno de sus poemas. Hay alguno luminoso.
Seguiré leyendo. En una tarde no se lee una antología poética, salvo que esta esté llena de dentelladas y mordiscos, pero escasa de luz y otros temblores. Aquí llega para agradecer a Miriam Reyes su esfuerzo y a algunos de los poetas, entre los que hay alguno de mi preferencia, la luz que desprenden algunos de sus versos, inaprensibles como luciérnagas, siempre inalcanzables en medio de la oscuridad que nos envuelve.
Alfredo Conde es escritor, Premio Nadal y Nacional de Literatura.
http://www.elcorreogallego.es/opinion/firmas/ecg/la-luz-de-los-versos/idEdicion-2016-02-20/idNoticia-981176/
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