Fecha:
07/05/2018
“El siglo XIX inventó la música española”, afirma Juan José Carreras al inicio de este quinto volumen de la Historia de la música en España e Hispanoamérica de Fondo de Cultura Económica. Pero también transformó el mundo. Y en esa dialéctica entre nacionalismo y universalidad, entre lo particular y lo global, discurre esta brillante síntesis musical del XIX español. El volumen, de casi ochocientas páginas, pone fin al proyecto editorial de una nueva historia de la música española e hispanoamericana desde una perspectiva actual, iniciado en 2009. Por ello, Carreras propone el siglo XIX como “una inmediata prehistoria de nuestro presente”. Un periodo que en música no sólo implicó la consolidación del concierto público o el surgimiento de las músicas populares urbanas, sino además el desarrollo de una cultura burguesa y cosmopolita. De una progresiva modernización. Carreras se sobrepone a las consabidas etiquetas que ensalzan y desprecian esta centuria. Y compone una narración claramente impregnada de historia social y cultural, donde lee los testimonios con una voluntad presente. “Cada tiempo necesita escribir su propia historia”, reconoce. Tampoco elude el concepto “atraso”, pero sí la descalificación ética y moral de “fracaso”. Acude una y otra vez a la dimensión semántica de los conceptos históricos, siguiendo a Koselleck, que resulta fundamental para delimitar lo que se entiende por “concierto” o por “zarzuela”. Y diseña una estructura cercana a la clásica monografía sobre este mismo período histórico de Dahlhaus.
Parte de una extensa introducción, centrada en consideraciones historiográficas, que ocupa los dos primeros capítulos y conforma una primera parte del libro. En el primero, “El siglo XIX musical”, aborda el relato historiográfico que le precede, pero también la dimensión cosmopolita de esta centuria, donde trata de la circulación o de las redes personales junto a cuestiones de mecenazgo y mercado musical; incluso ahonda en consideraciones sociales sobre la ausencia y presencia de la mujer unida a la dimensión pública y ritual del concierto. En el segundo, “La invención de la música española”, Carreras desembarca en el espinoso tema del nacionalismo musical con abundantes consideraciones conceptuales unidas a sus discursos y prácticas. Y se detiene en la ópera nacional, “un fantasma que recorre todo el siglo XIX español”.
Una de las novedades que plantea esta monografía del XIX musical español es una propuesta de periodización general y un cuestionamiento de sus límites. Sin duda, la extraordinaria diversidad y complejidad de esta centuria no habían permitido una parcelación más allá de los habituales reinados. Carreras elude los jalones de historia política y se acoge al “largo siglo XIX”, que abarca de 1790 hasta 1914. Ello le permite concebir la historia musical española a nivel regional o territorial dentro de un marco global, que parte de los cambios en la cultura musical española ilustrada en el contexto del primer romanticismo. De hecho, en los cuatro capítulos que conforma la segunda parte del libro Carreras se rodea de un cuarteto de colaboradores con los que teje un relato donde combina diacrónica y magistralmente distintos aspectos de la historia musical.
En el tercer capítulo, “La transición a un nuevo siglo (1790-1830)”, las consideraciones sobre el legado ilustrado o la recepción de la música alemana, de Carreras, se complementan con la importancia de Rossini en España, de José Máximo Leza, la construcción de lo popular, de Celsa Alonso, y la formación del mercado de ediciones e instrumentos musicales, de Cristina Bordas. Le siguen dos capítulos más concebidos como sendas fases sucesivas en la modernización de la cultura musical española en los que se suma Teresa Cascudo: la instauración (1830-1860) con las nuevas instituciones y los géneros; y su consolidación (1860-1890) donde lo nacional convive con la recepción de Beethoven y Wagner. El capítulo final, de Teresa Cascudo, está íntegramente dedicado a las perspectivas modernistas en las que conviven el fundamental trío formado por Albéniz, Granados y Falla.