Fecha:
22/07/2017
La esperanza de vida arroja tendencias que son similares en todo el mundo. Las mujeres viven más que los hombres y es un indicador que a nivel global no ha dejado de crecer en las últimas décadas, pese a que en algunos países subdesarrollados ha habido avances y retrocesos. La población mundial en 1950 era de 2.500 millones. Hoy somos más de 7.000 millones. Ello se debe a la reducción de la mortalidad infantil; pero sigue habiendo muchas diferencias entre crecer en Europa o hacerlo en África subsahariana. La desigualdad económica no es ajena a la de la esperanza de vida al nacer.
Después de la Segunda Guerra Mundial hubo un tiempo en que la esperanza de vida de los países pobres se acercaba a la de los países ricos, pero el sida y otras enfermedades contagiosas hicieron mella en África, la región más castigada en las últimas dos décadas del siglo XX. Se perdió parte del camino andado.
En 1960 había 80 países que no llegaban al umbral de los 50 años según los datos del Banco Mundial. En 2015 quedaba sólo uno, Suazilandia, un país diminuto de África, fronterizo con Sudáfrica y Mozambique, cuya esperanza de vida al nacer es de 49 años. Lesoto, un país incrustado en Sudáfrica, es el siguiente de la lista con una esperanza de 50 años. La media mundial de 1960 a 2015 ha pasado de 52 años y medio a 71 y medio.
En 2015 había 76 países con una esperanza inferior a los 70 años. Los 25 países con peores guarismos, entre los 49 y los 60 años, son de África subsahariana. El siguiente en la lista es Afganistán. Pese a los datos negativos de los países subdesarrollados, es ahí donde más ha mejorado.
En 2016 la Organización Mundial de la Salud (OMS) remarcaba que desde el año 2000 la esperanza de vida registró un avance de cinco años. Pero a la vez hacía hincapié en que hay grandes desigualdades entre las diferentes regiones del mundo, entre los países e incluso dentro de un mismo país.
Agnus Deaton, premio Nobel de Economía en 2015, defiende que la historia del progreso material y del crecimiento es también la historia de cómo se extiende la desigualdad. Sus estudios no sólo se centran en la riqueza, también aborda el tema sanitario. En su libro El Gran Escape (Fondo de Cultura Económica, 2015) explica que hay tres docenas de países en que más de un 10% de los niños todavía mueren antes de los cinco años y no lo hacen por nuevas enfermedades infecciosas como el sida o las enfermedades tropicales incurables. Mueren por “enfermedades que mataban a los niños europeos en los siglos XVII y XVIII, infecciones intestinales y respiratorias y malaria, la mayoría de las cuales hemos sabido cómo tratar desde hace mucho tiempo”.
Esos niños no morirían si no nacieran en países pobres, luego la pobreza determina la esperanza de vida y vivir entre los trópicos implica más fragilidad a nivel económico y de salud pública, ya que algunas enfermedades se dan por el clima o el territorio, que favorecen ciertas plagas.
Según datos anuales que publicó la OMS en 2016, 5,9 millones de niños mueren antes de cumplir los cinco años; hay 2 millones de nuevas infecciones de sida, 9,6 millones de casos nuevos de tuberculosis y 214 de paludismo; 1.700 millones de personas requieren tratamiento contra enfermedades tropicales; hay 10 millones de muertos menores de 70 años por cáncer y enfermedades cardiovasculares y 7,3 millones mueren por la contaminación del aire; y 800.000 suicidios.
Deaton achaca el rápido crecimiento de la esperanza de vida en los países pobres en el siglo pasado a la reducción de las tasas de mortalidad infantil, que entre 1960 y 2015 han bajado en el mundo diez puntos porcentuales, hasta una media del 7,74%. La mortalidad infantil se redujo por la introducción de la penicilina, de programas de vacunación y el “control de vector”, el ataque químico a las plagas portadoras de enfermedades infecciosas como los mosquitos, que transmiten la malaria, explica el economista a la vez que sostiene que la vida a nivel material es mejor ahora que en cualquier otro momento de la historia. A parte de la innovación, la educación y el crecimiento económico también ayudan, ya que contribuyen a que la salud y la alimentación de las personas sea mejor.
El economista escocés señala que si las enfermedades de los países pobres se deben a la pobreza, la incidencia sobre la salud es menos importante que el crecimiento económico, que sube los estándares materiales de vida y a su vez la salud de los ciudadanos. No obstante, invita a no dejar de lado la cuestión de la salubridad, pues en Europa y América del Norte el aumento de la esperanza de vida entre 1850 y 1950 se debió a superar enfermedades y el crecimiento económico fue un aspecto subsidiario.
Además, en África los gobiernos a veces no sitúan la salud entre sus prioridades, pero tampoco lo hacen los ciudadanos, según los sondeos mundiales de la firma Gallup. Sus prioridades siempre son materiales y económicas. Además, según el Banco Mundial, en muchos de estos países hay absentismo laboral en sectores clave como la educación o el sanitario. Entre los trópicos se genera la tormenta perfecta.
La cuestión de la salud es integral. No puede abordarse en términos sólo económicos o sanitarios, engloba aspectos muy variados de la vida de las personas.
Fuente:
http://www.lavanguardia.com/internacional/20170722/424276276121/esperanza-vida-mundo-mapa.html