Fecha:
26/11/2017
Noni Benegas da en 'Ellas tienen la palabra. Las mujeres y la escritura' una serie de claves y respuestas sobre cuáles han sido los mecanismos que han expulsado a la mujer de la historia literaria y en qué estado se encuentra su lucha y su reivindicación en la actualidad.
«Poetisas mías, atiendan vuestras mercedes a sus maridos y a sus hijos, mantengan la casa en orden y déjense de versos malos y cochambrosos, que ya hay demasiados poetas que se dedican a ello con terca dedicación».
FRANCISCO BEJARANO, «Poetisas». [1]
En 1997, hace ya 20 años, Noni Benegas y Jesús Munárriz publicaron en Hiperion el libro Ellas tienen la palabra. Dos décadas de poesía española, una antología de 41 autoras nacidas en la segunda mitad del siglo XX que supuso un punto de inflexión en la forma en que se debía interpretar el canon y una referencia ineludible que puso en primera línea a las mujeres poetas cuya obra, tras los años de la transición, había sido velada y había sufrido las dificultades de brotar en un campo dominado (tiránicamente, podríamos decir) por los hombres, y que a partir de este momento iba a reclamar su espacio en el terreno de la literatura y de la crítica literaria en este país.
Ahora, veinte años después, el sello Fondo de Cultura Económica recupera bajo el nombre de Ellas tienen la palabra. Las mujeres y la escritura el estudio introductorio con el que Noni Benegas prologó aquella publicación, y lo hace en una edición que, además, incluye nuevos textos críticos: una entrevista que Ana Nuño le realiza a la propia Noni Benegas respondiendo a algunas preguntas que seguramente el lector se haga al leer el estudio, así como una conferencia de la autora en Iluminando la palabra (Instituto de la Mujer de la región de Murcia, 2017) que se titula Las mujeres y la escritura: ¿literatura femenina o reivindicación literaria? y que a partir del «Estudio preliminar» da una serie de claves y respuestas sobre cuáles han sido los mecanismos que han expulsado a la mujer de la historia literaria y en qué estado se encuentra esa lucha y esa reivindicación en la actualidad.
[…] si bien en los ochenta parecía que las poetas iban a conquistar el feudo de la lírica, en la práctica esto no ha ocurrido. Tienen, sí, un público fiel que va en aumento y un mercado; ganan premios, también, pero se demora su entrada en las antologías exegéticas, que ayudan a configurar el canon. […]
Hay entonces, por lo menos, dos razones por las cuales se impide su entrada: la primera, porque son muchas, y los beneficios a repartir escasos, y la segunda, porque la novedad de asuntos y estilos que aportan modifica, como muestra el ejemplo de Rosalía de Castro, las reglas de valor para todo el campo, que con su ingreso y consiguiente difusión pública se vería obligado a revisarlas.
Creo firmemente que esa segunda razón que propone Benegas es la que más presencia tiene en la actualidad, y que efectivamente la novedad de asuntos y estilos que en las últimas décadas han ido aportando las mujeres nos está obligando a reflexionar y a tratar de modificar en la medida que podamos la manera que tenemos de acceder y comprender el canon. Hace falta, en definitiva, crear desde nuestra posición actual un nuevo canon que refrende el anterior, dándole de verdad el espacio y peso que le corresponde a esas «reglas de valor» generadas por Ellas.
Reflexiona Benegas en el prólogo al «Estudio preliminar» cómo lo que iba a ser un prólogo a la antología se convirtió en una investigación exhaustiva, llevada seguramente por la exigencia de tener que lidiar contra quienes decían que no tenía sentido «encerrarlas [a las poetas] en un gueto», y tener que demostrar (nada se les pide a las antologías colmadas por hombres), ya no solo la calidad de las poetas escogidas, sino «la necesidad de una selección exclusiva de mujeres en los albores del nuevo milenio».
En tanto que poeta, justificaba mi ausencia de las antologías españolas por el hecho de no ser nativa y haber llegado con veintitantos años; es decir, la proverbial exclusión de los que de afuera pese a formar parte del orbe de la lengua y vivir aquí. Acostumbrada, pues, a no contar, yo no me daba cuenta de la invisibilidad, realmente. Para decirlo con una imagen: no veía que la reina estaba desnuda.
Ellas tienen la palabra. Las mujeres y la escritura es una reflexión de género, ya no solo de cómo se construyó la antología en 1997 y en qué contexto lo hizo, sino cómo eso ha ido evolucionando durante estos veinte años y nos ofrece los parámetros para analiar qué es lo que se ha «resuelto» y qué es lo que todavía queda por resolver.
Sirva pues esta edición conmemorativa para recordar a todo el mundo que la reina está desnuda, que las cuarenta y un poetas que aparecieron en Ellas tienen la palabra. Dos décadas de poesía española (Hiperion, 1997) ya no son cuarenta y una, sino mucha más, y para volver a poner sobre la palestra la necesidad de reformular el canon literario de este país.
Aparecieron en la antología Ana Rossetti, Carmen Pallarés, Olvido García Valdés, Chantal Maillard, Ángeles Mora, Julia Otxoa, María Antonia Ortega, Neus Aguado, María Ángeles Maeso, Concha García, Esther Zarraluki, María Sanz, Andrea Luca, Isla Correyero, Menchu Gutiérrez, Rosa Lentini, Blanca Andreum, Esperanza Ortega, Graciela Baquero, Pilar González España, Lola Velasco, María Rosal, Aurora Luque, Amalia Iglesias, Inmaculada Mengíbar, Amalia Bautista, Esperanza López Parada, Teresa Agustín, Eloísa Otero, María José Flores, Almudena Guzmán, Mercedes Escolano, Rosana Acquaroni, Ángela Vallvey, Ada Salas, Guadalupe Grande, Josefa Parra, Luisa Castro, Ruth Toledano, Esther Morillas y Ana Merino.
Corregimos:
«Poetisas Poetas mías, atiendan, por favor, vuestras mercedes a sus maridos y a sus hijos, mantengan la casa en orden y déjense de versos malos y cochambrosos, que ya hay demasiados hombres poetas que se dedican a ello con terca dedicación, y las necesitamos».
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