Fecha:
01/12/2010
Cada persona genera más de 500 kilos de basura al año o, lo que es lo mismo, una ingente cantidad de recursos naturales desperdiciados. Reducir, reusar y reciclar debiera ser el objetivo de todos, como ya lo es de un buen número de ciudadanos y de activistas que han emprendido el camino hacia los 'cero residuos'.
Annie Leonard tiene un vicio más bien sucio, pero absolutamente confesable: hurgar en los cubos de la basura... "Es una de mis actividades favoritas cuando viajo. Me gusta ver lo que tira la gente: no conozco una manera mejor de conocer una familia, una comunidad, un país... Deberíamos mirar más en nuestros propios cubos, y darnos cuenta de que muy poco de lo que tiramos es realmente desechable."
Sigamos, pues, el consejo de la sagaz directora y autora de La historia de las cosas (que ahora nos llega en forma de libro, editado por el Fondo de Cultura Económica) y hagamos un sano ejercicio de autocrítica. O contratemos por un par de horas a un auditor casero de basura como los que ya existen en Estados Unidos.
Tengamos en cualquier caso el valor de mirarnos al espejo de todo lo que desechamos a diario: mondas de fruta y verdura, restos de comida cocinada, envases de plástico, servilletas de papel, trapos sucios... Nos esforzamos en reciclar, pero no es suficiente. El cubo se llena sin remedio. Unas veces por desidia, otras por comodidad. Probamos con la compostera, pero es difícil mantener a raya los olores. Lo del papel y el vidrio lo tenemos solucionado. Nos esforzamos en separar todo lo que podemos, aunque la bolsa se llena inevitablemente. Seis kilos de basura doméstica por una familia media de cuatro personas. Unos 575 kilos al año por cabeza si vivimos en España, 760 si estamos en Estados Unidos...
"Y, aun así, hay una verdad fundamental que vale en todo el planeta", seguimos con Annie Leonard. "Lo que llamamos desechos son sobre todo recursos. Así, revueltos, no sirven para nada. Acabamos enterrándolos en un vertedero o, lo que es peor, quemándolos en una incineradora. Si los separamos, podremos volver a usarlos como papel, como metal, como vidrio, como compost para fertilizar la tierra. Por eso es tan importante conocer nuestra basura y meter la mano en ella para ver cuánto podemos reutilizar. ¡Es una tarea fascinante!"
A sus 46 años y con un documental de apenas 20 minutos, Annie Leonard ha golpeado las conciencias de millones de ciudadanos en todo el planeta. La historia de las cosas es un auténtico viaje al fondo de la Tierra (y a todo lo que los humanos estamos haciendo con ella), de la mano de esta infatigable activista y comunicadora, que se ha pasado media vida buceando en el cuarto trastero de la sociedad de consumo.
"Soy ambivalente sobre el reciclaje. Lo amo y lo odio... Si reciclamos, quiere decir que tiramos menos cosas y que usamos menos cosas. Pero el problema está cuando la gente piensa que reciclar es la solución. Y no es así: reciclar es el último recurso. Tenemos que respetar el mantra por riguroso orden: reducir, reusar, reciclar."
Aunque ya de pequeña se preguntaba por esa invisible conexión entre la desaparición del bosque y la expansión de los centros comerciales en su Seattle natal, su verdadera iluminación ocurrió en el vertedero de Fresh Kills, que durante medio siglo digirió más de 11.000 toneladas diarias de basura en Nueva York.
Annie Leonard, autora del documental La historia de las cosas, en el Centro Ecológico de Berkeley.
"Necesitamos leyes de 'responsabilidad productiva': el 80% del impacto de un producto se decide en la fase de diseño"
"Cuando lo cerraron en el 2001, la montaña de desechos era 25 veces más alta que la estatua de la Libertad", recuerda Annie. "Aquella visión impactante me dio mucho que pensar. ¿Quién puede haber concebido este sistema tan monstruoso? ¿Cómo permitimos que esto siga ocurriendo? Yo misma no acababa de entenderlo: tardé veinte años en hacer la conexión."
Su experiencia en Bangladesh, India y Haití fue vital para acabar de atar los cabos sueltos del sistema. Annie Leonard se remonta a los estragos de la extracción: de las deforestaciones masivas en el Amazonas o en Indonesia a la decapitación de las montañas Apalaches o las arenas de alquitrán de Alberta. Como ocurre con los desechos, el sistema tiene la virtud de esconder las consecuencias de lo que consumimos desde el lugar de origen, casi siempre remoto, casi siempre a expensas de la explotación laboral, la corrupción política y el deterioro ecológico.
El segundo capítulo, la producción, nos toca más de cerca... "Por mucho que nos esforcemos en menguar el cubo de la basura, la mayor cantidad de desechos es la que produce la industria. Y ahí es donde la presión social y la acción política son fundamentales. Necesitamos leyes de responsabilidad productiva en todo el planeta: el 80% del impacto de un producto se decide en la fase de diseño."
La distribución es el tercer engranaje del sistema, y Annie Leonard nos recuerda como Walmart, la mayor cadena de supermercados del mundo, tiene un sistema informático de transporte y localización de sus mercancías que rivaliza con el del mismísimo Pentágono: "El movimiento de la relocalización ha empezado con los alimentos, pero se está extendiendo a otros campos, desde la extracción de recursos a la energía, como ocurre con el movimiento de Ciudades en Transición".
Llegamos de esta manera al cuarto piso de la pirámide, acaso el más importante, el que da sentido al sistema: el consumo. "No me gusta que me llamen anticonsumista", puntualiza la autora de La historia de las cosas, "pero sí quiero denunciar los efectos del hiperconsumismo, que se produce cuando tomamos más recursos de los que necesitamos y que el planeta puede sostener".
"Con el 5% de la población, Estados Unidos consume el 30% de los recursos y es responsable del 30% de los residuos", certifica Leonard, que posa para las fotos junto a las botellas de plástico compactadas por el Centro Ecológico de Berkeley, su pueblo adoptivo... "No hace falta ser un genio de las matemáticas para darse cuenta de que harían falta de tres a cinco planetas si los 6.800 millones de habitantes de la Tierra imitaran las pautas de consumo del sueño americano".
Conclusión: hace falta un nuevo paradigma (o un nuevo planeta), y en eso estamos: "La gente está cambiando su relación con las cosas. Ya no hace falta poseerlas y acumularlas, sino simplemente tener acceso a ellas: compartiéndolas, reusándolas, intercambiándolas, prolongando su uso para que no acaben en un vertedero... Y creando de paso comunidad".
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