Fecha:
11/10/2011
La publicación del libro de Annie Leonard The Story of Stuff en EE. UU. y su difusión en otros países occidentales ha supuesto una aportación relevante para el conjunto de debates que están teniendo lugar en torno a la reducción del consumo, el decrecimiento, el uso correcto de los recursos... y su importancia para la conservación del entorno, que trascienden el ámbito puramente ambientalista para constituir una puesta en cuestión del estatus quo económico, social y político del mundo actual y la busca de alternativas a los modelos que han venido imperando durante las últimas décadas. La situación económica que se está viviendo ha constituido todo un revulsivo social en EE. UU. y otros países occidentales que ha propiciado el surgimiento de un conjunto de iniciativas en búsqueda de soluciones, y entre los acontecimientos recientes, este libro, de la mano de iniciativas ciudadanas y fundaciones se ha convertido en uno de los referentes para reflexionar sobre la incidencia y la huella ecológica de nuestros actos cotidianos, en sociedades de consumo como las occidentales y el modelo que ha vendió suponiendo para países en desarrollo; al libro han seguido materiales complementarios como la película que incluimos, la página web y toda una serie de iniciativas y recursos educativos, de carácter no comercial, que buscan contribuir al creciente cambio de mentalidad. El 2010 apareció la traducción al castellano, La Historia de las Cosas, en la editorial Fondo de Cultura Económica, de reconocida solvencia en el ámbito sociológico, económico y politológico entre otras disciplinas, que nos ha facilitado una entrevista con la autora de la que resumimos algunos aspectos de particular interés:
¿Existe una relación entre cosas (bienes materiales) y felicidad?
Sí, hay una conexión, y es a menudo mal entendida. En nuestra sociedad de consumo enloquecido y empapada de publicidad se nos bombardea con mensajes de "más = mejor".
Hay muchas, muchas personas en el planeta para las que "más" en realidad es igual a "mejor". La mitad de la población mundial vive con menos de 2 dólares al día. Muchas personas necesitan más comida, más ropa, más vivienda, más educación, más energía, más atención de la salud.
Pero esa conexión "más = mejor" no se extiende indefinidamente. Después de un momento, después de las necesidades materiales se cumplen, la relación entre "más" y "mejor" es más débil. Hay abundantes estudios psicológicos que documentan que los niveles de felicidad han venido disminuyendo desde hace décadas, a pesar de nuestro aumento en el consumo y en el uso de los recursos. De hecho, muchos estudios muestran fuertes conexiones tanto a nivel individual como comunitario entre una orientación muy materialista o consumista y el aumento de ansiedad, inseguridad e infelicidad. A partir de un punto (para la mayoría de nosotros), más cosas resulta tóxico, literal y espiritualmente. El profesor Tim Kasser (autor de El alto precio del materialismo) escribe sobre la relación entre el aumento de la ansiedad y la baja autoestima, y una perspectiva más materialista. Parece que una mentalidad altamente materialista y centrada en el consumo se deriva de y conduce a niveles más bajos de felicidad.
Necesitamos una nueva medida de progreso que no se base en los recursos consumidos. Sí, queremos crecimiento, pero no crecimiento de contaminación y de deuda. Queremos crecimiento de niños sanos, transporte seguro, energía limpia, comida nutritiva. Individual y socialmente, haríamos bien en redefinir el progreso más allá del consumo material, incluyendo las cosas que realmente nos hacen saludables, seguros y felices.
Algunos académicos y científicos, especialmente en los EE.UU. y Europa, han estado estudiando la ciencia de la felicidad y la relación entre la felicidad y los bienes materiales. Hay evidencia creciente de que, después de un punto, la consecución de más y más cosas lleva a seguir consiguiendo más cosas aún, no nos hace más felices. Y porque el trabajo para pagar, comprar y mantener todo eso exige muchas horas, un enfoque en los bienes materiales realmente hace que nuestra vida sea menos feliz, consumiendo un tiempo que se podría dedicar a las cosas que realmente nos hacen felices: el tiempo con amigos y la familia, tiempo libre, tiempo en comunidad.
Tenemos un gran reto por ante nosotros: nada menos que el rediseño de nuestro sistema económico, la base industrial y la cultura, para apoyar la sostenibilidad y el intercambio en lugar de la acumulación de cosas. Un reto de enormes proporciones.
Tenemos que trabajar en reducir el consumo en dos niveles: individual y estructural. En el plano individual, cuanto más podamos liberarnos de la mentalidad "más es mejor", menos tiempo gastaremos en trabajar en exceso, en consumo excesivo y en estrés.
Afortunadamente, tenemos un gran factor a nuestro favor: las cosas que nos ayudarán a reconstruir nuestras comunidades y disminuir nuestro deterioro del planeta son las mismas cosas que nos harán más felices.
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