Fecha:
10/09/2016
López-Pellisa se centra en la literatura de ciencia ficción, la cibercultura, el cine y el teatro mediados por las nuevas tecnologías y el ciberfeminismo.
Termino la lectura en el parque de la Atalaya, junto al mar conileño. Entre los pinos, que el contumaz levante ha doblegado de manera fantasmagórica, grupos de adolescentes persiguen al último pokemon. Cada uno exhibe carísimos teléfonos, más inofensivos tal vez que las escopetas con cuyos balines los padres de esta turba extirpaban por aquí camaleones, tórtolas, gorriones, jilgueros y cuanto se les ponía a tiro. Nintendo puede generar nuevas criaturas, al parecer con irresistibles atractivos, mucho más fácilmente que la naturaleza clásica. Es una de las virtudes de la ‘realidad virtual’.
El volumen luce prólogo de Naief Yehya, teórico cibercultural, que lo fecha en New York y avanza que estamos ante «un libro sobre pandemias mediáticas y aflicciones imaginarias que pueden ser tan reales como la peste negra». Conocí a la autora en Badajoz, donde realizó estudios primarios (Colegio Piloto Guadiana) y secundarios (IES Rodríguez-Moñino). Sus padres son personas fuertemente comprometidas con la educación en Extremadura, cofundadores de la asociación pedagógica ‘Juan Uña’, nombre que le pusimos en memoria del extremeño que llegó a ser rector de la ILE (Institución Libre de Enseñanza).
Teresa López-Pellisa (Alcañiz, 1979) es doctora en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid, donde recibió el magisterio de Antonio Rodríguez de las Heras, a quien cita en numerosas páginas. Terminó después Teoría de la Literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona. Desarrolla allí labores docentes e investigadoras en el marco del Grupo de Estudios sobre lo Fantástico, participando también en el Grupo Cuerpo y Textualidad. Entre sus publicaciones cabe destacar Ensayos sobre ciencia ficción y literatura fantástica (2009) y la coedición de Visiones de lo fantástico en la cultura española 1970-2012 (2014). Sus líneas de investigación se centran en la literatura de ciencia ficción, la cibercultura, el cine, el teatro mediados por las nuevas tecnologías y el ciberfeminismo. Son temas que se abordan en este estudio, abrumadoramente documentado, que hacen referencia asimismo a cuestiones filosóficas, históricas y sociopolíticas, sin omitir las teológicas (quizás las menos afortunadas). Dos apéndices, con referencias bibliográficas y filmográficas, indican las fuentes utilizadas, si bien son muchas más las obras que se citan a lo largo del libro. (Tratándose de los clásicos grecolatinos, se agradecería el préstamo directo, así como la indicación de qué traducciones se manejan, sobre todo en los textos bíblicos, algunas muy discutibles).
A mi entender, dos son los valores sobresalientes de este trabajo: sus aportaciones de carácter lingüístico, encaminadas a establecer con precisión los términos usuales en terrenos tan novedosos, la mayor parte con sello anglosajón (aunque no faltan etimologías grecolatinas) y los peligros que, tras el oportuno diagnóstico, López-Pellisa denuncia en el cada vez mayor avance de los entornos digitales. Ejemplificándolos con abundantísimos testimonios, tras rastrear sus posibles antecedentes en épocas anteriores, la investigadora pone en aviso sobre las «patologías» – así las define ella– más frecuentes en los espacios digitales. Intentaré resumirlas:
1.- Sufren los internautas de esquizofrenia nominal a la hora de construir dominios, muros, páginas, etc. en la inmensidad de Internet.
2.- Los simulacros de la red impiden a menudo establecer diferencias entre la realidad y las imágenes que habitamos, entre los átomos y los bits.
3.- Estamos en peligro de sufrir una ‘obsolescencia cárnica’: los ciborgs, replicables en cuerpos de silicio, jubilan a la persona humana tradicional, generando seres fácilmente manipulables para el Poder.
4. Pero las nuevas creaciones cibernéticas reinciden una y otra vez en las tesis de la mística religiosa.
5.- Las ginoides, maniquiféminas y demás mujeres virtuales repiten en la caverna telemática el viejo ‘mito de Pandora’, tan útil para perpetuar el predominio machista. Sin duda, el imperio de la informática es ineludible. Bien estará acogerlo sin sufrir estas enfermedades.
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