Fecha:
31/12/2018
HERRERO SÁNCHEZ, Manuel (ed.), Repúblicas y republicanismo en la Europa Moderna (siglos XVI-XVIII), Madrid, FCE/Red Columnaria, 2017, 611 págs., ISBN: 978-84-375-0761-3.
Pocas veces se nos da la oportunidad de comentar una obra de la densidad de esta, dedicada a un tema que, como señala Giovanni Levi en su prólogo, merecía una profunda investigación que permitiese «reconstruir la realidad republicana como una cuestión totalmente distinta a la abordada en el debate sobre el republicanismo» (pág. 13). Sin duda este libro colectivo es un avance de gran envergadura en el que se suman las aportaciones de una veintena de historiadores, modernistas en su mayoría, que comparten el interés por la historia política y de la teoría política, complementadas en varios casos con el interés por la dimensión económica —mercantil y financiera, de modo más específico—. La variada procedencia territorial de los autores —además de los regnícolas, los hay de Italia, Países Bajos, Francia, Alemania, Austria, etc.—, y sus diferentes linajes historiográficos son precisamente los que propician la diversidad de enfoques que el editor, Manuel Herrero Sánchez, pretendía para esta obra; no es banal la lectura de las trayectorias curriculares de estos autores (pp. 597-603), ya que permite ver esas significativas circunstancias y situar a cada uno en su contexto. La unidad del libro viene dada por su estructura en cinco bloques concatenados, por la presencia de una extensa bibliografía en cada uno de los capítulos y por la inclusión de un útil índice final de nombres, topónimos y términos históricos, todo lo cual facilita la lectura y la consulta, no en vano está destinada a ser una referencia en las bibliografías universitarias dedicadas a la Edad Moderna.
La diversidad de enfoques es lo que se recoge en la introducción que Manuel Herrero firma (pp. 17-89). No se trata de una introducción al uso, sino uno de los capítulos fundamentales del libro, dedicado a presentar las «líneas de análisis y debates conceptuales en torno al estudio de las repúblicas y el republicanismo en la Europa moderna». A partir de un excelente dominio de la materia y de su bibliografía, el autor presenta la gran variedad de modelos de republicanos existentes en Europa, algunos bastante efímeros, otros arraigados desde la Edad Media; se detiene en los difusos límites entre repúblicas y monarquías, y en reflexionar sobre la polisemia de términos como «repúblicas» y «republicanismo», de fácil deslizamiento hacia el anacronismo; vuelve sobre cuestiones clásicas como la contraposición entre las Provincias Unidas e Inglaterra, del lado parlamentario y republicano, y Monarquía Hispánica y Francia, del lado absolutista y dinástico; y propone una revisión historiográfica para el análisis del republicanismo integrando a nuevos actores y espacios, y sobre todo, el necesario esfuerzo comparativo. Manuel Herrero cuestiona algunas hipótesis sobre las repúblicas europeas modernas y se sitúa en los grandes debates sobre el tema, que tienen en John G.A. Pocock y en Quentin Skinner a sus más conocidos representantes.
La obra se organiza en torno a cinco unidades temáticas, la primera de los cuales aborda cuestiones conceptuales, lenguajes y representaciones, iniciándose con las páginas firmadas por Thomas Maissen que proponen precisamente la revisión del término «república» desde la Antigüedad hasta las corrientes actuales, centrándose sobre todo en el siglo XVIII (pp. 93-126). Este mismo siglo es el que ocupa a Urte Weeber en su capítulo sobre las repúblicas y el discurso reformador en el ideario de la Ilustración temprana (pp. 185-201). La cuestión del lenguaje es planteada también por Saúl Martínez Bermejo, en un estudio minucioso sobre la multiplicidad de lecturas del inicio de los Anales de Tácito, texto ambiguo que podía interpretarse en términos «ventajosos» tanto para la monarquía como para la república (pp. 157-184). El de Domingo Centenero rastrea la existencia de un «republicanismo castellano», a través de las actas municipales y de las historias o crónicas de las ciudades del centro peninsular, con la mirada puesta en las Comunidades, tratando de superar la falta de trabajos sobre las posiciones adoptadas por los regidores y de las ideas que sustentaban en sus votos (pp. 127-156).
La segunda parte del libro está formada por diferentes perspectivas cruzadas en torno a imperios y repúblicas y se compone de estudios más específicos en los que se plantean problemas o casos en los que las repúblicas o sus componentes entran en relación o en confrontación con las monarquías e imperios. Benoît Maréchaux se encarga de la conflictividad marítima, la mediación y las normas jurídicas comunes entre Venecia y el imperio otomano en el primer tercio del siglo XVII, en torno a un conflicto diplomático motivado por la captura de dos galeras venecianas (pp. 205-228). Yasmina Ben Yessef Garfia utiliza como observatorio comparativo a una familia originaria de la república genovesa, la de Battista Serra entre fines del siglo XVI y 1620, cuyo «carácter abigarrado y flexible» sirve a la autora para emplearla como modelo de red y para relacionarla con el análisis del sistema policéntrico hispánico (pp. 229-248). «España en el espejo holandés»: así se anuncia el capítulo de Arthur Weststeijn para tratar del radicalismo republicano después de la paz de Westfalia, contrastando el pensamiento político y los discursos, la forma de ver la libertad de comercio o la persecución frente a la tolerancia religiosa (pp. 249-272). El editor del libro, Manuel Herrero Sánchez, cierra esta parte con un artículo dedicado a la Monarquía Hispánica, «una monarquía de repúblicas urbanas» y de su relación con las repúblicas europeas, una relación paradójica —«entre el recelo y el sostén de la causa republicana»—, que Herrero explica por cuanto la Monarquía compartía con esas repúblicas —a diferencia de Francia— una misma estructura desagregada con un notable protagonismo de unos poderosos núcleos urbanos celosos de sus libertades y ordenamientos jurídicos e institucionales (pp. 273-326).
La guerra, la diplomacia, la neutralidad y el papel de las repúblicas en «una Europa de príncipes» es el título de la tercera parte de la obra, que se inicia con un momento clave en la historia de las relaciones internacionales, la paz de Westfalia. Son precisamente las negociaciones de Münster y Osnabrück las que ocupan a Thomas Weller en su capítulo sobre la representación de tres «repúblicas» —Provincias Unidas, Confederación Helvética y la asociación hanseática— en esos procesos, identificando los rasgos comunes y las pautas diferentes de interacción con los estados dinásticos (pp. 329-347). Esta es la clave también del artículo de Ángel Alloza, quien, a partir de una buena base documental de archivos españoles y extranjeros, se ocupa de la posición adoptada por la Monarquía Católica ante el surgimiento de la República Inglesa y de cómo la razón de estado y la conveniencia se impusieron al dogmatismo religioso, hasta estrechar lazos con la Commonwealth of England (pp. 349-370). De nuevo las relaciones a dos o más bandas es el motivo del trabajo de Carlo Bitossi, referido a la circulación de información y el proceso de toma de decisiones en la república oligárquica de Génova y su papel entre Francia y España en 1679, a raíz de los rumores de amenaza francesa sobre Génova, que la obligó a acercarse a la monarquía de Carlos II para afrontar el peligro (pp. 371-394). Esa «pequeña república» es también la que centra elcapítulo de Matthias Schnettger, observando su comprometida situación entre Francia y el Imperio en el siglo XVIII; siempre amenazada, por estas potencias, se vio emplazada a defender su soberanía dentro de una limitada libertad de maniobra (pp. 417-429). Renzo Sabbatini toma como referencia la república de Lucca y su posición oscilante entre España y el Imperio en un capítulo sobre un delicado período, el de la Guerra de Sucesión española, no en vano Lucca dependía de que se mantuviese un equilibrio al que dedicó una actividad diplomática equidistante (pp. 395-415).
La religión es el gozne de la parte cuarta del libro, formada por dos capítulos. El primero, de Felicia Rosu, aborda el pluralismo religioso y la tolerancia legal en la Transilvania del siglo XVI, elegida como ejemplo por tratarse de una monarquía electiva; en ese territorio, los esfuerzos de los dirigentes políticos católicos por reducir la diversidad religiosa y favorecer a su iglesia, se vieron entorpecidos por esa peculiar estructura del Estado y por el peso de los estamentos en las asambleas generales, que limitaban el poder del gobernante (pp. 433-458). El segundo, de Igor Pérez Tostado, se ocupa de la recepción en la Monarquía Hispánica de la Revolución inglesa tras el enjuiciamiento y muerte de Carlos I, y de la justificación religiosa del tiranicidio republicano analizando de forma eficaz diversos textos que a este respecto circularon por Europa en aquel turbulento período (pp. 459-482).
La última parte de esta obra cambia la orientación de los anteriores para dirigirse a la dimensión económica —ligada, claro está, a la política—, abordando el papel de las repúblicas en el impulso comercial y financiero de la primera globalización. Son tres los componentes de esta parte: los conectores mercantiles, el desarrollo económico y la circulación de productos culturales. Es esta última la que estudia Natalia Maillard Álvarez en su capítulo, dedicado a la intervención de venecianos y de holandeses en los circuitos del comercio español del libro en los siglos XVI y XVII; la autora constata cómo contribuyeron a dinamizarlos aportando nuevas formas de asociación, administración y publicidad e insertándose en las redes del libro internacionales (pp. 485-506). El trabajo de Carlo Taviani se encarga de estudiar una institución financiera, la Casa de San Giorgio, asociación de acreedores del comune de Génova nacida en 1407 y administradora de la deuda pública, a través de la cual busca el origen de las corporations europeas modernas, un debatido concepto mercantil (pp. 507-528). Génova vuelve a centrar otro artículo, el de Luca Lo Basso, quien analiza la actividad armadora ligur en la segunda mitad del siglo XVII y su importancia en las rutas atlánticas, de un lado, y en las que llegaban al Mediterráneo oriental, al Levante otomano, creando una red de tráfico global que combinaba operaciones comerciales y financieras con una política «navalista», pero que tuvo en esta dimensión menos éxito del esperado (pp. 529-553). También Génova aparece en las páginas firmadas por Klemens Kaps, al estudiar las redes de comerciantes milaneses entre Lombardía y Cádiz mediante el ejemplo de la familia Greppi; esta importante empresa mercantil, cuyo núcleo se situaba entre la República de Venecia y el Ducado de Milán, y que estaba vinculada con redes genovesas, revela la compleja configuración del mapa comercial entre el centro europeo gobernado por los Habsburgo y el atlántico hispánico en la segunda parte del siglo XVIII (pp. 555-577).
Terminamos este comentario con las mismas palabras con las que Levi remata su prólogo, subrayando que a la enorme diversidad y fragmentación de los modelos estatales ensayados durante el Antiguo Régimen, no puede accederse de forma adecuada solo a través de la contraposición entre monarquía y república, ni reteniendo solo un concepto unívoco de «republicanismo», sino haciendo investigaciones a fondo, rigurosas y comparativas. El objetivo de este libro es ese precisamente, aportando más elementos a la comprensión de las repúblicas y de las lecturas diversas de los términos y conceptos con los que su realidad política era referida en el período moderno.
Fuente:
http://hispania.revistas.csic.es/index.php/hispania/article/view/771/768