Fecha:
01/12/2021
Fernández Sebastián, Javier, Historia conceptual en el Atlántico ibérico. Lenguajes, tiempos, revoluciones, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2021, ISBN 978-84-375-0812-2, 571 pp.
Mi padre nació en 1930 en Córdoba donde pasó su infancia y primera juventud, antes de viajar a Madrid para estudiar y donde formó su propia familia ya en los años sesenta. Como tantos hijos del baby boom y de la transición democrática, mi memoria visual del pasado de Guerra Civil, posguerra y el franquismo que viví hasta la adolescencia, se fraguó a través del blanco y negro de los documentales del NODO en los cines de entonces, de las imágenes de la televisión y de aquellos álbumes de padres y abuelos con fotos de pequeño formato, ribete blanco dentado y brillo acharolado que nos hablaban de un mundo remoto muy distinto al nuestro, más alegre y colorido. Además, con el tiempo, la representación monocroma de esa España del siglo XX mostrada inevitablemente «en blanco y negro» se convirtió en una metáfora muy utilizada para describir la sordidez y tristeza de la sociedad franquista que parecía avalar la existencia plana y exenta de pasión de quienes la vivieron.
Sin embargo, cuando hace algún tiempo vi el extraordinario documental «Un instante en la vida ajena» (José Luis López Linares, 2003) sobre el material filmado a lo largo de cincuenta años y a todo color por la adinerada barcelonesa Madronita Andreu, aficionada a recoger en su cámara de 16mm todo cuanto le rodeaba (viajes, celebraciones familiares, etc.), una de las escenas me impactó. Se trataba de una corrida de toros en la Barcelona de 1947 con Manolete, el famoso torero cordobés como figura central, aunque lo interesante para mí estaba en el público bullicioso, la viveza de sus rostros, el ambiente primaveral que parecía traspasar la pantalla, ese gozo de vivir que el ojo feliz y despreocupado de Madronita nos hacía llegar. Y entonces descubrí con cierto asombro que mi padre en sus años mozos iba a los toros, a fiestas de amigos, a excursiones, a pasear con su novia… y todo, hasta los momentos tristes le sucedieron en color.
Mi mente saltó a su lado para intentar concebir su vida previa a mi existencia y la de tantos hombres y mujeres del pasado desde otra perspectiva, poniéndome a su altura, en su propio contexto y tonalidad, sin mediaciones intelectuales o emocionales posteriores, sin ese velo «en blanco y negro» que puede funcionar como metáfora al uso, pero nos sustrae de una mirada quizás más justa y equilibrada.
Traigo a colación esta experiencia personal porque la propuesta de Javier Fernández Sebastián en este libro de imprescindible lectura, persigue,entre otros ambiciosos objetivos, dotar de color, viveza, rigor y humildad el punto de vista sobre el pasado histórico a partir de su concepción formativa y humanística de la disciplina histórica, como arma contra el dogmatismo y un gran bagaje pedagógico. Dirigido a estudiantes, historiadores profesionales y cualquier persona interesada en el pasado colectivo y sus métodos de análisis, este trabajo fruto de muchos años de investigación ofrece una reflexión sobre la entrada de los mundos ibéricos a la modernidad (siglos XVIII-XIX) desde la perspectiva de la historia conceptual. Y lo hace consciente de la propia historicidad del historiador, de la caducidad de sus axiomas y de la necesidad de despojarse de la superioridad que confiere (falsamente) la atalaya del presente; en definitiva, de ponernos en los zapatos de los actores del pasado y solidarizarnos —de igual a igual— con sus sueños, miedos y logros.
Así pues, nos encontramos ante un verdadero taller de la historia en que el lector es constantemente estimulado a reflexionar sobre el presente y el futuro del quehacer intelectual a través del viaje a las revoluciones liberales y las independencias en los ámbitos hispano-lusos para, a partir del leit motiv de todo el libro (lenguaje, tiempo y revolución), profundizar en las transformaciones de los vocabularios de los protagonistas, en la percepción del tiempo histórico y en la forja de mitos, metáforas e imaginarios.
Ya en las primeras páginas de la introducción, el autor sitúa el tiempo y el lenguaje —pilares de la historia conceptual— como ejes esenciales del trabajo: el tiempo porque la noción de uno nuevo, más acelerado y distinto es la principal característica de la modernidad, y el lenguaje por ser el medio para conocer las formas y usos de las ideas puestas en circulación por los hablantes en cada momento. La inclusión del marco atlántico en una época marcada por las revoluciones en el ámbito ibérico responde a la necesidad de mostrar historias comparadas en un espacio de conexión a fin de observar el pasado de forma más ecuánime y como fórmula para entender al hombre y mujer de hoy.
El libro está dividido en tres partes, además de un epílogo. Los cuatro capítulos que conforman la primera parte están dedicados a cuestiones teórico-metodológicas en la visión de Fernández Sebastián de enlazarlas con la práctica historiográfica, de entender la naturaleza del oficio del historiador, el surgimiento de la historia conceptual y la cuestión de la tradición en las sociedades modernas. Con sugestivos títulos como «voces del pasado», «significados en el tiempo» o «las tradiciones electivas de los modernos», aprendemos cómo aparcar nuestro utillaje y recuperar la sensibilidad para percibir mundos ajenos sin el triunfalismo del presente y con la conciencia de que todas las «concepciones y visiones del mundo son históricas y pasajeras» (p. 45), también las nuestras. Así, Fernández Sebastián llama a combatir la visión del pasado como imperfecto pero también como el paraíso tan propio de visiones nacionalistas, y lo hace a través de la historia conceptual —de la que es uno de sus cultivadores más importantes con publicaciones referenciales— y del objetivo principal de este enfoque muy vinculado a la filosofía que es elucidar las experiencias y expectativas históricas de las gentes del pasado a través de las huellas que esas vivencias han dejado en el lenguaje. Y como el lenguaje está asociado a sus hablantes, las ideas y los significados se sitúan con sus creadores y en sus contextos espaciales y temporales, del mismo modo que los conceptos no se definen de manera unívoca, sino que se transforman y son índices y factores del cambio histórico. El nuevo régimen de conceptualización surgido a finales del XVIII, en el tránsito a la modernidad que Koselleck acuñó como Sattelzeit, supuso la emergencia de un nuevo modelo de temporalidad y un cambio decisivo en el imaginario y en las prácticas políticas del mundo hispánico a partir de las revoluciones (1808-1840) y de la (engañosa) dicotomía entre la tradición y la innovación.
Fernández Sebastián acude a las fuentes para apreciar cómo sus protagonistas eran conscientes del cambio vivido en el modo de aprehender el mundo y la creatividad en la génesis de conceptos políticos, se apoya en las reflexiones de otros sobre el conocimiento histórico y la radical historicidad del historiador como Hegel, Heidegger, Gadamer o Ricoeur y resuelve añadir a los teoremas de Koselleck sobre la transformación de los conceptos (democratización, ideologización, politización y temporalización) dos de su propia cosecha: internacionalización y emocionalización.
En estas páginas muy bien escritas, con unas notas tan eruditas como interesantes y llamativas apelaciones a reflexionar sobre la actualidad, no hay pausa en la construcción de una nueva mirada para interpretar el cambio histórico sin anacronismos y desde la profundidad de la propia noción de cambio y de las rupturas y las continuidades presentes en la relación entre tradición y modernidad. Es por ello que Fernández Sebastián propone las «tradiciones electivas», aquellas que los actores del momento escogen y hacen suyas, a fin de comprender las realidades históricas y como fórmula para hacer una historia más apegada a la vida de la política real.
La segunda parte trata en dos capítulos el Atlántico ibérico y su tránsito a la modernidad a través del nuevo vocabulario político abordado en múltiples obras desde el proyecto-red Iberconceptos dirigido por nuestro autor y que propone «el ejercicio de pensar históricamente los conceptos y términos fundamentales […] para penetrar críticamente en los cimientos del presente (p. 161). Sometidos a perpetuo cambio, los conceptos surgidos en el seno ibérico del tránsito a la modernidad como el liberalismo —pionero de tantos «ismos» por venir—, no serán los únicos en someterse al análisis histórico-conceptual, sino que también están presentes otros de cuño más reciente como la globalización y la postcolonialidad, cuya trascendencia y eficacia para el ámbito de estudio es analizado críticamente en estas páginas; por ejemplo, el reto al abordar el término colonia y sus usos dispares entre los agentes del pasado y su categorización por los historiadores, o el cuestionamiento (en la perspectiva postcolonial) de la pertenencia de Iberoamérica al mundo occidental cuando —estamos plenamente de acuerdo con Fernández Sebastián— los países ibéricos fueron activos y creativos partícipes en la génesis de la modernidad europea.
En este tiempo moderno en que surge una legitimidad alternativa y el progreso se concibe como motor y meta a alcanzar, las gentes cobraron confianza en el camino a seguir pero quizás lejos de los caminos trillados, la nueva senda los llenó de miedos e incertidumbres. Fernández Sebastián nos introduce en las tripas de las décadas de los cambios cruciales en el mundo ibérico (1807-1834) para alternar la descripción de hechos y fenómenos conocidos en las dos orillas con el análisis fino, sorprendente y jugoso de la consideración historiográfica sobre la conformación de los partidos políticos y su imagen hasta el día de hoy, la defensa de una mirada más amable y rigurosa sobre el surgimiento de ese liberalismo bautizado no por casualidad en español, el trasfondo religioso de los nuevos ismos ideológico-políticos orientados hacia el futuro y hasta lidia con los estereotipos negativos que imperan sobre los países iberoamericanos desde el cuestionamiento de la versión canónica de modernidad y la reivindicación de una «pluralidad de modernidades» carente de «anteojeras nacionales».
Es muy importante en el cultivo de la historia conceptual la apelación que encontramos para superar el elitismo en el estudio de los conceptos imperantes en este Atlántico ibérico con la incorporación de traducciones de lenguas más minoritarias, de textos de agentes subalternos, etc., a fin de elaborar miradas diversas y nada esencialistas ni omniscientes sobre el pasado, más cercanas a la historia transnacional y transdisciplinar y de fácil
diálogo con otras ciencias de la cultura.
La tercera parte consta de seis capítulos y trata sobre el cambio tras la era de las revoluciones de las dos claves interpretativas ya mencionadas y que vertebran el libro: el tiempo y el lenguaje, a través de temas como la crisis política y la fiebre constitucional, la politización del diccionario y el catecismo, la transformación de conceptos, metáforas e imaginarios, la historización del tiempo y las experiencias de aceleración y advenimiento
del futuro.
Aunque el nuevo vocabulario de la política («lenguaje anfibio») suscitaría quejas por su espontaneidad y aparente desorden, su uso tan rápido como masivo en ambos lados del Atlántico confirmó la existencia de una cultura política común en todo el mundo hispánico y la reivindicación de un idioma de la libertad todavía impregnada de religiosidad pero al mismo tiempo cargada de futuro. Fernández Sebastián se acerca a otros universos semánticos que superan el marco conceptual para comprender el modo en que la conflictividad y polarización de momentos históricos como las revoluciones atlánticas (francesa, norteamericana e iberoamericana) son prolijas en dar a luz ideas e imágenes desde la emoción individual y colectiva en forma de mitos (libertad, independencia) y metáforas como, en el caso del ámbito hispánico, el «cuerpo político», lazos y cadenas, el contrato, etc. Surge así un imaginario social que es un compendio de viejas y nuevas fórmulas, de analogías y paralelismos capaces de explicar la profundidad y velocidad de los cambios en la mentalidad de las gentes que los vivieron. Fernández Sebastián propone el ejemplo en la América española del paso del mito del «rey cautivo» —un Fernando VII inocente y víctima del pérfido Napoleón que tanta fortuna tuvo entonces como asombro nos produce hoy— a la rápida legitimación de la república que pudo incorporar elementos modernizantes del antiguo acervo hispánico.
Desde la comprensión del pasado como un transcurso temporal variable, complejo y discontinuo, el autor del libro nos propone encarar la historia como una sucesión compleja de transiciones y de rupturas y preguntarnos, más allá de los dichos y hechos, por los cambios significativos y por las modalidades de recepción de los textos en los distintos contextos políticos.
El final del libro está dedicado a la experiencia del tiempo acelerado y al advenimiento del futuro como acicate y fuente de inquietud en un siglo XIX en que el periodismo se erigió en testigo y hacedor de un conocimiento más democrático y orientado a la acción. Fernández Sebastián nos resitúa desde esa idea romántica del diecinueve de un futuro indómito y prometedor a un siglo XX instalado en un presente cuestionador de las teorías del progreso. El epílogo no puede ser más útil y actual al ser un libro publicado en plena pandemia mundial: el cambio en la conciencia histórica ayer y hoy, los retos del presente, la utilidad de la historia conceptual y el valor del historiador para, en palabras del autor, «imaginar, comprender y describir a partir de la interpretación de los vestigios del pasado, cómo pudo haber sido la existencia de tantas personas que vivieron en otras épocas, con ideas, sentimientos y valores muy diferentes de los nuestros» (p. 488) pero, no lo olvidemos, siempre en color.