Fecha:
01/07/2021
Javier Fernández Sebastián (2021), Historia conceptual en el Atlántico ibérico. Lenguajes, tiempos, revoluciones, Madrid, Fondo de Cultura Económica (Historia), 571 pp.
Al hilo de los diferentes bicentenarios de la llamada «era de las revoluciones», se ha producido una notoria explosión bibliográfica. En el caso iberoamericano abundan historias políticas o sociales centradas en un país concreto, mientras que las visiones de conjunto son más escasas. Además, el interés por los lenguajes, las metáforas, los mitos, los futuros, la aceleración temporal y otros aspectos similares, aunque claves en los procesos revolucionarios, no han atraído tanta atención. Cultivar estas áreas, y hacerlo desde un enfoque transnacional, es uno de los objetivos de Javier Fernández Sebastián en su Historia conceptual en el Atlántico ibérico. Lenguajes, tiempos, revoluciones.
La trayectoria del autor avala la calidad de esta obra. Catedrático de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU, en los últimos años ha publicado numerosos artículos y libros sobre historia conceptual. A una fructífera carrera como investigador se suma una prolongada actividad docente que se hace notar en el formato didáctico y accesible de este libro. De hecho, el mismo autor subraya que uno de los acicates para escribirlo ha sido la inquietud de diferentes alumnos por disponer de trabajos y materiales útiles sobre historia conceptual, una disciplina todavía poco conocida en el mundo iberoamericano. El autor ha reordenado, revisado y reelaborado en profundidad algunos materiales ya publicados, combinándolos con nuevas aportaciones. El objetivo: comprender el «alud de palabras y de experiencias insólitas» que conforman las revoluciones euroamericanas del tránsito de los siglos XVIII-XIX y, más concretamente, las revoluciones ibéricas.
El libro se divide en tres grandes bloques. El primero deja claro en su título la voluntad de acercarse a cuestiones generalistas: «Perspectivas teórico-metodológicas». El siguiente, «El Atlántico ibérico en la modernidad euroamericana», perfila el área en la que serán aplicadas las cuestiones metodológicas ya esbozadas. El tercero, «Lenguajes, tiempos, revoluciones. Un nuevo lenguaje para la política», se centra en los dos temas a los que se hará referencia a lo largo de la obra: los lenguajes y los tiempos. Finalmente, en el epílogo, «Un mundo en devenir», el autor reflexiona sobre otra época de incertidumbre
y cambios acelerados: la actual.
A pesar de que en cada uno de los tres grandes bloques hay consideraciones metodológicas significativas, el primero de ellos, «Perspectivas teórico-metodológicas», es eminentemente teórico y, por tanto, aplicable más allá del área iberoamericana.
En sus tres primeros capítulos se desarrolla lo que el autor entiende como historia conceptual, metodología en la que se basa esta obra y que puede resumirse como el estudio de «las sociedades del pasado a través del prisma del lenguaje». Esta disciplina permite una mejor contextualización de la «engañosa transparencia del lenguaje de las fuentes», el cual experimentó un importante proceso de resignificación a comienzos del siglo xix y, precisamente por ello, necesita ser «traducido» para el lector actual. Un repaso por las vicisitudes de los principales autores y corrientes que han perfilado esta metodología resulta muy ilustrativo para explicar sus objetivos y ámbitos de acción. Fernández Sebastián aboga por aunar las aportaciones de las dos principales escuelas: Bielefeld y Cambridge, en aras de una mayor operatividad.
Especialmente sugerente resulta el cuarto capítulo, donde se propone el término tradiciones electivas. Si bien los conceptos de tradición y modernidad suelen presentarse como antagónicos, tras una reflexión en profundidad basada en diferentes aspectos de la historia conceptual, Fernández Sebastián rompe con esa visión dicotómica y subraya la existencia de una serie de tradiciones «peculiarmente modernas», espoleadas por los procesos revolucionarios y, por tanto, al menos en algunos casos, profundamente ideologizadas.
El segundo bloque, «El Atlántico ibérico en la modernidad euroamericana», se divide en dos capítulos que perfilan una serie de cuestiones comunes para el Atlántico ibérico entre los años 1808 y 1834, una vasta región que incluye a las monarquías española y portuguesa y sus posesiones americanas en proceso de independencia. Gracias al utillaje metodológico esbozado en los anteriores apartados, se comprenden diferentes procesos operados en este espacio y tiempo desde una perspectiva compleja, llena de matices. Entre otras cuestiones, podemos resaltar las reflexiones sobre términos como «liberalismo» o el
peso ejercido en la región por enfoques historiográficos como el del poscolonialismo. También se dan a conocer los notorios resultados del grupo Iberconceptos, del que Fernández Sebastián es fundador y coordinador. Al respecto, cabe recomendar la consulta del Diccionario político y social del mundo iberoamericano (2009-2014), que recoge una serie de conceptos políticos y sociales, algunos de ellos perfilados en este apartado.
En el tercer bloque, «Lenguajes, tiempos, revoluciones. Un nuevo lenguaje para la política», la escala analítica desciende a procesos más concretos. Este bloque se subdivide en dos subapartados que perfilan dos temas fundamentales para la historia conceptual como son los lenguajes y los tiempos.
El subapartado dedicado a las lenguas ocupa cuatro capítulos. Es bien conocido cómo a partir de la crisis de 1808 se dieron «conflictos semánticos» que, a pesar de aflorar en ese momento con especial ímpetu, tenían raíces más hondas. Tras unas consideraciones generales en este sentido, se pasa a analizar los diferentes usos e interpretaciones de determinados conceptos, metáforas e imaginarios.
El subapartado dedicado a los tiempos abarca dos capítulos. Como augura el abatido Cronos que aparece en su portada, el tiempo es uno de los vectores principales del libro; aunque más que una sucesión objetiva de horas, meses y años, lo que interesa son las percepciones subjetivas de esta. No pocas personas entendieron, por ejemplo, el periodo de las revoluciones como un momento de aceleración temporal sin precedentes. Así, diferentes experiencias y expectativas y percepciones sobre el pasado, presente y futuro son evocadas para ofrecer unas muy sugerentes reflexiones sobre regímenes de historicidad
alternativos detectados en el Atlántico hispano-luso. Este enfoque resulta especialmente pertinente desde una época «cronocéntrica» como la nuestra, sobre la que también se realizan diferentes reflexiones a lo largo de la obra; principalmente, a modo de broche final en el epílogo.
En general, una de las principales virtudes de este libro reside en la posibilidad de realizar múltiples lecturas del mismo. No solo porque incluye desde cuestiones metodológicas más generales hasta sucesos más particulares, que cada cual puede seguir según su interés, sino porque hace accesible lo que el autor comprende como historia conceptual a un público no necesariamente familiarizado con ella, desde jóvenes investigadores hasta otros más veteranos. Para unos y otros, el capítulo segundo «Significados en el tiempo» puede resultar especialmente útil. Además, las numerosas citas a pie de página proveen al lector de referencias, clásicas y más novedosas, a las que acudir en caso de interesarse por cualquiera de las muchas temáticas abordadas a lo largo de la obra. La región en la que se sitúa el análisis es igualmente destacable. Por un lado, permite pensar el Atlántico ibérico en relación con otros atlánticos imperiales que han solido ocupar una mayor atención historiográfica. Por otro, se trata de un marco que podría denominarse transnacional, más allá de fronteras historiográficas nacionales o lingüísticas, tal y como era propio en la época en la que se dieron los procesos analizados. De hecho, a pesar de que el autor recurre principalmente a textos en castellano, también cita numerosos textos en portugués, y perfila incluso algunas consideraciones sobre los otros
idiomas hablados en la región, desde las lenguas indígenas americanas, como el tupí o el guaraní, a las peninsulares, como el catalán o el euskera.
El uso de estos idiomas sirve para encarar una de las objeciones más comunes hacia la historia conceptual: un presunto carácter «elitista». Fernández Sebastián trata de encontrar fuentes adecuadas que permitan adentrarse en los usos del lenguaje de sectores extensos de la sociedad. Además de las antedichas lenguas, en una época con un notorio analfabetismo, una de las respuestas puede pasar por los dibujos, pinturas y grabados que representaban imaginarios políticos. Esto es especialmente notorio en el caso de la representación de Fernando VII como «rey cautivo», poderoso movilizador que apelaría a los sectores populares mediante un lenguaje emotivo para auxiliar a su rey. Este aspecto, así como otros, se muestran en una serie de láminas muy esclarecedoras que se recogen hacia el final del libro.
La fijación en la difusión de ciertos idearios a diferentes estratos sociales permite vislumbrar que el autor no entiende los conceptos, metáforas e imaginarios como «ideas desencarnadas». Otra objeción bastante común hacia la historia conceptual es, precisamente, su desconexión con los actores sociales. Sin embargo, la metodología propuesta en este libro los tiene muy en cuenta, resaltando «los usos de las ideas y los lenguajes por parte de los agentes».
El mencionado ejemplo de Fernando VII como rey cautivo nos lleva a otro de los aspectos que interesa recalcar de esta obra. Su efectividad movilizadora no se puede entender por sí misma, sino enraizada dentro del topos de la esclavitud, muy presente durante toda la Edad Moderna hispana. Y es que, a pesar de que ante todo se centra en el comienzo del siglo xix, cabe resaltar también que, a menudo, el autor se sumerge en el siglo xviii, en ocasiones retrotrayéndose incluso hasta los comienzos de la Edad Moderna. Este enfoque de larga duración puede resultar especialmente sugerente a modernistas
que, tal vez en un primer momento, consideren que el contenido de esta obra se aleja de sus intereses.
Por último, merecen especial atención dos aspectos trasversales y vertebradores de esta obra, fundamentales dentro del quehacer histórico. El primero de ellos es la llamada a la precaución ante el siempre temible «virus presentista, endémico de la modernidad tardía». El segundo es el empeño en «evitar el divorcio entre teoría y práctica»; abogar por un acercamiento entre estos dos polos, que debieran ser indisociables. El cuidado en estas dos cuestiones hace a esta obra especialmente recomendable a cualquiera que quiera analizar los sucesos de tiempos pretéritos. Dicho acercamiento se propone mediante el
empleo de la historia conceptual, que permite una lectura contextualizada, social, crítica y dinámica de ese «país extraño» al que llamamos pasado. Pero no solo; esto mismo «saca a la luz del día lo que de artificioso y contingente hay en las realidades políticas y sociales que nos rodean y que, por el mero hecho de ser nuestras, se nos antojan naturales».