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Por la grandeza de la patria: la biopolítica en la España de Franco

Fecha:
30/04/2015
La eclosión de la Guerra Civil española tras un largo ciclo de conflictividad social y los posteriores treinta y siete años de dictadura franquista marcaron una profunda huella en la reciente historia del país. Este periodo ha atraído el interés de numerosos investigadores nacionales e internacionales, generándose un vasto conocimiento. En Por la grandeza de la patria. Biopolítica en la España de Franco, el doctor en Filosofía Salvador Cayuela Sánchez1 realiza un ensamblaje armónico de diversas disciplinas de Ciencias Sociales para aportar algo nuevo sobre este periodo, ofreciéndonos una excelente investigación que podríamos catalogar de Sociología Histórica. Como índica al inicio del prólogo Antonio Campillo, catedrático de Filosofía y director de la tesis de Cayuela, se pueden destacar “tres planos diferentes, sabiamente entretejidos por el autor: el de la investigación histórica, el de la crítica política y el de la reflexión filosófica” (pág. 15).

A partir de un intenso trabajo de revisión bibliográfica y un profundo conocimiento de la materia, el autor ha escrito un ensayo riguroso, completo y ameno, con el objetivo principal de desgranar los dispositivos disciplinarios y reguladores con que se dotó la dictadura fascista de Franco. Para ello construye sólidos puentes explicativos entre los discursos del régimen y sus prácticas (entre lo que se dice y lo que se hace) en materia económica, educativa, sanitaria, legal, moral y social. Para la fundamentación teórica de la investigación rebusca en la caja de herramientas legada por Foucault, para rescatar la definición del poder como “un conjunto de relaciones móviles, inmanentes y productivas [que] exige ser dibujado en el juego de interminables luchas inherentes al campo en el que se ejercen y que son constitutivas de su organización” (pág. 31). Esto es, entender el espacio social como relacional, terreno de luchas y conflictos como un “entramado de relaciones que se anudan en un ámbito social concreto” (Martín Criado 2008: 14). Unas definiciones que nos retrotraen a la obra de Bourdieu y su conceptualización de campo como un espacio social “dentro del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines diferenciados según su posición en la estructura del campo de fuerzas, contribuyendo de este modo a conservar o a transformar su estructura” (Bourdieu 2002: 49). Una referencia que los sociólogos posiblemente echarán en falta en la bibliografía.

Del concepto principal de poder foucaltiano se deriva el de biopolítica, central en la obra, y que define como “el ejercicio de un poder coextensivo con la vida” (pág. 34), más específicamente como un “conjunto de mecanismos de conducción de conductas” desarrollados por la dictadura fascista de Franco con los objetivos primarios de “aumentar las fuerzas del estado y la disminución de la capacidad contestataria de los individuos (…) mediante la creación de toda una serie de dispositivos disciplinarios y reguladores que irían generando entre la población toda una serie de formas de comportamiento, de actitudes y aptitudes (…) que configurarían ciertas formas de subjetividad y abrirían al tiempo, en sus intersticios, nuevas posibilidades de existencia”(pág. 38).

Para analizar dichos dispositivos disciplinarios y mecanismos de seguridad de la dictadura franquista, Salvador Cayuela disecciona su obra en dos grandes ciclos. El primero titulado “la biopolítica del primer franquismo” abarca desde 1939 a 1959, fecha en que son más evidentes los cambios en los mecanismos y dispositivos de conformación de subjetividades. El segundo ciclo alcanza hasta la muerte del dictador en 1975 y lo ha titulado “la biopolítica del franquismo desarrollista”. A su vez cada ciclo está subdividido en cuatro capítulos con la misma ordenación temática para ambos bloques. El primer capítulo de cada ciclo está dedicado al orden de los bienes, donde el autor se centra en la economía y la organización de las relaciones laborales; el segundo, al orden de los cuerpos donde se describe la biopolítica social a partir del análisis de la medicina, la psiquiatría, la provisión social y el racismo; en el tercero atiende al orden de las creencias y la importancia de la religión, los medios de comunicación y las organizaciones de encuadramiento juvenil y femenino; en el cuarto capítulo el autor plantea conclusiones a cada bloque: para el primer ciclo titulado “la gubernamentalidad totalitaria” desarrolla el interesante concepto de homo patiens; en el segundo bloque de conclusiones tituladas “la gubernamentalidad autoritaria del franquismo desarrollista” analiza la emergencia de nuevas formas de subjetividad.

EL ORDEN DE LOS BIENES

La economía del primer periodo (1939-1959) estuvo caracterizada por la autarquía, la fuerte influencia del nacionalsindicalismo y la concepción de la nación como un cuerpo vivo (que podríamos entender como una suerte de funcionalismo autoritario franquista) donde cada sujeto debía cumplir estoicamente su función, determinada por la integración totalitaria, la racialización del sujeto español y la asunción de la jerarquía resultante de la guerra civil. Para el régimen, el trabajo sería un verdadero campo de batalla biopolítico donde centraría sus “estrategias de desmovilización política, reglamentando y regulando un sistema laboral gobernado por unos importantes dispositivos disciplinarios (…) que desde la fábrica y el taller, el sindicato y las disposiciones laborales, iban a retorcer las almas y los cuerpos del buen español del primer franquismo” (pág. 69). Era el momento del encuadramiento de la clase obrera mediante leyes laborales2 y el sindicalismo vertical de la Organización Sindical Española (O.S.E), dominada por la Falange. El objetivo era doble, por un lado construir un modelo social en base a la sacralización del trabajo y, por el otro, encuadrar y domesticar a la clase obrera desposeyéndola de su identidad de clase como modo de desactivación de su potencial político.

El Plan de Estabilización de 1959 es, según Cayuela, una fecha clave en el progresivo cambio del modelo totalitario al neocapitalismo dictatorial. Se producen los primeros contactos con la Organización Europea de Cooperación Económica y el Fondo Monetario Internacional con la intención de legitimar el régimen internacionalmente, dinamizar la liberalización de la economía, acabar con la nefasta autarquía económica y equilibrar la balanza de pagos. España se abrió a los mercados internacionales y liberalizó su economía solicitando inversiones y préstamos a países extranjeros pero también con las remesas de los miles de emigrados y el despunte del sector turístico. Pero las nuevas dinámicas económicas exigían al régimen un nuevo marco de relaciones laborales, así llegó la Ley de Convenios Colectivos de 1958 que flexibilizó el control que ejercía el sindicato vertical y los patronos sobre las clases trabajadoras para dar cierta capacidad de negociación y representación a los trabajadores, siempre bajo la subordinación dictatorial. Comenzaba el resurgir de cierta conflictividad social al albor de demandas económicas que, a su vez, resucitaron las resistencias políticas de forma desigual según regiones. En este segundo ciclo autoritario el régimen ya no hablaba de lucha contra el capitalismo sino de su gestión, así como de incentivar el consumo privado y la propiedad como forma de control biopolítico de la población.

EL ORDEN DE LOS CUERPOS

La ordenación de los cuerpos estuvo determinada por el odio visceral a los vencidos en la Guerra Civil y el racismo que preconizaba la necesidad de una nueva raza “portadora de los valores inmortales de la España eterna” (pág. 100). La divulgación sanitaria fue una figura biopolítica paradigmática, que permitió culpar a los “rojos” de todos los males y problemas de salud (mental y física) y otorgar al régimen el papel de salvadores de la patria al ser “los únicos capaces de poner fin al hambre, al dolor y al desamparo que padecían los españoles” (pág.100) por culpa del anterior gobierno republicano. Nos permitimos apuntar la desoladora analogía con parte de los discursos de la clase política actual.

La situación de carestía de la población y el carácter pretendidamente social y asistencialista del régimen les llevó a desarrollar, en la primera época, un programa de provisión social con los objetivos no declarados del consabido mantenimiento del régimen, doblegar el cuerpo social y controlar la demografía. Para ello se pusieron en marcha toda una batería de recursos buscando la imposición y el control ideológico, sobre todo de hombres y mujeres pobres y trabajadores. El organismo creado fue el Auxilio Social que actuó como “uno de los mecanismos más importantes de la biopolítica franquista, al menos durante estos primeros años” (pág. 119) esto es, españoles y españolas tuvieron que amoldar sus comportamientos a los criterios fascistas para acceder a cierta protección social.

Otro interesante aspecto expuesto en el libro es el fundamental papel biopolítico que jugó la psiquiatría como disciplina legitimadora del régimen. Con su discurso pseudocientífico deshumanizaba y culpabilizaba a los vencidos y a los que no entraban en los cánones de la nueva raza española. Mediante el desarrollo de potentes programas sociobiológicos se buscaba higienizar la raza y culpabilizar al individuo de su enfermedad por su debilidad, al mismo tiempo que se descartaba que los males del alma pudieran tener ningún tipo de origen social. Al despojar de la categoría de humanos a una parte de la población, buscaban legitimar las acciones contra ellos, por tanto no era una contrariedad a la moral cristiana desarrollar programas eugenésicos positivos3 y eugámicos4 o aplicar terapias lesivas. La deshumanización del otro como coartada para el ataque no es nada nuevo en la historia de la humanidad, como ocurre actualmente desde la frontera de Melilla al Estado Islámico, pasando por el conflicto Israel-Palestina.

A partir de finales de los años 50 los biopoderes asociados a la sanidad, la medicina, la protección social y la psiquiatría continuaban legitimando el status quo, al tiempo que despreciaban el psicoanálisis de Freud porque “implícitamente criticaba la estructura represiva de la organización social” (pág. 252). Lo que llevó a los intelectuales del régimen a construir una teoría psicoterapeútica nacional que aderezaron con las conocidas y espeluznantes técnicas de lobotomización, electroshock, carbohidratación, etc. Todo este amplio e interesante repaso a la historia médica patria, lleva a Salvador Cayuela a afirmar que lo fundamental era “negar cualquier influencia social o histórica en el origen de la enfermedad mental” (pág. 260). Por último apuntar que si bien el segundo periodo del franquismo pudo suponer “importantísimas mejoras en infraestructuras y saneamientos urbanos” (pág. 246) quizá sea excesivo adjudicar enteramente al régimen la reducción del porcentaje de familias que no tenía acceso a agua y el incremento de médicos especialistas, porque las estadísticas manejadas abarcan periodos de tiempo superiores a los de la dictadura.

EL ORDEN DE LAS CREENCIAS

El régimen totalitario puso en marcha todo un proceso de aculturación para sustituir la cultura popular preexistente por una determinada cultura política de exaltación al caudillo, de identificación con los fascismos europeos y el anticomunismo, la vuelta al Imperio y los valores del catolicismo conservador. Al igual que el fascismo italiano y el nazismo alemán, el franquismo desarrolló tres grandes tipos de dispositivos para la ordenación de las creencias: los organismos oficiales del Estado; los organismos frontales de encuadramiento y el aparato de enseñanza. Reforzado en el caso español por la doctrina de la iglesia católica (págs. 155-156).

La idea fundamental era generar “consenso alrededor del régimen a partir del control y la censura de los medios de información y de producción cultural” (pág.160). Se crearon organismos y dispositivos para el control de todos los medios de comunicación social, con el objetivo de contribuir al adoctrinamiento, la desmovilización y el entretenimiento superfluo. A partir de 1966 se relajó la censura, en parte debido a la gran confianza que el propio régimen tenía en su trabajo de adoctrinamiento biopolítico de décadas. Algunos “aparatos ideológicos” (Althusser 1974) perviven hoy bajo el control del Estado como Radio Televisión Nacional de España (que actualmente reprograma el NO-DO franquista) o la Agencia EFE.

Junto al control de la información, Cayuela distingue como primordiales en la biopolítica franquista los “organismos frontales de encuadramiento”, destacando el Frente de Juventudes (F.J) y la Sección Femenina (S.F). El F.J era el encargado del encuadramiento y la formación del espíritu nacional de la juventud española (de ambos sexos) de entre 7 y 21 años, en el adoctrinamiento para la consecución de la revolución nacionalsindicalista. Objetivo que fue un fracaso para numerosos expertos, pero ¿y si en realidad no era ese su principal objetivo? Cayuela nos propone una novedosa e interesante explicación: bajo la apariencia y parafernalia revolucionaria, en realidad uno de los principales objetivos no declarados del encuadramiento era el “control y la desmovilización política de los sectores juveniles” (pág. 171) inculcándoles “los verdaderos principios del estilo franquista, la subordinación, la apatía política, la desmovilización [y] la sumisión” (pág. 282).

Con el tiempo el Frente de Juventudes se convirtió en la Organización Juvenil Española (O.J.E) pero manteniendo durante toda la dictadura el mismo objetivo de “socializar a la juventud dentro de los parámetros ideológicos del régimen” (pág. 279). En la actualidad la O.J.E continúa con su actividad de encuadramiento ideológico juvenil.

Por su parte la Sección Femenina “constituyó un preciado instrumento de control y disciplinarización de la población femenina de nuestro país” (pág.178). Su función principal era la de adoctrinar a las mujeres en la obediencia a un rol social y familiar subyugado e inferior al del hombre. Su función social, según la dictadura, era ser buenas madres y sumisas esposas que dieran hijos sanos para mayor gloria de la patria. Lo que de paso eliminaba todo trazo de igualdad conseguido durante la república y la guerra civil, en especial durante las colectivizaciones y el trabajo industrial de retaguardia. Para conseguir su objetivo el régimen artículo y movilizó programas, certificados, organizaciones y recursos con la intención de llegar al último rincón de la España rural, de la mano del “cuerpo de Divulgadoras Sanitario-Rurales” y las “Cátedras Ambulantes”, granjas escuela y hogares rurales, que Cayuela define como “un cuerpo bien organizado, fiel a la doctrina y a los objetivos económicos, demográficos e ideológicos del franquismo, ejemplo paradigmático del ejercicio de un biopoder de corte fascista” (pág. 181).

Por último, la obra no olvida el papel preponderante del nacional-catolicismo en la educación y la creciente identificación entre la raza identitaria española y la religión católica. El nuevo español debía estar educado en la fe católica y ser un buen trabajador y padre de familia cristiano. Esta simbiosis trabajo/religión nos remite a las teorías que Max Weber desarrolló en su mítica obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En definitiva “el sistema educativo tenía por aquel entonces como función ideológica esencial inculcar los valores propios de un Estado totalitario, función que debía completarse en la enseñanza superior con otra orientada a la formación técnica de los futuros profesionales” (pág. 197) que conformarían la mano de obra semicualificada que impulsaría el industrialismo.

La gubernamentalidad totalitaria se fue readaptando hacia el autoritarismo, sin embargo “no fueron capaces de perpetuar la dictadura” (pág. 316) porque “las crecientes resistencias a las que los distintos dispositivos biopolíticos tuvieron que hacer frente, generaron entre la mayor parte de la población española determinadas actitudes y formas de ser y pensar que, a la postre, permitirían el derrocamiento de la dictadura, y certificarían el nacimiento de una gubernamentalidad social” (pág. 309). Esas múltiples y diversas resistencias de obreros, estudiantes, jóvenes y mujeres, fueron fundamentales para resquebrajar el régimen y están presentes a lo largo de todo el libro. Porque a pesar de que el franquismo fue tremendamente represivo, con fusilamientos, penas de muerte y campos de concentración, autores como Scott nos recuerdan que incluso en regímenes de absoluta dominación, donde no hay relación de poder sino de sumisión, existen siempre resistencias (Scott 1990) porque “los dominados han perdido de antemano, pero los dominantes nunca tienen la partida ganada” (Grignon y Passeron: 73). O dicho de una forma más positiva “donde se escuchan bromas, ironía y risas, la rebelión y la protesta están cercanas” (Van der Ploeg: 128).

En conclusión, el objetivo último del análisis de Salvador Cayuela ha sido “determinar cuáles fueron los caracteres, los comportamientos y las actitudes que los dispositivos disciplinarios y reguladores de la dictadura pudieron grabar o no en las almas de una fracción mayoritaria de la población española” (pág. 234). Esta referencia filosófica a las almas como ideal de transcendencia y permanencia nos conduce a una de las aportaciones más importantes y sugestivas del libro: conocer como toda “una red de interdependencias y relaciones mutuas” contribuyeron a crear una subjetividad idiosincrática del primer franquismo que Cayuela definirá como homo patiens. Este es el producto estrella de la ordenación de las conductas del franquismo, porque la dictadura marcó “profundamente el carácter de los españoles que vivieron bajo su gobierno, imprimiendo en las mentes y en los cuerpos de sus súbditos ciertas actitudes, ciertas formas de ser y de pensar que sin duda aún hoy perviven en la sociedad española”. Para terminar sugiriendo como una futura e interesante línea de investigación determinar “hasta qué punto el homo patiens forma parte del ethos de los españoles de nuestros días” (pág. 316).

Por otro lado, otra de las grandes aportaciones del libro es su contribución al debate sobre la definición teórica del franquismo. El autor se posiciona a favor de que la academia científica lo reconozca como un régimen fascista totalitario, puesto que pretendió “extender sus principios ideológicos a todos los ámbitos de la vida humana (…) la apatía, la desmovilización política y la aceptación de las circunstancias y las jerarquías naturales” (pág. 313). Establece así un interesante diálogo entre diferentes teorizaciones y autores sobre totalitarismo y autoritarismo para defender que debemos “entender el franquismo por lo que fue y no por lo que no llegó a ser”, haciendo seguidamente toda una apuesta metodológica al afirmar que “los conceptos políticos deben ser usados en su carácter puramente histórico y, como tal, mudable, y no como ideas fijas que permanecieran al margen de las circunstancias particulares” (pág. 314). Una aguda mirada que hila perfectamente con el espíritu de esta revista, Sociología Histórica.

Al desplegar todo un método de investigación a partir del concepto de biopolítica, entendiendo la Historia como un proceso donde es importante explicar las especificidades nominalistas, Cayuela Sánchez hace una apuesta intelectual contra el “ahistoricismo sustantivo”5 (Ramos 1994, en De Castro 2013). Si la tarea intelectual requiere implicación, debemos agradecer al autor que se haya manchado las manos para profundizar en tan oscuro periodo histórico con el objeto de regalarnos este gran trabajo.

 

BIBLIOGRAFÍA

ALTHUSSER, L. (1974): Escritos, Barcelona, Laia.

GRIGNON, C. y PASSERON, JC. (1992): Lo culto y lo popular, Madrid, La piqueta.

BOURDIEU, P. (2002): Razones prácticas: sobre la teoría de la acción, Barcelona, Anagrama.

DE CASTRO, C. (2013): Reseña de Burguesía y liberalismo en la España del S.XIX, de Miguel Beltrán, Sociología Histórica, 1.

MARTÍN CRIADO, E. (2008): El concepto de campo como herramienta metodológica en REIS nº 123, pp. 11-33.

SCOTT, JC. (1990): Los dominados y el arte de la resistencia, Nafarroa, Txalaparta.

VAN DER PLOEG, JD. (2010): Nuevos campesinos: campesinos e imperios alimentarios, Barcelona, Icaria.

Antonio J. Ramírez-Melgarejo

Universidad de Murcia

 

1 El libro se deriva de su tesis doctoral “La biopolítica de la España franquista”, que tuvo cierta repercusión en prensa: "Tesis doctoral dice que franquismo generó ciudadano paciente y resignado" (diario ABC, 08-07-2010). 

2 Entre otras: el fuero del trabajo (1938) y el fuero de los españoles (1945), así como las que fundaron el Servicio Nacional del Trigo (1937), el Instituto Nacional de Colonización (1939) y el Instituto Nacional de Industria en (1941).

3 “Encaminada a multiplicar los selectos y segregar los débiles” (pág. 139) 

4 “Arte o técnica encargada de seleccionar el matrimonio perfecto desde un punto de vista biopsicológico” (pág. 141). 5 Entendido como “la ausencia de un aparato conceptual apropiado para el estudio de lo histórico en el que se prime metodológicamente la diacronía, el devenir y el carácter procesual de la realidad social” (Ramos 1994: 35). 

 

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Acerca del autor:
Antonio J. Ramírez-Melgarejo
Sociología histórica

Acerca del libro:
Por la grandeza de la patria
Salvador Cayuela Sánchez