Fecha:
01/06/2015
Cayuela Sánchez, Salvador. Por la grandeza de la patria. La biopolítica en la España de Franco (1939-1975),
Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2014. 351 páginas [ISBN: 978-84-375-0709-5]
Cleminson, Richard. Catholicism, Roce and Empire. Eugenics in Portugal, 1900-1950, Budapest, New York, Central
European University Press, 2014. 297 páginas [ISBN: 978-9633860281]
Acaban de ver la luz dos obras que marcarán el futuro de la investigación sobre el gobierno de las poblaciones en el mundo ibérico contemporáneo. La primera tiene un radio de análisis más amplio, pues concierne a las distintas facetas de la biopolítica durante el régimen franquista. La segunda se centra en un aspecto concreto, la eugenesia en Portugal, y su cronología principal coincide con el despliegue del Estado Novo salazarista. La lectura conjunta de ambas monografías permite apreciar los perfiles comunes y las divergencias que afectaron a la administración de la vida en las dos dictaduras ibéricas, cuyos efectos perduran hasta la actualidad.
El trabajo de Salvador Cayuela constituye la primera exploración sintética y a gran escala de los dispositivos biopolíticos desplegados por el régimen franquista en el curso de su existencia histórica. Como subraya Antonio Campillo en el excelente prólogo redactado para esta obra, el logro obedece a la adopción de una perspectiva trandisciplinar, que combina las aproximaciones de la historia, la sociología y la interrogación filosófica.
El enfoque, de inspiración teórica y metodológica foucaultiana, le permite al autor construir rigurosamente su objeto. Este adopta la forma de una secuencia de configuraciones históricas complejas, donde se ponen en relación, de manera sistemática, tecnologías y racionalidades de gobierno aparentemente desconectadas entre sí: la política sindical e industrial, el cuidado de la infancia y la salud, las relaciones de poder imbricadas en el género y la sexualidad, los sistemas educativos y los medios de educación de masas, etc. Por otro lado, el trabajo se sustenta en una variadísima y exhaustiva consulta de la literatura secundaria, donde se eligen sabiamente los mejores estudios y los más pertinentes para el relato ofrecido.
Los mimbres conceptuales con los que se compone el cesto, aparte de Foucault, remiten a los Studies on governmentality (Dean, Rose, etc.) y a las tipologías elaboradas por Antonio Campillo, filósofo y catedrático de la Universidad de Murcia, en su obra Variaciones de la vida humana, tal vez el mejor libro sobre teoría de la historia que se ha escrito en las últimas décadas, y no sólo en nuestro país. Así Cayuela divide su exploración en tres grandes dimensiones de la vida social: el orden de los bienes, el orden de los cuerpos y el orden de las creencias. Este esquema tripartito se corresponde con la célebre distinción foucaultiana entre trabajo (esfera económica), vida (esfera biológica) y lenguaje (esfera simbólica o comunicativa). La biopolítica sería entonces el arte de gobernar a los seres humanos en estos tres ámbitos constituidos como universos autónomos, de saber (ciencias humanas) y de poder (biopoder) en el curso de la modernidad. Se trataría entonces de analizar los distintos mecanismos disciplinarios y reguladores que operan en estos tres espacios dentro de un régimen político que apunta a excluir, en todo su transcurso, el ejercicio democrático de la soberanía.
El reconocimiento de los programas de intervención ("conducción de conductas") y de las instituciones que conforman esos dispositivos biopolíticos se sustenta en una hipótesis nuclear. Ya durante la misma Guerra Civil se constató que el nuevo régimen no podía apoyarse exclusivamente en la violencia; necesitaba legitimarse recurriendo a mecanismos biopolíticos forjadores de una forma de subjetividad peculiar, cuyas disposiciones, promovidas entre los españoles, permitieron apuntalar la existencia del franquismo, haciéndolo perdurable. Estas disposiciones (desmovilización política, resignación, conformismo, aceptación estoica de las privaciones, ascetismo) encarnan lo que Cayuela bautiza como homo patiens. Semejante figura antropológica no sólo contribuyó a asegurar la vigencia del franquismo, sino que su pervivencia, en muchos aspectos, llega hasta la España de nuestros días y ayuda a explicar, quizás, la pasividad de muchos ciudadanos ante el adelgazamiento de los derechos sociales.
Estos innovadores instrumentos de análisis (biopolítica y gubernamentalidad, esquema tripartito de los procesos, producción de subjetividades), se combina con una periodización clásica, que distingue dos etapas en el decurso del régimen: el primer franquismo, dominado por una biopolítica totalitaria, y el franquismo desarrollista, donde se reconocen las tentativas para adaptar los viejos dispositivos a una cambiante realidad social y económica, dando lugar a una biopolítica autoritaria. La bisagra entre ambos momentos está representada por la aprobación del Plan de Estabilización en 1959. No obstante, este umbral no marca una transición abrupta; Cayuela reconoce unos "periodos de engarce" entre ambos intervalos, en particular el situado entre 1950 y 1957.
El libro, redactado con claridad y coherencia impecables, se organiza a partir de las referidas distinciones conceptuales. Tras la introducción, sobria y sin alardes teóricos -la buena teoría se advierte en la estructuración de los datos, se abre una primera parte dedicada al primer franquismo. Siguen después tres capítulos dedicados a deslindar, en cada caso, los mecanismos disciplinarios y reguladores involucrados.
En primer lugar la esfera económica, dominada por la imitación de las políticas autárquicas arbitradas en Italia y Alemania; el intervencionismo en los procesos de producción y distribución y el sindicalismo vertical en el terreno de las relaciones laborales. Como sucede en toda la travesía de este libro, su autor no sólo describe las redes de poder, sino también las "resistencias", las "contraconductas" desplegadas por los gobernados, incluso en los tiempos más recios y represores del régimen. Otra estrategia acertada en la lectura propuesta consiste en no considerar los dispositivos como bloques monolíticos, al modo de los "aparatos" althusserianos, sino a la manera de "campos", aunque no se utilice expresamente este concepto. Esto es, Cayuela no olvida señalar que los agentes (individuos, organismos) conductores son siempre múltiples, de modo que sus objetivos no siempre resultan coincidentes. Aquí se hace notar, por ejemplo, la escisión entre los distintos sectores del falangismo o entre los falangistas y el polo del integrismo católico. Se examinan muy de cerca, en este "orden de los bienes", máquinas de gobierno tan diversas como el sistema de racionamiento, las oficinas de colocación, la cartilla profesional, los sindicatos o los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores. Se revisa también la política industrial y agraria, viendo el estraperlismo como un efecto no deseado de estos mecanismos.
En segundo lugar se pasa revista al gobierno de los procesos vitales en esa primera etapa. Dispositivos como el Seguro Obligatorio de Enfermedad, la psiquiatría de Vallejo Nájera y López Ibor, la Obra del Auxilio Social, la persecución legal del aborto y la anticoncepción o la reglamentación de la prostitución, conforman una política racial de vocación eugenésica, sólo frenada por los principios del catolicismo, cuya "política del cielo" restringía la manipulación ilimitada de lo viviente.
En tercer lugar, le toca el turno al gobierno de las creencias, es decir, los entramados de inculcación simbólica que toman como blanco a las narrativas y a las representaciones. Aquí se establece una diferencia entre medios de comunicación (con el destacado papel desempeñado por la Delegación de Prensa y Propaganda), organizaciones de encuadramiento (como el Frente de Juventudes y la Sección Femenina) y el sistema educativo, fuertemente controlado por la Iglesia en los niveles de la enseñanza primaria y secundaria. La primera parte finaliza con un capítulo de síntesis, donde se expone el modo en que los distintos dispositivos descritos convergen para producir el homo patiens.
La segunda parte, dedicada a indagar la biopolítica del franquismo desarrollista, comienza de nuevo con el gobierno de los bienes. Entre los primeros años de la década de 1950 y su final, con la aprobación en 1959 del Plan de Estabilización, se abre aquí un proceso de transición que va a marcar decisivamente el nuevo rumbo del régimen. Los pactos con la Iglesia y la Administración estadounidense, la incorporación a los organismos internacionales, preludian las fundamentales reformas económicas emprendidas por los gobiernos tecnócratas a partir de 1959. En este ámbito se abre paso una modalidad de gobierno protoneoliberal de las conductas. En efecto; el Estado ya no dirige y planifica los procesos de producción, intercambio y distribución, sino que interviene disponiendo las condiciones para el funcionamiento del libre mercado; no regula las relaciones laborales sino que arbitra la negociación colectiva entre trabajadores y patronos. Estas reformas propician también, aunque Cayuela no lo subraya, un capitalismo clientelar y de corrupción sistémica, que sólo salió a luz en casos contados, como sucedió con Matesa.
Este triunfo de la biopolítica totalitaria tuvo lugar también en el "orden de los cuerpos". A finales de los años 50, el Seguro Obligatorio de Enfermedad comenzó a ser problematizado. En las décadas posteriores evolucionó hacia un sistema de atención sanitaria, más próximo a la biopolítica social típica del welfarismo occidental. Las prestaciones se financiaban mediante un entramado de cotizaciones asentado en la solidaridad comunitaria. Se pasaba así de una lógica de la vigilancia higiénica, propia de los Estados Interventores de fines del siglo XIX, a una atención a las demandas de salud.
Pero este tránsito de la biopolítica social no se completó durante el franquismo. La inexistencia de una reforma fiscal que permitiera sustentar estatalmente el sistema de la seguridad social, el peso del sector privado y de la Iglesia en la oferta asistencial y sanitaria o el hecho de que la cobertura distara de ser universal, alejaba la política socio-sanitaria franquista de la existente en Europa Occidental. Cayuela construye también la evolución de los discursos y de las técnicas en el terreno de la psiquiatría; la suavización del eugenismo más agresivo; el rechazo del psicoanálisis, el éxito del electroshock y de las terapias conductistas, o la imbricación con las teorías jurídicas de la peligrosidad social (sobre todo en relación con la homosexualidad), son algunas de estas tendencias.
Los cambios de la fase desarrollista alcanzaron también a la conducción de las creencias. La nueva realidad económica y social marcada por el crecimiento urbano, el despegue industrial y del turismo, la emigración a Europa o la gestación de una sociedad de consumo, obligaba a revisar los viejos mecanismos de adoctrinamiento. Los cambios en el dispositivo censorial, tras la Ley de Prensa de 1966, la Ley General de Educación de 1970 o los trastocamientos de organismos como el Frente de Juventudes y la Sección Femenina auguraban una nueva era.
El despliegue estratégico del régimen, en todos estos temas, del económico al educativo, pasaba por adaptar las viejas maquinarias de gobierno a las nuevas circunstancias, preservando siempre el rechazo de la libertad política y la soberanía democrática. La tentativa se saldó con un fracaso. Los cambios pretendían legitimar el régimen apelando a las décadas de paz, al desarrollo económico y a las expectativas de movilidad social ascendente, en una coyuntura de creciente conflictividad laboral y universitaria. Pero las nuevas estructuras desplegadas, en vez de propiciar una subjetividad ajustada a la vez a las exigencias políticas franquistas y a los nuevos tiempos, lo que hadan era incrementar las demandas y reivindicaciones de los gobernados, haciendo insostenible la vigencia de la Dictadura. La reflexión sobre estas consecuencias no queridas engendradas por un sistema incapaz de hacer el recambio del homo patiens, ocupa el capítulo final de la segunda parte.
El libro se cierra con una interesante revisión sobre las aportaciones de la perspectiva biopolítica, adoptada en el libro, a la controversia historiográfica y sociológica acerca del supuesto carácter totalitario del régimen franquista. Muy al tanto de la bibliografía existente sobre el asunto, Cayuela evita la alternativa que consiste en establecer una tajante distinción sustancial entre la gubernamentalidad franquista y la gubernamentalidad totalitaria, típica de los fascismos y el totalitarismo. Rechaza asimismo la tendencia a referirse al franquismo como un ejemplo tout court de dictadura fascista.
Durante su primera etapa, la biopolítica franquista presentaba los caracteres propios de una gubernamentalidad totalitaria, apelando a la consideración del enemigo político como un enemigo biológico (el "biotipo" del "rojo"), y apuntando a un control ceñido de todos los aspectos de la vida humana. Lo totalitario no sería el Estado, sino el "régimen",' esto es, la lógica de los mecanismos disciplinarios y reguladores habilitados. No obstante, este perfil totalitario del primer franquismo se ofrece con perfiles propios, específicos.' El eugenismo agresivo, tecnológico y tanatopolítico de las políticas nacionalsocialistas o la veneración del Estado como modelador privilegiado de las conductas, al estilo stalinista, se verían limitados por la "política del cielo' de tradición ultramontana. Por otra parte, desde mediados de los cincuenta, el régimen buscó nuevas vías de legitimación que lo alejaron de una vocación totalitaria pero que a la postre, lo hicieron insostenible.
El trabajo de Richard Cleminson, fundado en una ardua exploración de bibliotecas y archivos portugueses, combinando fuentes de muy diversa índole, trata de captar la singularidad de la eugenesia en Portugal durante la primera mitad del siglo XX. Constituye la primera investigación de conjunto sobre la variante lusa del eugenismo, considerada dentro de un proyecto biopolítico de más vasto alcance. El trabajo, cuyo rigor y precisión no menoscaban la amenidad con la que puede leerse, está estructurado en seis capítulos. El primero, de carácter introductorio, presenta las decisiones metodológicas y adelanta las principales hipótesis puestas a prueba. Previene contra las presentaciones esencialistas y retrospectivas que suelen hacerse de la eugenesia, donde esta aparece identificada con su versión nazi, punto final desde el que se evaluarían todas sus variantes planetarias. Se opta en cambio por un enfoque relacional y nominalista, que no trata de imponer, sobre la realidad histórica considerada, un modelo ideal y universal de eugenesia, sino que se dedica a examinar las peculiaridades contextuales de la específica configuración estudiada. Se exige también la descripción conjunta de prácticas y discursos, evitando la dicotomía entre enfoques internalistas y externalistas. Se defiende, por último, una aproximación comparada, comprendiendo la singularidad del caso portugués en contraste y en conexión con otras formas de eugenesia más conocidas (Alemania, USA, Gran Bretaña), pero también en confrontación con modalidades más próximas (Latinoamérica, sur de Europa). Ajustándose a estas premisas, se ofrece un completísimo estado de la cuestión, no sólo sobre la historiografía de la eugenesia en Portugal, que a menudo incurre en los prejuicios metodológicos denunciados, sino a escala internacional. Se pone así, en tela de juicio y a la luz de la reciente proliferación bibliográfica, otra malhadada dicotomía: la escisión entre centro y periferia.
El segundo capítulo contextualiza el nacimiento de la eugenesia portuguesa. Para entender este proceso hay que reconstruir el trasfondo de sensibilidades y programas biopolíticos auspiciados en el país luso desde las últimas décadas del siglo XIX: debates sobre la raza portuguesa y su degeneración, interés por la higiene matrimonial, la lucha antivenérea y la gestión de poblaciones. No obstante, se pone mucho cuidado en distinguir estas tendencias respecto a la articulación de un orden discursivo explícitamente eugenésico. Este sólo comenzó a gestarse a partir de la década de 1910, gracias a las intervenciones de Miguel Bombarda, Pires de lima, Egas Moniz y Mendes Correia, pero también mediante el impulso recibido por instituciones como la Sociedad de Antropología y Etnología de la Universidad de Oporto y el Instituto de Antropología de Coimbra.
El tercer capítulo reconstruye con mucho tino el despliegue de la eugenesia en el país vecino, desde su reconocimiento en la segunda mitad de los años veinte, hasta su apogeo, con los primeros pasos dados para fundar la Sociedad Portuguesa de Estudios Eugenésicos (SPEE). Se dilucidan las adaptaciones que las propuestas eugenésicas tuvieron que efectuar en el cuadro de un régimen dictatorial consagrado en el Estado Novo de Salazar. Este, por un lado, marcaba las distancias respecto a las potencias del Eje, y por otro, sin renunciar a la anglofilia secular de la diplomacia portuguesa, trataba de utilizar y neutralizar el fascismo representado por el movimiento nacionalsindicalista luso. En ese Estado, el tradicionalismo católico y antimoderno constituía una privilegiada fuente de legitimación. Por eso las versiones más hereditaristas y raciales de la eugenesia, sostenidas por algunos de los representantes portugueses (en especial Eusebio Tamagnini, fundador de la SPEE en 1934, y en menor medida Mendes Correia), cedieron el protagonismo a un modelo higiénico-social, bien encarnado por las propuestas que recogía la liga Portuguesa de Profilaxia Social (LPPS). Estas resultaban más afines a las recetas pedagógicas que a la intromisión directa en los procesos reproductivos, más ambientalistas que hereditaristas, más recelosas ante el estatismo fascista y más conciliables, en suma, con los principios de la fe católica. Por eso el debate acerca de la esterilización o la recepción de la biotipología, que hacía posible una eugenesia más individualizante y menos adherida a los grupos raciales, son objeto, en esta sección de un análisis pormenorizado.
La columna vertebral del libro se encuentra en el cuarto capítulo. En este se sigue de cerca la evolución del discurso eugenésico en Portugal, desde la fundación de la SPEE hasta su disolución, hacia 1944-45, en el seno del Centro de Estudios Demográficos. Aparte de relatar con detalle el proceso que condujo a establecer la sociedad eugenésica portuguesa, se ponderan las reacciones del mundo católico luso frente a las medidas de esterilización forzosa. Esa necesidad de conciliar eugenesia y catolicismo, ya experimentada en el mundo latinoamericano, hace que la exposición se detenga en las relaciones entabladas entre los eugenistas portugueses (en especial Almerindo Lessa), y la Federación Internacional Latina de Sociedades Eugenésicas. Cleminson recompone también la rica gama de variantes eugenésicas propuestas por los científicos portugueses, desde la versión más próxima al nazismo, encarnada por Ayres de Azevedo, hasta la modalidad más temperada, defendida por Barahona Fernandes, semejante a la sugerida entre nosotros por el inolvidable Antonio Vallejo-Nágera. El siguiente apartado traslada al lector desde los discursos hasta las prácticas y las instituciones, siguiendo el rastro de las racionalidades eugenésicas en distintos organismos e intervenciones del régimen salazarista: puericultura, maternología, higiene familiar y educación física, vehiculadas a través de las organizaciones de mujeres, de jóvenes y de trabajadores, o por la acción del Instituto Nacional de Educación Física. El capítulo se cierra con un análisis de la prolongación del pensamiento eugenésico en los campos de la serología, con un importante desarrollo portugués de la investigación sobre grupos sanguíneos, y de la estadística.
El capítulo quinto constituye sin duda uno de los momentos más logrados de esta monografía. El proyecto biopolítico destinado a conformar nuevos sujetos dentro del Estado Novo era también un proyecto imperial, de modo que la producción de subjetividades metropolitanas era inseparable de la gestación de subjetividades coloniales. La eugenesia era una pieza central de este dispositivo. Disciplinas como la antropología e instituciones como la Escola Superior Colonial fueron enclaves determinantes en el crucial debate sobre el problema del mestizaje. Más allá de posicionarse en contra (Tamagnini, Ayres de Azevedo), a favor (Lopo Vaz) o de defenderla bajo ciertas condiciones (Mendes Correia), lo importante de esta controversia fue el intento de instrumentalizar la política racial y colonial para "nacionalizar" a los colonizados y dar salida a una economía predominantemente rural, incapaz de alimentar a la población de la metrópolis.
En el capítulo sexto se ofrecen las conclusiones del trabajo. Los difíciles equilibrios geopolíticos que caracterizaron al Estado Novo, próximo pero al mismo tiempo contrario al totalitarismo nazifascista (del que se alejaría progresivamente, a medida que avanzaba la Guerra), el peso del tradicionalismo católico y la proyección colonial de la nación, encuadran el perfil y el margen de actuación de la eugenesia portuguesa. En esta coexistieron dos modelos, el hereditarista y racial y el higiénico-social. El triunfo del segundo obedeció a los factores que se acaban de mencionar, inscritos en una política de población de marcada intención pronatalista. Esto no significó, como recuerda el autor, que la eugenesia practicada en Portugal apuntara sólo a aumentar la cantidad y se despreocupara de la calidad. El énfasis en la puericultura, en la acción del médico de cabecera para el consejo eugenésico matrimonial, en la educación física o en la selección y preparación de los colonos destinados a ultramar, revela también el interés por la calidad.
Cleminson subraya de cuando en cuando, las similitudes entre la eugenesia española de la era salazarista y su contrapartida en la España del primer franquismo. En ambos casos, el discurso eugénico estuvo mediado por la influencia del tradicionalismo católico y por los propósitos pronatalistas de las políticas de población. En las dos dictaduras triunfó una forma de eugenesia afrontada como higiene social, con el primado de los planteamientos ambientalistas sobre los hereditaristas, recelosa del intervencionismo estatal directo. Esta opción se reflejó en las posiciones oficiales de ambos Estados acerca de medidas como la esterilización, el certificado matrimonial obligatorio o la prohibición de los matrimonios mixtos.' El salazarismo y el franquismo compartieron también el afán, no tanto de movilización política de las masas, por eso ambos tendieron a neutralizar cada vez más a los elementos fascistas, sino de despolitización, creando ese modelo de sujeto conformista que Cayuela denomina homo patiens.
En el caso español, no obstante, a diferencia del portugués, no llegó a cuajar una sociedad eugenésica formalmente reconocida. Es posible que en nuestro país, el mayor peso del catolicismo -la Constitución portuguesa reconocía un grado de separación entre Iglesia y Estado inexistente en España, y el hecho de que en el periodo republicano hubiera florecido una eugenesia de izquierdas (la secretaria de la Liga Española para la Reforma Sexual, importante enclave eugenésico antes de la Guerra Civil, fue la socialista Hildegart Rodríguez),' excluyeran semejante iniciativa. Por otro lado, si en Portugal, el desarrollo de la eugenesia encontró un fuerte acicate en el despliegue de una relevante política colonial, en España, más que el colonialismo: el factor mediador lo constituyó la Guerra Civil. La eugenesia que, por ejemplo, representaba Vallejo-Nágera, era en cierto modo una continuación, con otros medios, de la labor de extirpación de un enemigo ideológico, pensado en términos biológicos, un proceso que se habría iniciado durante la "Cruzada". En cualquier caso, la comparación detallada de ambos programas biopolíticos es una tarea que queda por hacer.
NOTAS
1 En este punto se echa en falta, tal vez, más atención a las políticas franquistas para "civilizar" al peligroso campesinado de las zonas anarquistas, creando "'poblaciones de colonización..... La tesis doctoral que sirvió de base al libro que comentamos trató este tema con más detenimiento.
2 Alvarez Junco, (2001), en un estudio muy difundido, ha sostenido que "no se puede, en puridad, hablar de fascismo ni de totalitarismo franquista, ni siquiera en su primera etapa, porque el Estado nunca controló, ni aspiró a controlar, todo" (p. 462), algo que según este autor hay que achacar a un tradicionalismo católico alérgico a todo estatismo. Sin embargo, el libro de Cayuela muestra el funcionamiento "totalitario", no del Estado, sino del "modo de conducir las conductas”, emplazado a escala infraestatal y pudiendo intervenir a través de agentes no estatales en sentido estricto, como la Iglesia o el Partido. Al carácter no estatista del totalitarismo nazi (donde el pueblo racial es el manantial del Estado sin confundirse con él) por otro lado, se refirió el estudio clásico de Neumann, (1983, pp. 83-105).
3 Michel Mann, Importante sociólogo del fascismo, aunque no citado por Cayuela, prefiere evitar el concepto de "totalitarismo" en sus trabajos, esquivando asilos problemas de aproximar excesivamente las dictaduras fascistas a fas dictaduras comunistas. Construye una tipología fina para analizar los distintos casos de los regímenes "autoritarios· europeos en la década de 1930. Considera el franquismo en su como un "autoritarismo corporativista y reaccionario·, donde los fascistas permanecerían "domesticados· (Mann, 2006, pp. 317-374). Lo que puede cuestionarse es su dicotomía entre “limpieza étnica" y "limpieza política". El franquismo, según Mann, afrontó la segunda pero no la primera, pues el enemigo era codificado en términos ideológicos y culturales pero no étnicos. El libro de Cayuela muestra que en la biopolítica franquista sr se efectuó una codificación racial, en términos biológicos, aunque no étnicos.
4 Alvarez Peláez (1999), p. 120, para el caso español.
5 Sinclair (2007) y Huertas y Novella (2013).
6 Esta vertiente colonial de la biopolítica española también estuvo presente, como ha demostrado Medina Doménech, (2009).
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