Fecha:
03/02/2023
La periodista peruana recrea en 'Madame Gauguin' la vida de una mujer eclipsada por dos luces poderosas. La novela muestra su evolución en busca de su propio destino entre el pasado dramático y el futuro incierto. WMagazín publica un pasaje que es nudo del Tiempo y del espacio en su vida
Una mujer atrapada entre las vidas de su madre y de su hijo. Eclipsada entre dos luces muy potentes, mientras ella intenta crear su propio destino. Es Aline Marie Chazal Tristán (1825–1867), hija de Flora Tristán, pionera del feminismo, y madre de Paul Gauguin, pintor entre pintores. Una persona destinada a estar allí en silencio, hasta que Fietta Jarque ha encendido una cerilla sobre su vida y le ha dado voz en Madame Gauguin (Fondo de Cultura Económica). Una novela biográfica, una ficción basada en hechos reales que recrea la vida difícil de esta mujer entre dos y más mundos, físicos y existenciales. Una voz íntima recorre la novela que alumbra episodios de la madre (Flora) que moldea en silencio a la hija (Aline) y de la hija que influye sobre el hijo (Paul), sin que ninguno se percate.
WMagazín publica un fragmento de Madame Gauguin revelador de la evolución de esta mujer por encontrar su lugar. El pasaje elegido es un momento de un nudo del Tiempo y del espacio y del carácter de la protagonista, un cruce de caminos del pasado dramático de Aline, de su presente y de su futuro, y con él el del rumbo definitivo que tiene previsto para su hijo Paul. Aline Chazal Tristán respira fuerte en estas páginas entre dos exploradores que cambiaron parte del camino de la vida social y política, ella, y artística y cultural, él.
Madame Gauguin entra en la corriente de obras que en los últimos tiempos rescatan a mujeres olvidadas, eclipsadas o arrinconadas por la Historia, solo que la periodista y escritora peruana trabajaba en esta novela desde hacía más de una década, mucho antes de esta tendencia necesaria para las artes y la sociedad.
Aline Chazal Tristán sufrió abusos sexuales de su padre, quien al ver que su madre, Flora Tristán, lo acusaba la mató de un disparo. Aline tuvo una relación tensa con su madre. Se casó con el periodista Clovis Gauguin con quien tuvo dos hijos, Marie y Paul. Con 23 años, en 1848, la familia evadió la Revolución francesa rumbo a Lima, en cuyo trayecto murió su esposo. Aline desembarcó con sus hijos en la capital peruana y allí se quedó cuatro años largos que habrían de influir en la vida de todos.
La novela surge de las preguntas que despertaron en Fietta Jarque la lectura de El paraíso en la otra esquina (2003), de Mario Vargas Llosa, sobre Flora Tristán y su nieto Paul Gauguin mientras orilló la vida de Aline. El siguiente es un asomo al mundo de Aline Marie Chazal Tristán:
'Madame Gauguin'
Por Fietta Jarque
Son las siete de la mañana cuando Zizi regresa a casa con Paul de la mano. Aline, Lucille, Manon y Ezzedine se han quedado en vela toda la noche. Están agotados pero, al verlos acercarse a la puerta salen corriendo a recibirlos. Paul se ve cansado y ojeroso, pero no parece asustado. Lleva sobre el hombro un palo del que al final cuelga un atado.
—No lo habían secuestrado. Se escapó para hacerse trotamundos,— dice Zizi, desganado, pero tranquilo por tenerlo de vuelta en casa sano y salvo.
Aline hincha el pecho con indignación y en sus ojos aflora un loco desdén. Paul se encoge en espera de la consabida bofetada, pero no recibe nada. Ni siquiera el abrazo de alivio de una madre que temía lo peor.
—Lo encontraron en el bosque de Bondy unos hombres que recogían leña. Estaba tranquilamente dormido al pie de un árbol.
—¿Cómo se te ocurre hacerme eso? ¡Estúpido niño del diablo!— rugió la madre apretando los dientes —¡Fuera de mi vista! ¡Fuera, largo de aquí!
Lucille lo cogió y se lo llevó de ahí contándole la noche terrible que habían pasado todos por su culpa mientras lo zarandeaba ligeramente por el brazo. Paul miró por encima del hombro a su madre, sin comprender por qué no lo había castigado. Ni besado. Los demás también entraron a casa y, al quedarse solos, Zizi sacó de su bolsillo un sucio y desgastado trozo de tela con un bordado infantil que representaba a una niña con la boca abierta, como en un grito o en una expresión de miedo o asombro. Aline lo cogió temblorosa, empalideció y se dejó caer sentada sobre un sillón.
—Estuve con él, Aline. Lo arrestaron anoche en el centro de la ciudad. Tenías razón, ha estado rondando la casa desde hace semanas. Es un penoso borracho, no tenía intención de hacerles daño, según me dijo entre desvaríos. Sólo quería verte de lejos y también a sus nietos una vez, antes de alejarse para siempre. Pero no sabemos si podría haber llegado a acercarse. La policía lo estuvo interrogando sobre el paradero de Paul. Decía no saber nada y ellos lo maltrataron un poco para que confesara. No le han hecho mucho daño, se caía él solo a pedazos. Sollozaba. Bueno, no voy a entrar en detalles. Yo mismo lo puse en un tren a las seis de vuelta a Normandía, a Evreux. Dijo que es ahí donde le habían designado el domicilio los de la penitenciaría. Le di algo de dinero y le exigí que te dejara en paz. Creo que no volveremos a saber de él. Está enfermo y sin fuerzas, Aline. Pero si por alguna razón quieres localizarlo…
Se quedó pensativa durante un momento. Había pasado la peor noche de su vida desde aquellas en que también su padre se erigía en la mayor amenaza. En el terror. Pasó las horas tratando de no imaginar. De no recordar. De no superponer la imaginación a la memoria. Y se dio cuenta de que a lo largo de su existencia, al querer borrar el tormento de esos recuerdos los había magnificado. En el instante en que vio a Paul intacto, inocente y ajeno por completo a la tragedia que ella había fabricado desde que lo supuso en manos de Chazal, de su abuelo, el miedo desapareció por completo. Y quedó solamente el vacío. No había pasado nada. Comprendió que él ya era incapaz de hacerles daño.
—No. No quiero volver a verlo. Pero ya no lo odio— dijo estrujando el pequeño trozo de tela manoseado por él durante dieciocho años.
¿Qué significaba para él ese patético recuerdo? Lo imaginó guardando ese trozo de tela como único lazo con el mundo exterior, con esa hija que él no había dudado en mancillar. Lo miró una vez más con asco y asombro. De no haber estado Zizi presente, se lo habría llevado a la nariz para olerlo. Rechazó mentalmente ese impulso, pero admitió para sí que era lo que le pedía el instinto. ¿Llegó Chazal a arrepentirse de sus actos? Aline estaba segura de que no hubo un instante de arrepentimiento de los dos balazos que disparó contra su madre después de rumiar durante meses su ajuste de cuentas particular. ¿Pero y yo, su niña? ¿Existí realmente para él o fui sólo un instrumento para ofender y dañar más a Flora? —Aline se sorprendió pensando eso—. ¿Es que, a pesar de todo, deseé haber sido amada por ese padre? ¿Por mí misma? ¿Sus caricias fueron acaso la forma torpe y brutal de querer reconocerme como suya? Hacerme llegar de vuelta ese viejo bordado significa el fin de todo entre nosotros. Es la bandera blanca de su su rendición. Por eso debería descoserlo, puntada a puntada, hasta dejar la tela en blanco, agujereada, usada, arruinada. La guerra ha terminado pero no se ha borrado el daño y el dolor.
Zizi rompió el silencio.
—En cuanto a Paul, no te ensañes con él. Me contó que hace tiempo que contempla ese pequeño cuadro flamenco que tengo a la entrada del salón. Se ve un paseante solitario por un bosque, silbando alegremente y con su hatillo al hombro. Es normal tener ese sueño errante a su edad. Ha sido una inocente travesura que afortunadamente ha terminado bien.
—No sé si ha sido una travesura inocente o no pero nos ha hecho sufrir. Eso lo sabía y no le importó demasiado. Zizi, ya no lo puedo soportar. Soy incapaz de controlarlo. El próximo curso irá interno a un colegio, cuanto más estricto mejor. Necesita disciplina y estudiar seriamente.
Marie se acercó a su madre y se abrazó a ella. Cuanto más se distanciaba de Paul, más cerca se sentía de su hija. Marie lo sabía, lo necesitaba. Estaba despuntando su feminidad. Se sentía confusa. Aline no. Una desconocida determinación empezaba a abrirse paso entre sus viejas inseguridades.
—Ahora todo va a ir bien, Marie. Ya verás.
Aline en su laberinto
El más sucio lodo de mis recuerdos. La garra de viento me hunde la cara en ellos. Ese gran agujero era mi boca abierta. Esa puerta, esa noche, ese trago de brea. Bordé las frases de odio que ese hombre que se decía mi padre me dictaba: Flora traidora. Mala madre, esposa funesta, infiel. Abandonas a tus hijos. Comunista. Falsa. Ambiciosa. Arribista. Has acabado conmigo. Me las pagarás. Te mataré…. Lo hice para él con distintas letras, más grandes, más pequeñas, con puntos diversos, regulares y perfectamente ejecutados. Otro dechado de los horrores. Al centro bordé su figura con un puñal en alto. Como la historia de Jefta, que me enseñaron en el internado. Ese guerrero bíblico que sacrificó a su hija por saborear la victoria. Y yo en el suelo, arrastrándome hacia un rincón. En mi boca un grito sordo de hilo negro, un gurruño desordenado que desentona con el resto. Él lo ve y no dice palabra. Me lo arranca de las manos y se sienta a la mesa, bebe de la botella y carraspea, escupe en el suelo. Lo sujeta en alto con las manos temblorosas. Eso no es una risa.
Recortó mi figura y la guardó. El secuestro no terminó con mi huida de Montmartre. Ni con los años posteriores, ni con mi olvido, ni con mi silenciosa venganza. He permanecido arrugada e indefensa en sus bolsillos hasta el momento en que decidió devolverme esa imagen. Ese grito bordado. Se acabó Chazal. Se acabó su hija.
Madame Gauguin. Fietta Jarque (Fondo de Cultura Económica).
Fuente: https://wmagazin.com/relatos/aline-chazal-el-eslabon-entre-su-madre-flora-tristan-y-su-hijo-paul-gauguin/#madame-gauguin