Fecha:
01/11/2014
El libro de Thomas Piketty sobre la desigualdad es una denuncia tan poderosa como la que Émile Zola publicó en las páginas de L'Aurore en las postrimerías del siglo XIX. Lo dice La Gaceta, la publicación oficial del Fondo de Cultura Económica (FCE), la editorial que se ha hecho con los derechos en castellano del texto en cuestión (en catalán lo ha editado RBA), y sustenta tal afirmación en los análisis de dos premios Nobel como Paul Krugman y Robert Solow, y de un economista tan determinante como Dani Rodrik, entre otros.
Se ha escrito ya tanto de El capital en el siglo XXI y de su autor, que no es preciso volver a ello. Simplemente cabe decir que antes de publicarlo Piketty no era un escritor consagrado, aunque sus textos sobre la desigualdad, junto con los de Enmanuel Sáez (otro economista francés, residente de Berkeley), Anthony Atkinson (Oxford) y Gabriel Zucman (London School of Economics; hay que leer de este último el recientemente publicado La riqueza oculta de las naciones, editorial Pasado/Presente) circulaban mucho y eran comentados en los ambientes académicos y en los de las organizaciones multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Por qué Piketty ha conseguido lo que ninguno que sus colegas antes -ni siquiera Stiglitz con su apabullante El precio de la desigualdad (editorial Taurus)-; esto es, introducir la desigualdad en la primera división de la teoría económica del siglo XXI tras largas décadas de orillamiento, es una especie de arcano. Pero el hecho es éste: un joven científico social francés, nada ideologizado, hijo de dos soixante-huitards, ha logrado penetrar en el corazón de la academia americana y convertir su gigantesco texto sobre la desigualdad en el más influyente manual europeo en el mundo anglosajón desde La democracia en América, de Tocqueville (por sus ventas, por el número de menciones en la prensa generalista y especializada, por su influencia, etcétera).
El argumento final de Piketty -cuyo eje parte de una sencilla fórmula que dice que, mientras las rentas del capital crezcan más que el PIB, la desigualdad crecerá, y que ello es lo que ha ocurrido durante los siglos XIX, XX Y lo que llevamos del XXI, excepto en el período en que fue dominante la revolución keynesiana y se aplicó el New Deal del presidente Roosevelt- no es moral, ni económico, sino política: concentraciones extremas de renta y de riqueza como las que se dan en nuestras sociedades amenazan los valores de la meritocracia y de la propia economía de mercado, como la cohesión social y la justicia, que son aquellos sobre los que se asienta la democracia. Así que más allá de objetivos intermedios, la desigualdad extrema atenta contra la democracia. Para llegar a esta conclusión no hay que apoyarse en el Manifiesto comunista ni en El capital, sino tan sólo en el artículo primero de la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789: "Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden basarse en la utilidad común”.
Haber traspasado el ámbito de los especialistas (aunque es más que posible que su libro sea más comprado y citado que leído) ha hecho de Piketty un hombre peligroso para el establishment, a su pesar. Lo dice él mismo: "No debieran tener miedo a mi libro, no tengo una agenda oculta. Sólo soy un investigador, apoyado por un extraordinario equipo, que quiere contribuir a la transparencia para limar los desequilibrios económico-sociales mundiales". Sin embargo, los thinktanks más conservadores se han alarmado de que el economista francés haya desvelado esta tendencia tan turbadora, consecuencia sobre todo de la política económica aplicada durante las últimas tres décadas y media. Y, sobre todo, de las soluciones impositivas que propone para corregirla. James Pethokoukis, del Instituto de la Empresa de Estados Unidos, ha declarado explícitamente que el trabajo de Piketty debe ser rebatido con urgencia porque de lo contrario "se propagará entre los intelectuales y reformará el paisaje político económico en el que se librarán las futuras batallas de las ideas políticas". Más claro, agua: quieren impedir que se transforme el canon dominante de las ideas políticas, mientras que Piketty remata: "Si mi libro inquieta, es porque mi perfil no es el de un militante de extrema izquierda, sino el de un científico social".
Fuente: http://alternativaseconomicas.coop/posts/el-capital-en-el-siglo-xxi-piketty-j-accuse
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