Fecha:
16/11/2014
Hijo de militantes de Lucha Obrera, se doctoró a los 22 años con una tesis sobre la redistribución de la riqueza que redactó en la London School of Economics. Fue asesor de Ségolène Royal en el 2012 y uno de los 40 economistas que mostraron públicamente su apoyo a François Hollande durante la campaña presidencial del 2012. Ahora forma parte del ejército de desencantados del presidente francés. El en 2009 fue denunciado por malos tratos por su novia de entonces, la exministra de Cultura Aurélie Filippetti. El economista, que fue detenido y obligado a declarar, reconoció los hechos y el caso fue archivado tras un acuerdo entre las partes. El economista francés se ha convertido en un fenómeno mediático tras publicar El capital en el siglo XXI, un voluminoso análisis sobre la distribución de la riqueza y las nefastas consecuencias sociales de la acumulación del patrimonio.
Elogiado por el Nobel Paul Krugman como el mejor libro de economía de la década, la obra de Piketty ha sido considerada en medios anglosajones la más influyente de un francés desde La democracia en América de Alexis de Tocqueville. Exagerado o no, la pikettymanía se extiende. Las críticas también. La derecha le acusa de marxista y la izquierda, de apoyarse en una visión reduccionista del concepto de capital. Piketty no se reconoce en ninguno de los dos reproches.
Sostiene que su extenso análisis sobre la evolución de la riqueza en los tres últimos siglos intenta conciliar a Karl Marx con Pierre Bordieu, referente indispensable de la sociología francesa contemporánea. ¿Su tesis? Que el empresario tiende inevitablemente a transformarse en rentista y a dominar cada vez más a quienes sólo tienen su trabajo. ¿Su propuesta? Aplicar un impuesto progresivo sobre el capital a nivel mundial para evitar una espiral de desigualdad. El capital en el siglo XXI se sale al mercado el próximo jueves en castellano (Fondo de Cultura Económica) y Piketty nos recibe en su ínfimo despacho, situado en el primer piso de la Escuela de Economía de París, un edificio vetusto y gris alejado del centro de la capital francesa.
-¿Ve usted al señor Juncker entusiasmado con su idea de aplicar una tasa del 2% a las fortunas de más cinco millones de euros?
-No tengo ninguna esperanza. Pero mi propuesta va más allá de las personas. La Comisión Europea no dispone hoy de instituciones adaptadas. Se trate de Juncker o de Barroso, con la regla de la unanimidad a 28 no se puede avanzar en cuestiones fiscales.
-¿Qué haría falta?
-Tendría que haber un Parlamento de la zona euro, donde cada país esté representado en función de su población. Sin instituciones adecuadas, democráticas, no hay progreso social.
-¿No cree que, más bien al contrario, la crisis hará triunfar las tesis más proteccionistas?
-Eso es lo que hay que evitar a cualquier precio. En Europa se espera siempre al último minuto para actuar. Solamente cuando se desencadena una nueva crisis financiera, las autoridades políticas deciden hacer las reformas necesarias. Mientras tanto, no solo se ponen nerviosos los mercados, también los electores.
-Y eso es un riesgo.
-Un claro riesgo. En Francia hay elecciones regionales el año que viene y es muy posible que algunas regiones viren hacia la extrema derecha. Si no entendemos que estamos en una situación que pide una reacción fuerte...
-¿Por parte de quién?
-Todos somos responsables. En Francia existe la tentación de cargar a Alemania con toda la responsabilidad de la situación, pero si España, Francia e Italia hicieran una verdadera propuesta de unión política, Alemania tendría miedo a quedarse en minoría. Si Francia es incapaz de hacer este tipo de propuesta, por la cobardía de su presidente, Italia y España deberían hacerla.
-Por cierto, ¿ve posible una Catalunya independiente en Europa?
-Yo soy más partidario de las grandes comunidades políticas y, a priori, la secesión, el regionalismo, no son santo de mi devoción.
-Entonces no lo ve factible...
-Lo que temo es que si se crea otro país en Europa, aparezca un paraíso fiscal más, un nuevo Luxemburgo.
-Volviendo al asunto central del libro, ¿existe un nivel de desigualdad, digamos, aceptable?
-Es difícil de decir. Lo que está claro es que algunas desigualdades pueden estar justificadas, porque corresponden a elecciones de vida diferentes. Uno puede ser universitario y otro banquero, lo que no quiere decir que todos los sueldos de los banqueros estén justificados. Algunos oficios son más duros o más difíciles que otros. En todo caso, una justificación racional no puede justificar las desigualdades extremas.
-Y el mérito, ¿qué papel juega?
-En el discurso moderno sobre la desigualdad hay una especie de hipocresía al querer basar todas las desigualdades en la lógica del mérito. Los ganadores del sistema tienen interés en justificar su posición evocando el interés general, pero en la práctica no está nada claro que pagar a los directivos empresariales 10 millones de euros al año sea del interés general. En cuanto a la meritocracia educativa, es una gigantesca estafa. En Estados Unidos los ingresos medios de los padres de los estudiantes de Harvard corresponden actualmente a los del 2% de los norteamericanos.
-¿Caminamos entonces hacia una sociedad de rentistas?
-Si no se toman las decisiones adecuadas todo hace pensar que volverán las desigualdades ligadas a la herencia, igual que en el siglo XIX o incluso peor, porque la población está en regresión. El peso de la herencia en el Madrid del 2030 será todavía más importante que en el París de la época de Balzac.
-¿Por qué?
-Porque en la posguerra se creía que se había alcanzado una forma de capitalismo sin capital financiero, sin patrimonio, y ahora nos damos cuenta de que, para las generaciones jóvenes, el patrimonio vuelve a ser importante, como no lo había sido desde principios del XIX.
-Y por eso es partidario de aplicar un impuesto sobre el capital.
-Cuando hay un nivel de prosperidad patrimonial como el actual, es de sentido común gravar el trabajo un poco menos y el patrimonio un poco más. Es una cuestión que supera la división izquierda-derecha. En España, por ejemplo, es interesante ver cómo el Gobierno de Zapatero eliminó el impuesto sobre el patrimonio y Rajoy lo ha reintroducido.
-¿Sugiere una política económica desprovista de ideología?
-No, yo no digo eso. Creo que el conflicto izquierda-derecha todavía existe y cuando hay unas elecciones, yo tomo partido. En general, me acusan de tomar demasiado partido. Pero la democracia no se reduce a las elecciones. A veces, tanto la izquierda como la derecha, cuando llegan al poder hacen cosas muy diferentes de las que habían previsto en la oposición. Basta con ver hoy a François Hollande.
-La izquierda ha cometido errores.
-Es lo mínimo que se puede decir. Mientras el problema de la derecha es que no quiere más Europa y prefiere organizar las cosas con sus líderes a nivel nacional, el de la izquierda es que quiere garantías de que una mayor integración europea conducirá a políticas progresistas perfectas. Pero si no las tienes, hay que confiar en la democracia. Uno no puede desconfiar de todo.
-¿Es lo que pasa en Francia?
-Lo que veo es que, frente a las propuestas de la izquierda, que son un poco indefinidas, la extrema derecha es muy clara. Si la izquierda no hace el mismo esfuerzo de claridad, el mensaje de la extrema derecha aparecerá cada vez más como el único mensaje.
-Después de encontrar las contradicciones del capitalismo, ¿ha encontrado las de su propia obra?
-(Sonríe) Bueno, no es un producto terminado. La base de datos sobre las desigualdades sigue desarrollándose. El libro es simplemente una fotografía con los datos disponibles en un momento del tiempo, pero vamos a continuar el estudio con colegas de una treintena de países para extenderlo a países emergentes de América Latina, Asia y África.
-¿Sigue sorprendiéndole el éxito del libro?
-Intenté escribir algo accesible, no técnico. Todo el mundo puede leerlo, aunque es un poco largo, pero bueno. Cuenta la historia de las desigualdades en más de 20 países. Una historia del dinero que atraviesa tres siglos y que no es simplemente económica sino política, cultural, literaria y social. Su éxito muestra que hay una demanda de democratización del saber económico.
-Por cierto, dicen que no se ha leído El Capital, de Marx.
-No es verdad. Lo he leído. Lo que he dicho es que no es fácil porque es muy especulativo.
-Si para entender la concepción económica del siglo XIX en Francia y en Inglaterra recurre a Balzac y a Austen, ¿a quién lee para entender la de hoy?
-A Carlos Fuentes. La voluntad y la fortuna es muy interesante.
Fuentes:
http://www.elperiodico.com/es/noticias/economia/thomas-piketty-temo-que-nuevo-pais-europa-sea-otro-paraiso-fiscal-3691827
http://www.elperiodico.cat/ca/noticias/economia/thomas-piketty-temo-que-nou-pais-europa-sigui-altre-paradis-fiscal-3691827
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