Fecha:
04/03/2015
Karl Marx (1818-1883) creía que en el capitalismo, la desigualdad sólo podía crecer. “A medidas que se acumula el capital, empeora la situación del obrero, sea cual fuere su remuneración” (Tomo I, Capítulo 23). Simon Kuznets (1901-1985) decía que la desigualdad aumentaba en la primera fase de la industrialización y que después, las propias fuerzas del mercado tendían a reducirla. Thomas Piketty (1971) cree que los dos están equivocados: la desigualdad es inherente al capitalismo, sí, pero sólo mientras los países no la corrijan aumentando la carga impositiva sobre los dueños del capital.
TL: ¿Era tan sencillo como subir los impuestos?
P: No. Permítanme aclarar una cuestión importante: hay diferencias soluciones para reducir la desigualdad. En los últimos años, la emergencia de países como China contribuyó de manera notable a la reducción de la desigualdad a nivel global. La difusión a nivel internacional de conocimientos y habilidades fue la mejor forma de activar diferencias entre las naciones. Esta difusión de conocimientos y habilidades tiene el mismo efecto dentro de los países cuando hay instituciones educativas inclusivas en las que se invierte para formar a los más pobres. Junto con la integración económica y con la globalización, la educación es una de las armas más eficaces para reducir la desigualdad. Claro que esto requiere de impuestos: hay que pagar por la educación. Pero lo importante no son los impuestos sino qué se paga con ellos y cómo están diseñados. Son mejores los progresivos, sobre la renta y sobre el capital y peores los regresivos como el IVA, que perjudican especialmente a los más pobres.
TL: Esa política fiscal progresiva no parece posible mientras los países sigan compitiendo por bajar impuestos para atraer inversiones…
P: Un acuerdo entre países es difícil pero no imposible. En Europa logramos reducir 20% las emisiones de CO2. Si nos hubiéramos mantenido en una perspectiva egoísta habríamos preferido que otros hicieran las reducciones por nosotros. La política europea contra el cambio climático demostró que somos capaces de tomar decisiones de progreso. Pero es cierto que los impuestos que no están bien coordinados en Europa hoy. El actual presidente de la Comisión, Jean –Claude Juncker, admitió que en Luxemburgo acordaban con multinacionales para que pagasen el 1% de sus beneficios, ni siquiera el tipo oficial de 10%. Ahora nos dice que jamás volverá a ocurrir pero no alcanza. Mientras en Europa sigamos necesitando unanimidad para estos temas fiscales, habrá más Luxemburgos. Necesitamos que estas decisiones se tomen por mayoría y teniendo en cuenta la población de cada país en la votación. Los que no quieran entrar en la cooperación impositiva pueden quedar fuera, mientras los que estén dentro se reserven el derecho de aplicar sanciones contra los que buscan aprovecharse de la opacidad fiscal.
No puedes tener libertad de comercio y de capitales sin una contraparte en regulaciones y en intercambio de información. El problema es que en Europa y en el mundo nos hemos acostumbrado a la idea de la libertad de movimiento de capitales sin regulación. Eso está mal y en algún momento se tiene que terminar. Si sigue aumentando la cantidad de grupos sociales que sienten que la globalización no les sirve, que sólo sirve a las multinacionales y a las grandes fortunas porque pagan menos impuestos que la clase media, esos grupos van a optar en algún momento por soluciones nacionalistas. Tenemos que tener cuidado.
TL: ¿Cómo se sortea la influencia política de empresas y millonarios para sancionar a los paraísos fiscales que cuidan su dinero?
P: Las instituciones democráticas pueden ser más fuertes pero para lograrlo hay que dar grandes luchas. No se consigue sólo con pacíficos procesos electorales. Creo en el poder de las ideas pero mi libro es sólo un libro. Hará falta una gigantesca movilización política para que un cambio ocurra. Lo que me hace ser optimista es saber que la historia de la desigualdad y de los impuestos está llena de sorpresas. Hace 100 años, pocos habrían dicho que existiría el impuesto sobre la renta. Hace 5 años, parecía que el secreto bancario de Suiza estaría siempre. Hasta que empezó a cambiar por las sanciones contra bancos suizos. Las cosas cambian más rápidamente de lo que creemos.
TL: ¿Puede la derecha ocuparse de la redistribución de la riqueza?
P: En Francia el mismo gobierno de derecha que en 1914 rechazó un impuesto a la renta del 2%, en 190 votó por un gravamen de hasta 60% para las rentas altas, ¿por qué el cambio? Las circunstancias cambiaron. La revolución bolchevique transformó completamente el escenario intelectual. No estoy negando que los partidos de derecha tienden a estar más cerca de los intereses de las empresas y los ricos, y que los partidos de izquierda suelen estar más cerca de las personas con menos ingresos, sólo digo que a veces las circunstancias y las ideas del momento pueden ser más fuertes que el color del partido.
TL: ¿Y cuándo los propios presidentes pertenecen al 1% más rico?
P. El problema de la desigualdad extrema es que viene acompañada por el intento del grupo con mayores ingresos de apropiarse del proceso político. A veces lo logran. Otras veces ganan las fuerzas democráticas. Es importante tener buenas leyes de financiación de partidos y campañas, y evitar la concentración de la propiedad en los medios de comunicación.
TL: ¿El auge de los robots aumentará la desigualdad?
P: Existe ese riesgo. Puede contribuir a que una mayor porción de la renta nacional vaya a los dueños del capital. El cambio tecnológico puede ser una oportunidad para todos, pero sólo si se aplican las políticas correctas para que todos puedan aprovecharlo.
TL: ¿Se inspiró en Karl Marx para su libro?
P: No. Mi libro es sobre la historia de los ingresos y de la distribución de la riqueza. En el siglo XIX, los economistas tenían muy pocos datos sobre eso. Mi enfoque fue tener bien los datos antes de hacer interpretaciones. Dicho esto, es cierto que trato de devolver la centralidad en la ciencia económica al estudio de la distribución de la riqueza. Así era en el siglo XIX, con economistas como Marx o David Ricardo. Tenían pocos datos y, tal vez por eso, malas respuestas en algunos casos, pero hacían las preguntas correctas. Los economistas de hoy, en comparación, se pierden demasiado a menudo en complejos modelos matemáticos para impresionar a los colegas y se olvidan de la dimensión histórica y política de la economía. Necesitamos devolverle a la economía su perspectiva histórica y social, como se hacía en el siglo XIX.
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